El islamismo radical se apunta al caos de República Centroafricana
Se teme que grupos terroristas como los nigerianos Boko Haram estén tejiendo sus redes en el conflicto regional
EDUARDO S. MOLANO
Primero fueron los paralelismos con el genocidio de Ruanda . Después, la presunta entrega en bandeja de plata del conocido líder rebelde Joseph Kony . En los últimos días, la crisis política y humana de República Centroafricana busca lograr su espacio mediático a golpe de ... sonoro titular. No bastan los evidentes crímenes de guerra cometidos en sus fronteras, el listón es demasiado alto.
El último elemento en golpear el avispero ( «la crisis no es religiosa, es -sobre todo- económica y política» , asegura Nestor Desire Nongo Aziagbia, obispo de la ciudad de Bossangoa. Conviene escucharle) parece ser el islamismo radical.
En declaraciones a VOA , el secretario general adjunto a operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, Edmond Mulet, reconocía esta posibilidad.
«No creo que (con la milicia somalí de) Al Shabab, pero ciertamente con Boko Haram tenemos indicios de algún tipo de presencia aquí», asegura Mulet.
Recientemente, el grupo nigeriano había extendido su telaraña criminal al norte de Camerún con el secuestro de un sacerdote francés . La expansión territorial del grupo parecía entonces «lógica». En 2002, ante la crisis económica que asolaba el norte del Nigeria (de mayoría musulmana), cerca de 200 estudiantes de clase alta decidieron establecerse, junto al líder religioso Mohamed Yusuf, en un campamento cercano a la frontera con Níger.
El nombre de esta comuna -Afganistán- dejaba pocas dudas sobre las intenciones del grupo: establecer un gobierno islamista en la región.
Sin embargo, fue curiosamente la muerte de su líder lo que radicalizó al grupo. El 30 de julio de 2009, Yusuf fallecía en un enfrentamiento con las fuerzas armadas tras, presuntamente, intentar escapar después de haber sido detenido momentos antes. Durante esos días, al menos 186 personas perdieron la vida en la ola de violencia causada por su captura.
Desde entonces, la diplomacia del «Tomahawk» se ha convertido en el único modo de vida de estos talibanes africanos: ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. Ese mismo año, en varios ataques sincronizados contra templos cristianos durante el día de Navidad, el grupo asesinaba a 86 personas.
Y su biografía mortal no deja de dilatarse. Solo desde 2009, el grupo se ha cobrado la vida de al menos 3.000 personas.
Las armas libias
De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas a comienzos del pasado año, la rebelión en Libia frente a Muamar Gadafi habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso de los islamistas nigerianos de Boko Haram.
«A pesar de los esfuerzos (de las democracias regionales) para controlar sus fronteras, grandes cantidades de armas y municiones de los arsenales libios fueron introducidos de contrabando en la región desértica», denunciaba un informe realizado por un panel de control de la propia ONU. En él se detalla todo tipo de material de guerra, de granadas a misiles antiaéreos . «Las armas fueron desviadas por ex combatientes libios, tanto regulares del Ejército como mercenarios que combatieron en nombre de Muammar Gadafi», añade.
Las sinergias no se limitaban, eso sí, a nostálgicos «gadafistas». Solo unos días después de esta denuncia por parte de Naciones Unidas, rebeldes tuareg del Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA) y los islamistas de Ansar Dine amenazan con abrir un nuevo horizonte ideológico en Malí. Todo ello, cortesía del arsenal heredado desde Libia: Después de luchar por Gadafi, los grupos armados tuaregs decidieron cobrarse un sobresueldo antes de regresar a Malí.
No sería la única la única crisis heredada del conflicto libio. Un año después, Naciones Unidas volvía a advertir que las armas distribuidas desde Libia se estaban extendiendo a un «ritmo alarmante» , alimentando conflictos como los de Malí o Siria.
Herencia libia
«El tamaño significativo de algunos envíos y su logística sugieren que las autoridades locales libias podrían estar, al menos, al tanto de las transferencias, cuando no directamente involucrados», destacaba el documento.
De nuevo, los efectos fueron inmediatos. En febrero, siete trabajadores extranjeros de la empresa de construcción libanesa Setraco eran capturados (y posteriormente asesinados) en el Estado nigeriano de Bauchi, por la milicia islamista Ansaru , facción generada meses antes por exmiembros de Boko Haram.
«La mayoría de estos grupos se están sirviendo de las armas heredadas por el conflicto de Libia», reconocía entonces a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales.
Ahora, quizá espera el avispero de República Centroafricana.
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