«Después de 800.000 muertos no hemos aprendido nada en Ruanda»
Paul Rusesabagina, quien salvara la vida a cerca de 1.200 personas durante el genocidio de 1994, desgrana en ABC su cruzada contra el actual Ejecutivo de Paul Kagame
EDUARDO S. MOLANO
«Ruanda es la peor dictadura que he visto». El autor de estas palabras tiene cierto criterio de autoridad. En 1994, Paul Rusesabagina, gerente del Mille Collines de la capital ruandesa, Kigali, utilizó sus conexiones con la élite hutu para refugiar en este hotel a ... cerca de 1.200 tutsis (y hutus moderados), durante el genocidio que se cobró la vida de cerca de 800.000 personas. Sus esfuerzos para salvar tan ingente masa poblacional fueron llevados incluso al cine , en la afamada «Hotel Rwanda».
Sin embargo, veinte años después, Rusesabagina es un paria, un presunto terrorista que no puede volver a su país. Un héroe del pasado a quien el Gobierno de Paul Kagame acusa de subvencionar las actividades delictivas de los rebeldes hutus de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), que operan fundamentalmente en el cruce de caminos de la frontera entre República Democrática del Congo y Ruanda.
«En los últimos tiempos, el Gobierno de Kagame están intentando por todos los medios lograr encarcelarme, mantenerme callado. Pero no cuentan con una sola prueba convincente de sus acusaciones. Sus argumentos son unos presuntos recibos de pagos de 1.800 dólares a los rebeldes ¿Quién se cree que un Ejército se subvenciona con 1.800 dólares? Ni luchando con palos y piedras...», asegura en conversación con ABC.
En 2010, el fiscal general de Ruanda, Martin Ngoga, aseguraba que las ocupaciones filantrópicas de este héroe pasado se habían centrado a otros menesteres, como la subvención de las actividades delictivas de la líder opositora, Victoire Ingabire.
«Tenemos las fechas de las transacciones realizadas. El dinero fue enviado desde Estados Unidos (donde, junto Bélgica, Rusesabagina pasa parte de su exilio) a diferentes cuentas bancarias de Tanzania y Burundi, todas ellas pertenecientes a los rebeldes del FDLR», aseguraba la fiscalía.
Entonces, Ingabire -conocida con el sobrenombre de «la Mandela de Ruanda»- fue detenida bajo la acusación de negación del genocidio y colaboración con el FDLR; una guerrilla formada en el Congo por exmiembros de las antiguas milicias Interahamwe y militares ruandeses, autores del genocidio de 1994. Según la acusación del régimen de Kagame, Ingabire (de manos de Rusesabagina) «ofreció apoyo político y financiero a los rebeldes».
Acaparamiento de poder
Mientras, ajeno a estas acusaciones y desde el podio moral que otorga la fama, el antiguo gerente del hotel Mille Collines es ahora uno de los más críticos con el acaparamiento de poder llevado a cabo por la minoría tutsi, liderada por el presidente Kagame.
«Es una vergüenza que, veinte años después, no hayamos aprendido de la historia lo que ocurrió en 1994. El Gobierno actual está haciendo cosas peores que líderes previos al genocidio», reconoce a este diario Rusesabagina, quien domina los silencios como pocos.
El disidente recuerda el caso de Patrick Karegeya, exlíder de la Inteligencia del país africano y antiguo aliado del presidente Paul Kagame hasta su caída en desgracia, quien fue encontrado estrangulado en un hotel de Johannesburgo (Sudáfrica) a principios de año.
«Mi casa de Bruselas (Bélgica) ha sido asaltada hasta cinco veces en los últimos tiempos», asegura al ser inquirido sobre si teme por su vida. «¿Quién lo hizo? Eso es la pregunta principal. Pero ¿por qué los intrusos entran en mi casa para robar documentos sobre mis propiedades en Ruanda?», destaca.
Para el ahora líder opositor, «en Ruanda no hay espacio político. No hay libertad de expresión. Los derechos humanos son violados con asiduidad». En este sentido, Rusesabagina rememora el radical proceso emprendido, desde el genocidio, por el Gobierno Kagame para extender el inglés como lengua nacional, en detrimento del clásico francés. Todo ello, a pesar de que el primero tan solo es hablado por la élite (como tantos otros refugiados tutsis, el presidente Kagame pasó gran parte de su juventud en la vecina Uganda, siendo notoria su influencia anglosajona).
Entretanto, las heridas del genocidio continúan sin ser cerradas. A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional.
Establecido desde 1995 en la ciudad tanzana de Arusha, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (ICTR) ha llevado a cabo cerca de 50 juicios con 29 resoluciones. Sin embargo, la mayoría de los «peces gordos», tales como Félicien Kabuga, quien alimentó los crímenes desde la Radio Télévision Libre des Mille Collines, de la que era propietario, continúan en paradero desconocido.
«Quizá los ruandeses debemos sentarnos, hablar de lo ocurrido, de quién hizo qué, sacar la verdad. El perdón será entonces la mejor solución. Olvidar nunca. No tenemos ese derecho», asevera Rusesabagina en una cadencia de palabras convertida en acicate de conciencias.
«Podemos silenciar a la gente una, dos veces. Pero tres veces es demasiado», reconoce un héroe de la comunidad internacional, convertido en paria por su propio Gobierno. «Ruanda es un volcán que puede volver en erupción en cualquier momento», lamenta.
«Después de 800.000 muertos no hemos aprendido nada en Ruanda»
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete