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Ramón Pérez Maura

La rendición de Barack ante Raúl

Ramón Pérez-Maura

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El paso de Obama por La Habana es el canto del cisne de un presidente que ha llevado la política exterior a su grado último de incapacidad. Ha puesto en marcha el lema de los fracasados: «si no los puedes vencer, únete a ellos». ¡Y ... cómo lo ha hecho! Empezando por su discurso en la isla, que tuvo el tono equivocado. Hagamos la comparación con el que hizo Ronald Reagan en el último año de su Presidencia en la Universidad Estatal de Moscú, mayo de 1988. Hay evidentes similaridades entre ambos textos como el mensaje central de que si se escucha al pueblo y se libera sus energías los ciudadanos harán maravillas. Pero había una diferencia muy sustancial, como muy bien ha señalado Stephen Sestanovich, un senior fellow en el «Council on Foreign Relations»: el tono de los discursos de cada uno de ellos. Así, mientras Reagan prefirió emplear el humor en Moscú y reírse de lo absurdo del sistema soviético mientras lanzaba pullas a los funcionarios apoltronados ante él, lo que le permitió ser desdeñoso sin necesidad de mostrarse tenso, Obama en La Habana se pasó todo el discurso hablando de sus «diferencias» con el régimen cubano, como si ese régimen político representara una alternativa aceptable a la democracia norteamericana, como si fuera un debate en el que había dos puntos de vista igualmente válidos.

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