Filibusterismo en Estados Unidos: cuando la política se hace rehén de las palabras
El bloqueo es un arma política poderosa pero de doble filo desde Julio César. Biden soporta hoy la mayor presión en décadas para eliminar una artimaña legislativa que provoca la obstrucción de medidas e interesa a ambos lados del espectro ideológico norteamericano
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Iniciar sesiónLos ‘padres fundadores’ de EE.UU. eran bien leídos. Los Washington, Jefferson, Adams o Franklin devoraron de Shakespeare a Cervantes -el primer presidente del país compró un ‘Quijote’ el mismo día en que se adoptó la Constitución de EE.UU. en 1787- y de Locke ... a Kant. Por supuesto, también los clásicos, en quienes se fijaron no solo para levantar edificios públicos con columnas y frontones partidos. Lo hicieron para inspirarse en sus instituciones democráticas primitivas y realizar el sueño -de ejecución todavía imperfecta- del ‘We The People’ de su Constitución, el gobierno del pueblo para el pueblo; y de que «todos los hombres son creados iguales» de su Declaración de Independencia.
Aquellos revolucionarios ilustrados no incluyeron en su diseño constitucional el ‘filibuster’ u obstruccionismo legislativo , una artimaña que, casi 250 años después de la fundación del país, tiene a su sistema político maniatado. Por ese instrumento, la mayoría de las decisiones que toma el Senado requieren una mayoría de sesenta de los cien senadores.
En los últimos años, el bloqueo constante al que las minorías -de uno y otro partido- pueden someter al Senado, lo han convertido en un órgano disfuncional . Quienes sufren ahora los rigores del ‘filibuster’ son los demócratas -que tienen una mayoría por la mínima en la cámara alta- y Joe Biden. La ambiciosa agenda legislativa del presidente de EE.UU. está marcada por las limitaciones de esta mayoría reforzada que, en una era de polarización máxima, es difícil de conseguir. El último ejemplo significativo es el de la negociación de la suspensión o elevación del techo de deuda, un asunto embarrado desde hace meses entre republicanos y demócratas, que amenaza con poner al país en situación de impago y que solo se ha despejado de forma temporal hasta diciembre.
Si los ‘padres fundadores’ no exigieron mayorías reforzadas para la aprobación de leyes en el Senado y en la Cámara de Representantes quizá es porque conocían bien la historia del primer ‘filibuster’. La contó Plutarco, y su protagonista fue Catón el Joven , el influyente político romano que lideró a los optimates, la facción conservadora del Senado, y se enfrentó a Julio César.
Hasta que caía el sol
Catón, un político agresivo y con genio dialéctico, entendió el mecanismo de eternizar las sesiones del Senado romano con intervenciones interminables para obstruir decisiones que no le interesaban. El anochecer marcaba el final oficial de las sesiones del Senado romano, y Catón hablaba hasta que caía el sol.
Fue el primer gran ejemplo de cómo se puede bloquear un Senado y las consecuencias perniciosas que puede tener . Lo hizo durante meses para enfrentarse a las exigencias de los cobradores de impuestos de Roma en sus provincias, lo que hizo peligrar la financiación de la metrópoli. Hasta Cicerón protestó . Después desbarató de igual manera los planes de Pompeyo: como general, prometió a sus tropas un trozo de tierra para cultivar de regreso a Roma. Catón y los optimates, temerosos de la popularidad que eso daría a Pompeyo, lo bloquearon en el Senado, para disgusto de los veteranos militares. En un tercer ‘filibuster’, impidió a Julio César celebrar su campaña triunfal en Hispania a la vez que presentarse para el cargo de cónsul.
El obstruccionismo procuró mucho poder a Catón , pero también separó en ocasiones al Senado de los intereses de la República y le trajo muchos enemigos (el principal, Julio César).
El más ‘pop’ de los ‘padres fundadores’, Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro y de inmensa fama póstuma por el popular musical de Broadway, advirtió muchos siglos después de los peligros de implantar un ‘filibuster’ de manera formal, es decir, de exigir mayorías reforzadas para el proceso legislativo convencional . «Si una minoría pertinaz puede controlar la opinión de la mayoría» -escribió en 1787 en uno de los ‘ensayos federalistas’- acaba con la consecuencia de que las acciones del Gobierno «son suspendidas de forma perjudicial o derrotadas por completo». El resultado, según Hamilton, es la «debilidad, a veces en el borde de la anarquía».
Hamilton murió en 1804 a manos de su archienemigo, Aaron Burr. Fue en un duelo a pistoletazos en Weekhawken (New Jersey), en la orilla del Hudson frente a la de Manhattan, porque en Nueva York esa práctica estaba castigada con la pena de muerte. Burr era entonces vicepresidente de EE.UU. -la polarización política era entonces menos civilizada- y, como impone la Constitución, presidente del Senado. Antes de dejar su puesto en 1805, recomendó a los senadores que limpiaran los reglamentos de la Cámara Alta y se deshicieran de la norma que permitía a una mayoría simple cerrar el debate sobre una propuesta legislativa para pasar a su votación. Entonces se vio como algo inocuo -no se utilizaba apenas- y los senadores aceptaron su sugerencia.
La consecuencia es que cualquier senador ahora podría alargar el debate de forma ilimitada como una manera de impedir que avanzara una medida.
La artimaña legislativa permaneció en estado durmiente más de tres décadas, sin que los legisladores repararan en ella. En 1841, la despertó una disputa entre el partido ‘whig’, liderado por Henry Clay, y los demócratas, liderados por Thomas Hart Benton y John Calhoun. Estos descubrieron que no había norma efectiva para impedir alargar el debate a su antojo con objeto de evitar votar una norma y lo hicieron durante diez días.
Desde entonces, la práctica empezó a ganar peso en el Senado. Fue también cuando recibió el bautizo de ‘filibuster’ , adoptado del español ‘filibustero’ -que venía del holandés ‘vrijbuiter’-, como se conocían a las expediciones militares estadounidenses que sangraban a las colonias españoles en América en el siglo XIX y trataban de capturar territorios y explotarlos a través de la esclavitud. Ahora a quien tenían cautivo era al impulso legislativo.
En el siglo XX, el Senado trató de establecer límites o encontrar maneras para evitar el ‘filibuster’. En 1917, se impuso que se acabara el debate si dos tercios de los senadores presentes estaban de acuerdo. En 1975 se rebajó a 60 . Y otros cambios más recientes han creado excepciones para asuntos de urgencia: por ejemplo, para aprobar leyes presupuestarias -la opción por la que Biden podrá salvar parte de su agenda socioeconómica- o para confirmar a jueces.
Una artimaña legislativa para bloquear la política. El ‘filibuster’ ha sido el mecanismo más utilizado para evitar la equiparación legal entre personas de diferentes razas
Recetas de ostras fritas
Estas últimas reformas ‘domesticaron’ al ‘filibuster’ también en las formas. Hasta la década de 1970, el obstruccionismo había que hacerlo como Catón el Joven: desde la tribuna y sin parar de hablar. Pero los senadores modernos tenían en contra a la electricidad : la Cámara Alta no cerraba la sesión por el anochecer, lo que les obligaba a prolongar sus discursos toda la noche. Por supuesto, los filibusteros legislativos se quedaban sin nada que contar. En 1935, Huey Long, senador demócrata por Luisiana, se plantó para obstruir una de las leyes del ‘New Deal’ de Franklin D. Roosevelt. Acabó leyendo la Constitución y recetas de ostras fritas y caldos típicos. A las cuatro de la mañana, tras más de quince horas de discurso, tuvo que ir al baño y perdió su batalla.
Con la épica que acompaña al ‘filibuster’, era cuestión de tiempo que acabara en la cultura popular. El ejemplo más conocido es la película ‘ El caballero sin espada ’, el clásico de Frank Capra, con un senador idealista y comprometido , que borda James Stewart, y que colapsa en las alfombras de la Cámara alta tras un discurso eterno y emotivo. Después ha tenido presencia en muchos otros éxitos, desde los ‘Simpson’ a ‘El ala Oeste de la Casa Blanca’.
En otras ocasiones, ha servido para impulsar carreras políticas. Lo hizo el republicano Ted Cruz, cuando habló durante más de 21 horas en 2013 para tratar de arruinar la financiación de ‘Obamacare’ , la reforma sanitaria de Obama. Era más espectáculo legislativo que otra cosa porque para entonces ya estaba establecido el ‘filibuster silencioso’, por el que se impide la votación sin tener que seguir debatiendo si no hay 60 votos.
El propio Obama ha sido la voz política más influyente en la exigencia de acabar con el ‘filibuster’. El año pasado, mientras se debatía en el Congreso el impulso de reformas para fortalecer el derecho al voto de minorías, lo calificó de «reliquia de Jim Crow», en referencia al periodo del siglo XX en el que se estableció la discriminación legal de la minoría negra en EE.UU.
El ‘filibuster’ ha sido el mecanismo más utilizado para evitar la equiparación legal entre personas de diferentes razas: desde la negativa a eliminar la esclavitud de los estados sureños en el siglo XIX, a la oposición a las leyes contra la discriminación en el XX. De hecho, el ‘filibuster’ más largo de la historia lo protagonizó el demócrata Strom Thurmond, de Carolina del Sur, que habló en 1957 durante más de 24 horas -apoyado en tragos de zumo de naranja y trozos de hamburguesa- para oponerse a una ley contra la segregación.
La realidad de la política estadounidense es que los políticos lo odian y lo aman en función de las circunstancias. Saben que matarlo puede ser un bumerán . Donald Trump pidió a los republicanos que lo eliminaran en 2017, con su agenda legislativa bloqueada. Hoy lo consideraría un abuso de los demócratas.
Biden siempre ha estado a favor de mantenerlo y este año, maniatado por el ‘filibuster’, ha insinuado que habría que recuperar su versión ‘hablante’ -exigir que los legisladores debatan en persona hasta la extenuación- y que es una «posibilidad real» que lo quiten para salvar la papeleta del techo de deuda. En 2013, los demócratas lo eliminaron para poder confirmar a jueces federales y los republicanos pusieron el grito en el cielo. En el año 2017, los últimos lo tumbaron para los magistrados del Supremo y los primeros se indignaron.
Más presión que nunca
El ruido - entrevistas, declaraciones, tribunas, ensayos académicos - sobre la eliminación del ‘filibuster’ ha crecido de manera exponencial este año.
La presión hacia Biden y los demócratas para que den el paso es la mayor en décadas. Pero no será nada fácil. Primero, porque hay senadores centristas de su bancada -Joe Manchin, Krysten Sinema, entre otros- que se oponen, y, con una mayoría exigua, no se pueden permitir defecciones . Pero también porque el Senado se renueva en parte el año que viene y esa mayoría se podría esfumar y dar todo el poder a los republicanos. El ‘filibuster’ es -desde Catón el Joven- un arma poderosa. Pero de doble filo.
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