SIEMPRE AMANECE
'Un poquiiiiiii-todeamor'
Digo yo que este año en los toros en San Fermín guardaremos 'Una chica yeyé' de silencio
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Ikurriñas en Cibeles (20/11/2023)
Cada tarde, durante la lidia del segundo toro, cantábamos 'La Chica yeyé' en el tendido de Sol de la Monumental de Pamplona en San Fermín, gorros de marcas de cerveza, lamparones de vino, sudor, sangría, saliva, escozor de los rasponazos del encierro de esa ... mañana y manos al aire con vasos que se derramaban sobre los demás. Allá abajo, sobre la pupila inmensa del ruedo, un hombre se jugaba la vida envuelto en las llamas de un traje de luces al sol de la tarde. 'La Chica yeyé' empezaba como avisando con el redoble y los trompetazos de la cabecera de las películas de la 20th Century Fox que coreábamos como el himno de alguna nación reconquistada. Después arrancaba «No te quieres enterar…» muy lentamente, casi con el compás de una balada y ya se aceleraba de golpe en un meneo de codos, de culo y de todo lo que se pudiera menear allí junto a los Navarrete que iban ya por su segunda lata de aceitunas rellenas.
Adquiríamos un impulso enloquecido casi de pogo que solo se ralentizaba cuando vendrías a pedirme y a rogarme «un poquiiiiiii-todeamor» y así, extendiendo la i sosteníamos no sé qué felicidades a salvo de la gravedad de la desidia, de la desesperanza y del invierno del paso del tiempo que en ese instante ¿ves?, siempre era el mismo. Como si no hubieran pasado treinta años desde que la canté con quince agarrado a las faldas de Damián el Alcalde de Sol hasta esta última vez el 13 de julio con el hombro hecho fosfatina, el brazo en cabestrillo y los amigos dando la pelmada con que uno no tiene edad ya para esto y lo otro. Digo yo que este año guardaremos 'Una Chica yeyé' de silencio y nos quedaremos callados entre la trompa y el lagrimón mirando al cielo de Pamplona que desde aquí imagino teñido de azul-Valladolid.
Recuerdo la primera vez que la canté y la última porque eran la misma vez, y yo soy el mismo también con tres niños más, un padre menos, el viejazo del que escribió Gistau y el nubarrón de saber que algún día, más pronto que tarde, habrá que dejar de bajar a la Cuesta de Santo Domingo a las ocho de la mañana las ocho mañanas de julio.
Traigo anotado este obituario de 'La chica' y de mí mismo en la congoja del que se da cuenta de que ya escribe de sí en pretérito y hablo en pasado porque, no es que se nos haya muerto Concha Velasco, que también: es que se nos ha muerto una canción y quizás otras cosas. Lo pensé cuando le pincharon el tema a la salida de la capilla ardiente con la caja a hombros en un sanfermín inverso. Se habían liado a pitar a Sánchez y a Ayuso los que no entienden nada y nos entró el vértigo al entender que en este país sabíamos cantar y enterrar, y ahora, ya, ni eso.