en clave de tron

Un misionero llega a ser Papa

Casi 40 de los 69 años que tiene los pasó en sus misiones en Perú: Trujillo, Chulucanas, Chiclayo... los ríos Marañón y Amazonas

El apagón fue tercermundista

Más 'vaticanólogos' que botellines

Todos los amigos y compañeros de Robert Prevost con los que he hablado reconocen que les va a costar dirigirse a él como Santidad, Sumo Pontífice o León XIV. Para todos ellos es el padre Roberto.

Tras hablar con ellos me han venido a ... la cabeza los recuerdos vividos junto a tantas misioneras por todo el mundo. Misioneros iguales que el nuevo Papa.

Como Ana Gutiérrez, desde Camerún al Congo, que me explicó ayer mismo el increíble aumento de mujeres y niñas destrozadas por las violaciones en serie que llegan desde los Kivus a su hospital de Kinsasa. Y aquella vez que en su consulta me reconoció el parte médico pediátrico que más veces firma: «Arrivé mort».

La hermana Carmen, literalmente, compró a aquella niña en una aldea de Malí. Andaba repartiendo sacos de mijo cuando una pequeña se le enganchó a la falda. Al partir, se enteró de que un anciano había comprado a la peque. Carmen regresó y le dio toda la mercancía a ese viejo a cambio de la niña. Hoy es profesora de Francés en el colegio de las hermanas en Bamako.

O Janette, colombiana, en su centro de formación de mujeres en Koulikoro (Malí), donde les enseña a cocinar, servicio doméstico, nociones elementales de comercio y costura. Y educación sexual. Cuando le pregunté cómo y por qué, Janette me respondió que para acabar con la ablación del clítoris.

Y María, María Jesús y Antonia, en su casa de los niños de Ucrania, a quienes los GEO y Silvia (magnífica embajadora de España) convencieron para sacarlas de los bombardeos en Kiev. Ahora, de vuelta a la guerra, apenas reciben niños porque la mayoría son huérfanos aterrados y agotados.

Al padre Prudencio lo conocí en su parroquia a las afueras de Guatemala capital, convenciendo a decenas de chicos para abandonar la violencia atroz de las maras. Y a Tonga, ese joven sacerdote que, recién ordenado por el obispo Bergoglio, le pidió destino en las Villas Miserias en Buenos Aires, donde continúa luchando contra la droga. O el padre Benito en su iglesia de la Soledad (México D.F.), transformada en un enorme comedor para emigrantes rumbo a la frontera de Estados Unidos.

Y el padre Camille en su colegio residencia de Djamena (Chad), donde enseña a niños del barrio mediante el deporte y gracias a la Fundación Ramón Grosso, a la vez que recibe a las refugiadas y sus bebés que huyen del terror yihadista de Boko Haram.

De los 69 años que tiene el Papa, casi 40 los ha vivido como misionero en el Perú: Trujillo, Chulucanas, Chiclayo, los ríos Marañón y Amazonas. Solo desde 2023 vive en Roma.

P.D. Jamás olvidaré a la hermana Ángela y su centro para enfermos mentales en Kinsasa. Pequeñita, anciana y valiente, sale cada mañana con su furgoneta a recorrer las orillas del río Congo para, literalmente, recoger uno a uno a cientos de personas que se pudren con sus demencias en la calle.

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