bala perdida
Hay señoritas
Aldama resulta un académico de lo suyo, que pasa por darle empleo a un diccionario clásico de anfitrión de la juerga
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Iniciar sesiónVíctor de Aldama ya ha deslizado ante el juez que hubo «un piso con señoritas». Ha tardado en salir, esto de «las señoritas», aunque tampoco nos pilla de sorpresa. Quiero decir que, en España, cuando se orean tejemanejes, siempre acaba saliendo de debajo de ... la manta una chavala de tarifa, o varias, que los denunciantes adornan bajo el término «señoritas», por evitar prostitutas, lumis, o suripantas. Si hay señoritas, hay tema. La palabra señorita, de cursilón uso, casi repugnante, va desde las señoritas de Avignon, de Picasso, hasta las putas de Berlanga, pero cuando la palabra se maneja en el juzgado ya pilla una sonoridad y un desperezo y un sentido que delata machismo en el pronunciante y cierto aire de humillación hacia la señorita sin nombre aludida. La señorita asoma para avalar la corrupción, porque en España el trinque lo bendice en condiciones un picnic con señoritas. Más una mariscada previa, a menudo. En el caso Roldán, mirando un poco lejos, hubo señoritas. Mirando más acá, hubo señoritas en las rutas del Tito Berni, y propone ahora Aldama que también hubo señoritas en lo suyo, cuando hablaba con Koldo, no precisamente para aparejar una barbacoa. Le ha dicho el juez a Aldama que precise lo de «las señoritas», pero Aldama responde que con eso ya es claro y suficiente, porque Aldama sabe que «señorita», en España, no es una titulación de cortesía sino un eufemismo para adornar a una mujer de fenicia sexual. En una sola palabra anticuada, Aldama incluye una orgía. Aldama, así, resulta un académico de lo suyo, que pasa por darle empleo a un diccionario clásico de anfitrión de la juerga secreta, donde resulta que hay una tribu alegre de chavalas que no estaban ahí para acercar la pluma de la firma de algún contrato, precisamente. Aldama nos está saliendo un cicerone de la vida prohibida, un estilista del birlibirloque de la corrupción hispánica que ya veremos si resulta esclarecida o no. Faltaban, eso sí, las señoritas.
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