Vivimos como suizos
Peggy
El último libro de Garci es un parque temático y personal de ‘Lo que el viento se llevó’
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José Luis Garci, además de cineasta o como se llame eso de hacer cine, es escritor. Más escritor que nadie. Estajanovista. Su penúltimo libro (se los saca de la manga como yo la goma del pelo) es ‘Lo que el viento se llevó. Un recuerdo, ... un comentario’ (Notorious). Lo mismo sale Azorín que Yashin, ‘la araña negra’. Lo mismo su cinéfila tía Luisa que Olivia de Havilland. A España la película llegó el 17 de noviembre de 1950. Al poco de estrenarse, se hizo popular la frase ‘Lo que el viento se llevó y el culo aguantó’. Por los 222 minutos.
Un libro de Garci, un guión de Garci, un artículo de Garci, una conversación con Garci, es la piscina del tío Gilito llena de cine y literatura. Llena de lo que importa. De todo lo que no es la actualidad, ese espanto cuajado de Teodoros, Yolandas y Belarras.
Tiene Garci tantos libros como secretarias tenía Murphy Brown. Y en este nuevo habla, claro, de una señora, Margaret Mitchell, que sólo tuvo uno. Peggy, como también llamaban a Mitchell, es el título del capítulo que le dedica Garci. «Sureña, bajita, guapa, revoltosa y pizpireta». No sé si ella misma se retrató en el principio de su novela: «Scarlett O’Hara no era bella, pero los hombres no solían darse cuenta de ello hasta que se sentían ya cautivos de su embrujo». Señorita de cuna meneada, Margaret Mitchell se casó primero con un tiparraco exfutbolista que le pegaba y la violaba. Luego con John Marsh, que la animó a escribir el libro tras un accidente. Era periodista (ella). Cada capítulo lo reescribió «por lo menos veinte veces». No sólo se rompió el tobillo, sino que era una hipocondriaca. Y también rarita. Escribía la novela en secreto. «He tenido que pelear ferozmente con mis amigos más íntimos para que no leyeran una sola línea».
Sus amigos no sabían de la existencia del libro. Una vez una amiga se presentó en su casa sin avisar y sorprendió a Mitchell en su máquina de escribir. Dio un salto y la cubrió con una toalla, como si estuviera elaborando un conjuro con corazones de sapo. A la pobre no se le ocurrió hacer como a Louisa May Alcott con su familia. Tenía un cojín. Si lo ponía en posición vertical, su familia podía interrumpirla. Si estaba en posición horizontal tenían que andar de puntillas y no abrir la boca.
Mitchell, pese al éxito (o por el éxito), nunca quiso escribir otro libro. «No volvería a pasar por este proceso por nada del mundo». Tienen los estadounidenses esa chifladura de la gran novela americana, que es como sacar la espada de Arturo. La novela de Margaret Mitchell es de las grandes novelas americanas.
Otros se creen grandes escritores, grandes artistas, como John Cusack en ‘Balas sobre Broadway’. Quién es artista y quién no. El pelma de Cusack cree que lo es, pero el verdadero artista y escritor es el mafioso Chazz Palminteri. Igual de verdadero artista y escritor que José Luis Garci.
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