La ONU alerta del peligro de genocidio en la República Centroafricana

«Cada vez hay más y más violencia sectaria porque Seleka la emprendió con iglesias. Ahora, los cristianos han creado milicias de autodefensa y están tomando represalias contra los musulmanes», reconocía Gerard Araud, embajador francés ante la ONU.

Más pesimista se mostró Adama Dieng, asesor especial para la Prevención del Genocidio. «Mi sensación es que esto va a terminar con las comunidades cristianas y musulmanas matándose unos a otros , lo que significa que, si no actuamos ahora con decisión, no voy a descartar la posibilidad de que ocurra un genocidio», aseguró el pasado viernes.

Desde el comienzo de la revuelta, los amotinados exigieron «el respeto por los acuerdos de paz de 2007» que implicaban la reintegración de los rebeldes en las fuerzas armadas (en una fórmula similar a la utilizada en 2009 al este de la República Democrática del Congo con la insurgencia local), así como la liberación de todos los presos políticos.

Sin embargo, en los últimos meses, el grupo dista mucho de ser homogéneo . Primero, ante los intereses cruzados y la llegada de nuevos sediciosos a la alianza. Ya en diciembre en 2012, el expresidente Bozizé denunciaba cómo la alianza se estaba sirviendo de mercenarios provenientes de Chad, Sudán y Nigeria bajo la promesa de ser recompensados con las ingentes reservas que dispone el país de oro y diamantes. De igual modo, la organización Amnistía Internacional aseguraba la pasada semana en un informe que al menos 3.500 niños soldado habían sido reclutados por el movimiento.

Sin agenda clara

Segundo, desde el comienzo, la falta de una agenda clara. Solo unas horas después de que Michel Djotodia, líder del Sekela se autoproclamara presidente del país, Nelson N'Jadder, portavoz de la Convención Patriótica de Salvación, otro grupo rebelde también perteneciente a la coalición amotinada, aseguró que sus combatientes no reconocían al nuevo liderazgo.

« Seleka no tiene ningún programa o estructura política , tampoco ideología clara ni exigencias precisas», señalaba en diciembre el analista Alain Lamessi.

Mientras, y ante esta anarquía política, los enfrentamientos se recrudecen en el país: En los últimos meses, cerca de 400.000 civiles han sido desplazados por la violencia y los muertos se cuentan por centenares.

«Tengo la impresión de que es como en 1994 en casa», aseguraba Eugene Richard Gasana, embajador de Ruanda ante la ONU, rememorando el genocidio ocurrido en su país.