siempre amanece
«Mira, es el Papa»
Un hilo de oro, de sangre, de ternura y de esperanza llega desde la cúpul a de San Pedro hasta la parroquia del barrio en la que corretean los niños
Escribir en Roma
'Sevillazo'
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Iniciar sesiónEl barrio se ha llenado de flores de todos los colores –lilas, margaritas, dientes de león–, como si fuera la dehesa de Victorino. A la vuelta de la esquina, en el alcorque de normal seco y triste, en ese alcorque como de maqueta del PGOU, ... parece que se te va a aparecer Cobradiezmos con la hierba por los pechos. En esa primavera que hiere porque que te dispara los ciclos de la vida como una metralleta –tatatata–, se aparece Macarena a confirmarse como un recuerdo tardío de mimosas y de cigüeñas y de Esperanzas.
A los niños que se confirman, lo mismo les da 'cringe' cuando sus padres bailan y arriman material en una boda, que lloran porque está lavando su peluche y no se pueden dormir. Nunca se es tan adulto y tan niño como cuando se tienen doce años y se puede ver la vida como un viejo y, al rato, como un recién nacido.
El obispo auxiliar Martínez Camino vino a dar la misa solemne y el don del Espíritu Santo y estaba rodeado de padres y de críos, y tenía que ir girándose para bendecir al personal. Como en el sermón de la montaña, no se cabía en la iglesia, y un niño por poco no se hacía una brecha, y monseñor se sonreía de todo porque, al verlo sentado meditando después de la comunión, mi Javier, que tiene cinco años, dijo: «Mira, es el Papa. Lleva su sombrero», y al obispo le entró un ataque de risa sixtino. Pedro, en cambio, pensaba que era san Fermín de blanco, por la mitra, y monseñor se volvió a reír.
No sé quién ha dibujado las iglesias como el enjaretado en el que se azota cualquier forma de heterodoxia; aquí estamos bien y nos queremos. José Marí Olaizola ha dicho que, en estos días, los periodistas que somos creyentes escribimos desde dentro, y se nota, y quizá tenga razón, pero no hay otra manera de hacerlo. Un hilo de oro, de sangre, de ternura y de esperanza llega desde la cúpula de San Pedro hasta la parroquia del barrio en la que corretean los niños y caemos en la cuenta durante la eucaristía en que no hemos comprado pan.
Como a tus hijos conviene no darles mucho la vara, hay que elegir, y yo elegí la anécdota en la que un periodista le preguntó a la Madre Teresa qué hacía en las noches oscuras del alma, cuando uno no ve a Dios por ninguna parte, y se siente abandonado en un mundo sin sentido, en ese momento en el que a uno se le abre un 'bujero' en el pecho, y la niña se me adelantó con la respuesta: «Stick to Christ». Hay un momento en el que a tus hijos ya no hay que decirles nada, y basta con verlos crecer, y ese momento ha llegado. La vida es lo que transcurre desde el bautizo de tu hijo hasta su confirmación y luego ya solo queda ir soltando las riendas, desdibujarse. Desaparecer en el mejor de los casos.
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