LA BARBITÚRICA DE LA SEMANA
Liberen a Barrabás
La urticaria con Vargas Llosa ha sido más fanática que ideológica
Poderoso caballero es don Dinero
Míranos, Europa
Esta semana, el escritor Sergio del Molino dedicó su columna semanal en el diario 'El País' para señalar algo que ya habían apuntado en redes sociales el filósofo Diego Garrocho y el periodista de ABC Jesús García Calero. Del Molino, en concreto, manifestó la ... sorpresa y estupefacción que le generaban los pruritos ideólogos que se desataron en determinados círculos intelectuales a raíz de la muerte del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. A santo de qué, insistía Sergio del Molino, es necesario hacer salvedades ideológicas para mostrar la admiración por la obra y la figura de Mario Vargas Llosa, como si para relacionarse con un genio hubiera que precintarlo, afeitarlo o diluirlo. Que no parezca que… Imaginen, por un momento, que el ateísmo o incluso las cercanías políticas de un autor como José Saramago surtiera un efecto censor en nuestra mirada sobre sus obras maestras. ¡Alejen de mí esos libros!
Mario Vargas Llosa fue el primer autor que apoyó a Heberto Padilla en los años setenta –cuando el régimen cubano, en plena cumbre de popularidad entre los intelectuales, machacó al poeta–. Fue Vargas Llosa quien –como Octavio Paz en su momento– viró del comunismo al liberalismo para rechazar y contrarrestar el autoritarismo o cualquier intento autoritario. Es ese personaje, el que se enfrentó al populismo de Fujimori, quien ha desatado una ojeriza y una urticaria más fanática que propiamente ideológica.
También esta semana, el escritor Martín Caparrós se refirió irónicamente en redes a la portada que ABC dedicó a la memoria del Nobel Mario Vargas Llosa: «O nos hacemos los tontos o, si hablamos, hablamos en serio. Los tiranos a los que se opuso el paladín Vargas últimamente fueron Lula, Boric, Pedro Sánchez; en cambio apoyó a Bolsonaro, Kast, Uribe, K. Fujimori y, faltaba más, Javier Milei. Así que mejor hablemos de libros», escribió aludiendo al «epíteto de paladín contra los tiranos».
Aunque Caparrós esté en las antípodas de las ideas más básicas sobre qué es una novela, qué es buen periodismo o quién es o no un demócrata, incluso a pesar de eso, seguiré leyendo Martín Caparrós, porque sin pensar yo como él, valoro la forma en que expresa sus ideas. Valoro sus ideas y sus libros. Intentar entenderlos me previene de la estupidez y el sectarismo.
En el mundo contemporáneo no sólo se han vuelto planas las pantallas, también lo han hecho el lenguaje, los puntos de vista y hasta las ideas. Dos cosas contradictorias pueden ser ciertas a la vez. Aceptar y habitar esa confusión es lo que permite que un día como hoy –Domingo de Resurrección– seamos capaces de respetar las creencias de otros. Es la predisposición a escuchar y entender lo que dota de sentido nuestra convivencia. De la misma forma en que nos pareció, en algún momento, que sólo una mujer negra podía traducir a otra mujer negra, acabará pareciéndonos que todo cuanto nos conflictúa es susceptible de inquisición, borrado y lapidación. A este paso, como nos descuidemos, acabaremos pidiendo que liberen a Barrabás.
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