Así será el año electoral en Latinoamérica: primera presidenta de México y reelección de Bukele

Esta estadística ha dado pie a que, más que de ciclo de izquierda (ciertamente fue ese el color político mayoritariamente elegido), en realidad el último quinquenio se haya consolidado como un periodo de voto de protesta: la pérdida de la bonanza económica del periodo anterior, agravada por la pandemia, acabó provocando desafección hacia el oficialismo y, en ocasiones, estallidos sociales.

De las seis elecciones presidenciales que tendrán lugar en 2024 (en general acompañadas también de las legislativas y, en algunos casos, de las locales o departamentales), en dos las encuestas marcan una victoria del oficialismo (El Salvador y México) y en otra de momento la apuntan, aunque la pugna está ajustada (República Dominicana). En otras dos los sondeos dan la delantera a la oposición, de manera amplia (Panamá) o moderada (Uruguay). Queda la cita prevista en Venezuela, cuya celebración este año -se estima que en diciembre- no es segura, aparte de que se trata de un proceso sin garantías manipulado por la dictadura.

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La primera jornada electoral será la del 4 de febrero en El Salvador, donde Nayib Bukele se presenta a la reelección a pesar de prohibirlo la Constitución, que solo permite más de un mandato presidencial si no es consecutivo. El Tribunal Supremo, compuesto por jueces designados por una Asamblea Nacional controlada por Bukele, dio el visto bueno a la candidatura en un proceso en el que se ha querido aparentar respeto a la legalidad con el paso a un lado dado por el propio presidente: Bukele dejó sus funciones presidenciales a su jefa de gabinete (nadie que vaya a hacerle sombra) mientras compite en la campaña electoral. Esta triquiñuela indica bien la destrucción institucional que Bukele está dispuesto a llevar a cabo para seguir en el poder. De momento, con alta popularidad por su lucha contra violencia de las maras, tiene la reelección asegurada.

En México la disputa está entre Claudia Sheinbaum, 'heredera' del presidente de izquierda López Obrador, y Xóchitl Gálvez, candidata de derecha que aglutina a toda la oposición. Tras una inicial buena acogida, la campaña de Gálvez no ha descollado y las encuestas le adjudican un 30% de intención de voto, frente al 52% de Sheinbaum. Aunque queda medio año para las elecciones del 2 de junio, no parece que vaya a darse un vuelco (tampoco que lo fuera a protagonizar el candidato aún no designado de Movimiento Ciudadano). En cualquier caso, México se prepara para tener la primera presidenta de su historia.

El país donde el oficialismo está con peor salud demoscópica es Panamá, donde el 5 de mayo puede ganar el expresidente Ricardo Martinelli. A pesar de su condena por corrupción, la inconformidad social con la gestión del actual gobierno puede darle el triunfo. Las urnas también darán inicio a un proceso de cambio de Constitución, lo que augura un tiempo de disputa política nacional, por más que de momento ningún movimiento de izquierda tiene fuerza para romper ciertos consensos que han prevalecido en Panamá.

En República Dominicana el presidente de centroderecha Luis Abinader buscará un segundo mandato el 19 de mayo. Los aceptables datos macroeconómicos podrían ayudarle, si bien la línea exitosa del país no se asocia con un único gobierno. Entre sus contrincantes está el expresidente Leonel Fernández, que tuvo una estrecha relación con el chavismo en su anterior periodo presidencial.

Las elecciones en Uruguay serán el 27 de octubre, con primarias en junio. A falta de designar candidatos, el bloque de izquierda del Frente Amplio va por delante en las encuestas, por su mayor sentido de coalición. El presidente Luis Lacalle Pou no puede concurrir a la reelección; su candidato del Partido Nacional deberá competir en las primarias con los otros cuatro partidos del oficialismo.

Las circunstancias que deberán gestionar en 2024 tanto esos nuevos gobiernos como los demás no son especialmente propicias para un desempeño que genere gran satisfacción en los ciudadanos. Por un lado, la mayor polarización política, fenómeno común a buena parte del mundo, aumenta las tensiones en los debates nacionales. Por otro, la ralentización económica -con un aumento del PIB en la región de solo el 2,2% en 2023 y la previsión de un 1,9% en 2024, según el más reciente avance de la CEPAL- hace que el escaso crecimiento no cubra bien el aumento poblacional y suponga un deterioro en los niveles de vida.

Esto último afectará especialmente a Sudamérica (con un crecimiento en 2024 del 1,4% del PIB), mientras que Centroamérica tendrá una mejor actuación, con un aumento del 3,2%, que es justamente el que se pronostica para México: el flujo de capital extranjero recibido en 2023 a pesar de las deficientes políticas de López Obrador en cuanto a inversión puede explicar el viento a favor que empuja la candidatura de Sheinbaum.