Artillería y bombardeos: Rusia lanza la «estrategia siria» de destrucción en la guerra de Ucrania

Seis misiles de crucero Kalibr contra Leópolis, bombardeos aéreos sobre la ciudad de Lviv o el teatro de Mariúpol donde se encontraban niños y mujeres, ataque en Chernígov donde murieron diez personas en la cola del pan o las primeras andanadas sobre Kiev y Odesa han sido algunas de las acciones del Ejército ruso durante esta última semana. Las imágenes de devastación de Járkov , que sufre esta estrategia desde los inicios de la guerra, comienzan a recordar a otras ‘ciudades mártires’ de la guerra como Grozni o Alepo.

A todo esto hay que sumar el empleo ayer del misil hipersónico Kinzhal , aunque fue utilizado para atacar un arsenal militar ucraniano, según informó Moscú. Se trata de un misil balístico que puede ser lanzado desde un avión Mig-31 para destruir objetivos terrestres. Alcanza objetivos a 500 kilómetros.

La n ueva estrategia de destrucción del Kremlin cala entre la población ucraniana que pide en redes sociales que no se comparta la ubicación de los refugios o los hospitales para evitar ponerlo en conocimiento de Rusia. Son mensajes de ‘whatsapp’ en cadena que difunden consejos de personas que fueron testigos de los bombardeos en aquel país árabe: «Espero que los ucranianos aprendan rápido las lecciones que los sirios tuvieron contra Rusia. Nunca revelen los refugios de mujeres o niñas, los centros de atención médica o de suministro de alimentos».

Para las fuentes militares , el estancamiento del ejército ruso esta semana ha tenido como consecuencia el empleo de armas más contundentes para llevar a cabo esta estrategia. «No pueden hacer otra cosa. Además, si se meten en las ciudades puede ser una carnicería para el propio ejército ruso. La estrategia siria es más segura para ellos en este momento», indica otra fuente militar en activo.

«La clave es que el ejército y la población ucraniana están dando una lección al mundo de cómo se combate a una fuerza invasora. Gracias también al apoyo de algunos países con armamento o municiones de Reino Unido y otros países de la OTAN y la UE o el entrenamiento previo de fuerzas de EE.UU.», insisten.

Precisamente esa «feroz resistencia» del Ejército ucraniano es una de las razones de la nueva vuelta de tuerca de la guerra de Putin cuyo plan inicial era lanzar una guerra relámpago en tres frentes (norte a Kiev, este a Járkov y sur hacia Odesa) que derribase al Gobierno de Zelenski.

La efectividad de los sistemas de armas anticarro pesado Javelin o NLAWS sumados a los lanzagranadas como los enviados por España (C-90 de la empresa Instalaza) es un gran contratiempo para el avance ruso.

Sin embargo, estos contratiempos añaden más incertidumbre al nuevo rumbo que Putin quiera tomar en la guerra: «Es que Putin no va a aceptar una derrota. No es solo ya una cuestión de que se vayan a intensificar los bombardeos o el fuego de artillería indiscriminado... Otra posible opción, que pone los pelos de punta y a la que ya se ha referido el propio secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, es el uso de armas químicas para romper las líneas de defensa. Como ya sucedió en Siria».

La ‘tesis química’ permitiría a Putin alcanzar algunos objetivos sin recurrir al arrasamiento de las ciudades, una táctica que, según los analistas militares, Rusia debería evitar: «A priori, Putin no se puede permitir borrar del mapa las ciudades de Ucrania, como sí hizo en Siria. La opinión pública de Europa está mucho más vigilante ahora que en aquel conflicto. Y ciudades como Kiev u Odesa tienen un valor simbólico para Rusia».

¿Y qué armas está empleando el ejécito ruso en esa nueva fase de la guerra del ‘martillo pilón’? El lanzador de cohetes múltiple Tornado-S -en servicio desde 2020- y su variante menos avanzada BM-30 Smerch junto a los lanzacohetes BM-21 Grad son la punta de lanza de los bombardeos vía terrestre por «fuego de saturación».

Este plano tierra-tierra se completa con el uso del sistema TOS-1 que tienen capacidad para lanzar 24 cohetes con carga termobárica (similares a las empleadas en Siria), con misiles de corto alcance Iskander-M (a 320 kilómetros) o la artillería de tubo rusa autopropulsada y remolcada.

Desde el mar, los bombardeos rusos también se han efectuado. Con los buques apostados en el mar Negro y que amenazan a Odesa con un próximo desembarco anfibio. Así, los misiles Kalibr son los empleados para castigar los objetivos seleccionados. Pueden alcanzar una distancia de 2.000 kilómetros. Este misil es el equivalente ruso al Tomahawk estadounidense.

En cuanto a aviones, los más capaces de la fuerza aérea rusa para bombardear serían el caza Sukhoi Su-34 y el bombardero estratégico Tupolev Tu-22M, aunque del empleo de éste último no hay constancia aún.

La lógica militar dice que el empleo masivo de los Sukhoi sería lo más efectivo para Rusia en esta fase de la guerra. Con los Su-25, Su-34 o Su-30SM mientras los Su-35S y otros Su-30 dan cobertura aérea, pero esto es justo lo que no se ha visto hasta ahora. ¿Lo guarda Putin para otra fase de la guerra, se teme a los misiles antiaéreos y Stinger que tiene Ucrania o falta adiestramiento para utilizarlos? He ahí uno de los misterios estratégicos militares de la guerra en Ucrania.