La «revolución silenciosa» de las postales contra la «esclavitud» de las cartas hasta en las peores guerras
La primera tarjeta se envió en 1869 en el Imperio Austro-Húngaro y durante un siglo y medio decenas de millones de ellas recorrieron el mundo cada año
El librero madrileño de las 40.000 postales
Desde la primera postal de 1869 (arriba en el centro), esta es una evolución de las tarjetas
«Como todos los grandes inventos, la postal ilustrada ha provocado una revolución silenciosa en nuestros hábitos. Nos ha librado en secreto de la fatiga de escribir cartas. Todavía hay hombres que recuerdan los días en que se consideraba necesario y delicioso escribir cartas a ... los amigos. Eran tiempos de ocio. Felizmente, la postal ilustrada ha liberado al autor moderno de esa esclavitud», escribía James Douglas en 1893.
La sorpresa mostrada por el célebre periodista londinense, sin embargo, llegaba con veinte años de retraso. En realidad, la primera tarjeta postal se había enviado el 1 de octubre de 1869 en el Imperio Austrohúngaro, pero el redactor parecía descubrir sus beneficios ahora: «Antes, cuando un hombre iba al extranjero, se veía obligado a apartarse del escenario para escribir laboriosas descripciones a sus amigos. Ahora, simplemente, compra una postal en cada estación, garabatea unas palabras y las envía, lo que realza los placeres de viajar», insistía.
En realidad, la idea original fue de Heinrich von Stephan, responsable de Correos del Imperio Alemán, quien en una conferencia en 1865 habló de la 'postblatt', una especie de 'hoja de correo abierto' con forma de talonario como medio alternativo a las «obsoletas cartas» que, ya en el siglo V a. C., escribían historiadores como Heródoto y Tucídides. Su propuesta, sin embargo, no tuvo éxito.
El mérito fue para Emanuel Herrmann, que creó y envió esa primera postal cuatro años después. Era una cartulina sin sobre y con el sello de franqueo ya impreso, por lo que no había que comprarlo aparte. El objetivo de este economista austriaco era crear un medio de comunicación menos laborioso, más breve y menos costoso que la correspondencia tradicional. Fue útil también para abrir el mercado a las personas con un nivel de alfabetización menor. La propuesta, esta vez sí, entusiasmó al director de Correos de Viena, Adolf Maly.
Veinte palabras
El texto era visible y el mensaje, de unas veinte palabras, no era confidencial. Herrmann envió la primera a un tal «señor Szegedy» desde la localidad de Perg hasta Kirchdorf, a 250 kilómetros de distancia. Solo tardó un día en llegar. Con un lenguaje cordial, le preguntaba a su receptor si quería visitarlo. El Museo de la Comunicación de Berlín la mostró hace cinco años en la exposición 'Más que palabras. 150 años de saludos postales', despertando la curiosidad de miles de visitantes a pesar de no contener imagen. Los primeros dibujos e ilustraciones llegaron en 1871, lo que supuso un gran impulso para que empezaran a coleccionarse y se crearan asociaciones y publicaciones especializadas.
Ese mismo año, la prensa española se hizo eco por primera vez de este fenómeno que se extendía por Europa a la velocidad del rayo. «El señor Sagasta [presidente del Gobierno] ha tomado disposiciones para el establecimiento de las postales que tan excelentes resultados están dando en otras naciones», se leía en 'La Época'. En 1872, el diario 'El Tiempo' informaba de que «pueden expedirse tarjetas dobles en España, una de cuyas mitades sirve para la respuesta, en su último grado de perfección». Y, en 1873, 'El Americano' añadía que «este nuevo método de correspondencia que tan felizmente multiplica las relaciones familiares y comerciales se usa ya en Francia, Austria, Suiza, Bélgica…».
El número de postales creció sin parar desde Chile a Japón. En 1874 se celebró en Berna el primer congreso de la Unión Postal General, precursora de la actual Unión Postal Universal, organismo de la ONU que se encarga de fomentar la colaboración internacional en materia postal. Las postales comenzaron a cruzar fronteras sin tener que adaptarse a las leyes y tarifas de cada país.
La imágenes
Las fotografías se incluyeron en 1893, dando paso a los modelos actuales. Su éxito fue de nuevo inmediato y, en poco tiempo, se dio paso a su edad de oro entre 1900 y la Primera Guerra Mundial. «Querida Gladys. Estamos en las trincheras y los cañones no dejan de disparar. Hace mucho calor. Perdona esta postal, es lo único que tengo. Con afecto, tu George», escribía un soldado británico desde el frente francés en 1917.
La mayoría de las tarjetas se editaron con procedimientos fotomecánicos, sobre todo la fototipia. Eso permitió abaratar aún más los costes y hacer rápidas tiradas de miles de ejemplares para satisfacer la demanda. En España, la empresa más importante fue Hauser y Menet, fundada en 1890 por dos fotógrafos suizos afincados en Madrid. Después, la de Joseph Marie Lacoste –o José Lacoste, como se le llamaba aquí–, que pasó de trabajar en una fábrica de curtidos a adquirir los fondos de Jean Laurent, fotógrafo francés que llegó a reunir 12.000 negativos de vidrio. Un tesoro.
El mundo cambiaba rápido, pero las postales continuaron con nosotros, sin competencia, hasta la aparición de internet. Siempre internet.