casa de fieras
El cansancio de fingir ser feminista
Lo único que importa es hacer ruido y hacer de la crispación un caladero de votos; uno que está infectado de siluros que anteponen el odio a la verdad
La sociedad de la pereza
Más pena que gloria
Deberíamos tener en cuenta lo agotador que resulta fingir cuando tu modo de vida no se parece en nada a tu forma de pensar. Por ejemplo, imaginen que representan un movimiento social que apuesta decididamente por la igualdad entre hombres y mujeres, algo que ... hoy, en pleno siglo XXI, cualquier persona con dos dedos de frente y que no pretenda hacer negocio del tema, da por hecho. Cada vez que sales a la calle y te dan un micro, te vienes arriba dando lecciones a todos los que te escuchan sobre lo machista que son los conservadores, los pasos conquistados que quieren dar hacia atrás los otros y, sobre todo, que en el progresismo real vale mucho más un testimonio, sin testigos ni pruebas evidentes, cuando una mujer denuncia a un hombre, que la propia realidad. Entonces las personas te escuchan y te creen porque las personas buenas, aunque también sean a veces gilipollas, confían en las palabras de alguien a quien respetan o que sienten que deben respetar.
Luego resulta que por ser un vaguete y porque realmente te importa un huevo la igualdad entre mujeres y hombres, el Gobierno que presides hace una ley que beneficia a violadores y acosadores, que reduce condenas y acelera excarcelaciones, porque la estructura del texto que han hecho tus juristas es igual de chapucero que tú. Pero ahí sigues toreando la vaquilla como un adalid de la libertad de la mujer, aunque tu numero dos sea un presunto putero que da trabajo a las meretrices en las empresas públicas. Pero todo eso da igual, y lo sabes, porque lo único que importa es hacer ruido y hacer de la crispación un caladero de pesca de votos; uno que está infectado de siluros que anteponen el odio y el resentimiento a la verdad.
La escritora María Agúndez publica 'Casas limpias' (Temas de hoy, 2025) y reconoce en una entrevista que «choca un montón que te limpien la casa con ser una buena feminista». El libro va de eso, de la doble moral que una persona de izquierdas padece cuando se hace mayor y paga a un tercero por limpiarle la casa. ¿Por qué no se puede ser de izquierdas y pagar a una persona por ayudarte con las tareas del hogar? Porque, al parecer, las personas feministas a tope no explotan a nadie aunque luego contraten a personas que las ayudan en su día a día como cualquier feminista de derechas. Quizá el tema vaya por la honestidad. Del mismo modo que un presidente puede decir cualquier sandez y hacer lo contrario, resulta que hay personas de izquierdas que cuando se hacen mayores se dan cuenta que son un poco conservadoras, que no está tan mal eso de pagar a alguien que te ayude cuando lo necesitas. Eso sí, en el camino de maduración entre el corazón de oro que fuiste y la realidad en la que te has convertido, resulta que lo único que de verdad merece la pena es que te digan la verdad. Que no te tomen por una miss Asturias cualquiera.
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