EN OBSERVACIÓN
La chica del 17 y los del artículo 47
Tras los Goya patrocinados por Airbnb, marcha habitacional contra Ayuso
Viaja sin límites, trabaja menos, vive mejor
Dicen que un día hubo personas lambanistas
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Iniciar sesiónPasó inadvertido, acostumbrado como está a moverse sin llamar la atención por las plantas nobles y las gasolineras mejor videovigiladas, pero por allí andaba, en defensa de otra causa justa. Llevaba una bandera de plástico de la UGT que había encontrado, dijo, en una caja ... llena de material sindical, de las que dejaron cuando recogieron todo lo de valor y se fueron. «Cosas de Ábalos», comentó con resignación. Nadie se iba a fijar en un banderín del negociado de Pepe Álvarez en una marcha contra el ático de Ayuso, los fondos-buitre, los pisos turísticos y los grandes tenedores, que hasta no hace mucho, antes de su oportuna resignificación, eran esos cubiertos para trinchar el pavo. Como el tema de la marcha era la vivienda, había banderas palestinas, por la cosa de las tuneladoras; de la Unión Soviética, por los desarrollos urbanísticos de los tiempos de Stalin, y también republicanas, que como las de la UGT, las feministas y las del colectivo gay siempre acompañan. Víctor de Aldama acudió a la manifestación como víctima de un mercado inmobiliario que le había hecho la vida imposible. «El piso de la Jessica en la plaza de España me salió por un ojo de la cara», lamentaba el comisionista, que tuvo que meterse a emprendedor del sector de los hidrocarburos para hacer frente al alquiler. «En esto tenemos que estar todos juntos, los que tienen que ir en patinete porque no les da para más y los de la gasolina. Todo es agenda urbana y movilidad sostenible».
Igualmente camuflados, vestidos de 'sport', iban los Javis, altos representantes del éxodo a la periferia que protagonizan quienes tienen que dejar atrás sus barrios y comenzar de cero en el extrarradio. «Queríamos mudarnos a un lugar donde siempre fuera verano», confesaron cuando abrieron las puertas de su nueva casa a una revista de decoración. «Ambrossi viste jersey de Loewe y 'mules' de Balenciaga; y Calvo lleva 'total look' de Isabel Marant. Están sentados en la butaca Shito, de F. Rota, junto a mesitas auxiliares Calatini, de M. Merendi», reza uno de los pies de foto de aquel magno reportaje inmobiliario. «Nos fuimos con pena de Malasaña, sobre todo por nuestras perritas, Mary y Susi, que tenían allí un montón de amigos, y tiendas para vestirlas, con colecciones fabulosas, traídas de fuera», comentaban el domingo los Javis, involucrados en una manifestación a la que quisieron aportar su desgarradora experiencia en el drama de la gentrificación.
La noche anterior habían estado en Granada, donde los Goya, alternando con los portavoces cinematográficos de un inquilinato cuyo pesar hicieron suyo al reivindicar, todos a una, fieles a su estilo y su instinto tribal, la letra y el espíritu del artículo 47 de la Constitución, el de la vivienda digna. Tenían delante al presidente del Gobierno, dos vicepresidentas y un ministro, pero decidieron tener la fiesta en paz, cosas del turno de partidos, y reservarse para Ayuso y el resto de enemigos del pueblo a los que el Ejecutivo señala como responsables de una crisis que en siete años ha dejado crecer como una bola que ahora despeja a ciegas y a patadas, hasta el ático.
La retransmisión televisiva de la gala la patrocinaba Airbnb. Todos se sintieron como en casa.
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