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la suerte contraria

Confieso que he bebido

Rodríguez tiene su crítica, pero hacerla a través de temas personales, de miserias y de bisbiseos arácnidos dice poco de López

Contra Sánchez, Transición

Caracas, La Habana, Madrid

José F. Peláez

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Desconozco si Miguel Ángel Rodríguez bebe mucho, poco o nada porque no le he visto en mi vida, pero solo el hecho de plantear ese tema públicamente, como si la vida política fuera una mezcla entre programa del corazón y tienda de cilicios, llena ... la estancia del que lo hace de un olor a sacristía, a sopa sosa y a pies. El 'cuñado' –siempre hay un gañán que te da un golpe en la espalda y te dice eso de ¡cómo ibas ayer!– ha sido Óscar López, que no sé lo que bebe, pero que dudo mucho haya llevado la vida de San Tarsicio. Y puede ser peor: si lo que hace no es afear una afición sino sacar partido de una adicción –es decir, de una enfermedad–, la estancia ya no huele como aquellas feligresas de los 60 que Bardem nos mostraba en 'Nunca pasa nada', cuando llegaba al pueblo una 'vedette' francesa, sino a crueldad, a señorito Iván y a miseria.

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