¿Para qué sirve el Senado de Estados Unidos?

La gestión de la pandemia del nuevo Gobierno de EE.UU., la expansión de la sanidad pública, la nueva fiscalidad, los cambios en energía y medio ambiente pasan por la elección especial que Georgia celebra este martes para sus dos escaños vacantes en la Cámara Alta, ya que ningún candidato alcanzó una mayoría del voto popular el 3 de noviembre.

Como en las elecciones presidenciales, estos comicios han sido extremadamente reñidos, muy costosos e imposibles de predecir. En parte por la gran cantidad de voto adelantado y en parte por la enorme polarización. En Georgia, pese a los vergonzoso intentos de extorsión de Trump después de haberse contado tres veces todos los votos emitidos, Biden ganó por 11.799 sufragios.

Otro destacado factor para entender Georgia es su cambiante mapa político, que en contraste con sus vecinos del Sur profundo se inclina cada vez más hacia el lado de los demócratas. Si estos ganan los dos escaños de Georgia, el balance de fuerzas en la Cámara Alta quedará 50-50 y la vicepresidente Kamala Harris podrá romper ese empate a favor de la agenda legislativa de la Administración Biden.

El problema es que el Senado hace tiempo que dejó de ser «el mayor órgano deliberativo del mundo», donde se atemperaban a través del consenso todos esos calentones legislativos de la Cámara Baja. El club más exclusivo del mundo -gracias en buena parte al filibusterismo y la necesidad de una mayoría reforzada de sesenta senadores para cualquier decisión relevante- ha perdido su lustre para convertirse en el gran cuello de botella de la política americana.