El desconocido detalle por el que ETA sentenció a muerte a Yoyes: «¿Sabes quién soy? Vengo a ejecutarte»
La primera dirigente de la banda terrorista regresó en secreto a España con la intención de reinsertarse y abandonar la vía de la violencia, cuando una conocida revista desveló su viaje de incógnito
Tras el misterio de Pertur, el disidente de ETA que desapareció sin dejar rastro en 1976
Madrid
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Iniciar sesiónEl 10 de septiembre de 1986, cuando paseaba con su hijo por una exposición de maquinaria agrícola en la localidad guipuzcoana de Ordizia, un hombre se acercó a María Dolores González Catarain, la primera dirigente que había tenido la banda terrorista ETA en ... toda su historia. Sus compañeros de armas y todo entorno de la izquierda abertzale la conocía, sin embargo, como 'Yoyes', el nombre con el que se la había obedecido y respetado hasta poco tiempo antes.
—¿Eres Yoyes?
—Sí.
—¿Sabes quién soy?
—No.
—Soy un militante de ETA y vengo a ejecutarte.
Yoyes se abalanzó contra su excompañero, el cual le preguntó de manera ingenua porque necesitaba confirmar su identidad. No la conocía físicamente y nunca había coincidido con ella en ninguna reunión de la jefatura del grupo independentista vasco. Sin embargo, el etarra reaccionó antes y consiguió realizar tres rápidos disparos que alcanzaron a Yoyes en la pierna derecha y en el tórax.
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Cuando esta cayó al suelo, el etarra la remató con un disparo en la cabeza, según la versión de su compañero de comando, José Miguel Latasa Guetaria, alias 'Fermín', que fue el encargado de seguirla los días previos y señalarla desde lejos cuando el asesino llegó al lugar. Al día siguiente, ETA reivindicó el crimen a través de un comunicado en el que la acusaba de «colaborador en los planes represivos del Estado opresor español y traicionar al proceso de liberación del pueblo trabajador vasco».
Estamos hablando de uno de los asesinatos más famosos de la historia de la banda terrorista, que por aquel entonces cumplía 27 años de vida y sumaba 493 muertos en su cuenta. Yoyes fue la víctima número 494. Más allá de la justificación dada por ETA en su comunicado, muy poca gente sabe a día de hoy qué fue lo que la puso en la diana de sus excompañeros, cuál fue el detalle que la delató y qué hizo que se convirtiera en la persona más odiada del movimiento de liberación vasco. Y tiene que ver con un reportaje de prensa.
La frontera
Retrocedamos en el tiempo hasta el sábado 11 de octubre de 1985 para entender lo que pasó. Al filo del mediodía, un Ford Fiesta metalizado se acercó al paso fronterizo del puente de Santiago, en Guipuzcoa. El policía pidió la documentación a la pareja que iba dentro con su hijo de tres años. Antes de que le diera tiempo a comprobar los datos en el ordenador, un inspector llegado esa misma mañana a la frontera le hizo un gesto con la mano para que los dejara pasar. Siguiendo las instrucciones de nada menos que el director de Seguridad del Estado, Julián San Cristóbal, ninguno de ellos dejó tampoco ninguna anotación escrita en los libros de registro.
El vehículo titubeó, pero finalmente arrancó y siguió su camino hasta San Sebastián sin que se produjera ninguna detención, a pesar de la orden de busca y captura que había impuesta sobre uno de los ocupantes. La fecha de entrada había sido meticulosamente elegida para hacerla coincidir con el fin de semana en que se celebraba la Fiesta Nacional de España, pues las medidas de seguridad fronterizas se relajaban y podían pasar lo más inadvertida posible. Todos estos datos los publicaba la revista 'Cambio 16', en un amplio reportaje de investigación realizado por José Díaz Herrera y Miguel Ángel Liso, un mes después de los hechos.
El titular: 'El retorno de la etarra'. Y es que aquellos dos adultos no eran espías, sino María Dolores González Catarain, alias 'Yoyes', una de las máximas dirigentes de ETA militar, que regresaba a España tras 12 años huida en el extranjero; su marido, el profesor del Liceo Santo Tomás, de San Sebastián, Juan José Dorronsoro Goicoechea, que había ido a buscarla a París el día anterior, y el hijo de ambos, llamado Akaitz. Aquel hecho marcaba uno de los momentos más importantes de la historia de la banda terrorista, cuyas consecuencias estuvieron bañadas de sangre con el posterior asesinato en plena calle de la exdirigente de la organización a manos de su excompañeros.
El editorial
Ya advertía el mismo editorial de la revista las consecuencias que la reinserción y regreso de Yoyes podía tener para para ella como para el futuro de la organización independentista: «El valiente regreso de la exlíder de ETA a Euskadi puede ser algo así como esa bolita de nieve que desencadara el alud de la reconciliación y de la paz entre los vascos. Prueba de ello es que las fuerzas de la violencia han reaccionado con furor extremo contra esa mujer pequeña y corajuda que ha decidido por sí misma poner fin a la barbarie que ella protagonizó hasta hace bien poco. Aúllan contra Yoyes porque ha decidido no matar más, y ello es imperdonable en esos ambientes de la paranoia y de la histeria donde la sangre de los otros es la única palabra».
La pregunta es si ETA perdonaría a Yoyes por haber abandonado la organización tras haberse convertido en un mito de la lucha contra el Estado español. Si le permitirían volver tranquilamente a casa, con su esposo, su hijo, sus padres y su trabajo y no volver a empuñar un arma. Eso podría hacer pensar al resto de terroristas si debían seguir matando o no. «Es la bomba de paz que amenaza al estrecho universo etarra de la muerte», calificaba 'Cambio 16'. Dos años antes, la banda había asesinado a Miguel Solaun, primer líder histórico que aceptó la reinserción, y en 1976, a Pertur, después de enfrentarse a los cabecillas más sanguinarios bajo la idea de que había llegado la hora de emprender el camino hacia la política.
Cuenta Begoña Aretxaga en el prólogo de 'Yoyes, desde la ventana' (Alberdania, 2005), diario personal de la ex dirigente, que durante aquellos días aparecieron acusaciones de traición pintadas en las paredes de su localidad natal, Villafranca de Ordizia, donde años antes se había retratado como una heroína: «Esta interpretación fue reforzada por aquellos que, desde un ángulo muy diferente, la veían como una líder de ETA arrepentida. El suceso más obvio se produjo cuando la revista progubernamental 'Cambio 16' publicó un número con el siguiente titular: 'El retorno de la etarra'. Tratar a Yoyes como líder de ETA suponía respaldar la percepción de traidora que el nacionalismo radical tenía de ella».
«Como si todo el mundo quisiera matarme»
En dicho diario, Yoyes dejó reflejado su temor a que la situación se fuera más allá de unos insultos y unas palabras de rechazo hacia su persona: «Es como si todo el mundo quisiera matarme». Para otros autores además de Aretxaga, el mencionado artículo de seis páginas –al que se sumó la portada con una fotografía a toda página de la terrorista, un editorial y otro artículo de dos páginas titulado 'Las claves secretas de la reinserción'– hizo saltar las alarmas en ETA y puso a la exdirigente en el punto de mira de sus excompañeros.
A partir de ese momento, 'el revuelo', como ella misma lo definió en su diario, fue imparable, al igual que la inquina de ETA. Ya no importaba su discreción ni que se hubiera mantenido en silencio desde su retorno. Para la banda, toda aquella publicidad no buscada por Yoyes supuso una doble traición y dio pie a que se emprendiera una campaña en su contra. Tampoco ayudó que el Gobierno de Felipe González se diera prisa en colgarse la medalla, algo que la organización terrorista no estaba dispuesta a permitir.
Ese era el único miedo de Yoyes, porque sabía que nadie iba a detenerla, ya que había negociado su reinserción con el Gobierno en los tres meses anteriores a su regreso. Tenía todas las garantías, tal y como subrayó también 'Cambio 16': «El 17 de octubre, se trasladó a Madrid para presentarse ante la Audiencia Nacional y se produjo otro de los 'milagros' de la transición política. Yoyes, que años atrás podía haber mandado colocar los siete mil kilos de goma-2 robados por ETA militar en Soto de la Marina, Santander, entró en la sede de la Dirección de la Seguridad del Estado a recoger personalmente su nueva documentación. Sin aparentar estar asustada ni avergonzada, penetró en un importante despacho del Ministerio del Interior, recibió su documentación y se enteró en ese momento de que no había ningún cargo judicial contra ella».
El Gobierno de González
No era habitual para alguien que, en 1978, había pasado a dirigir la cúpula del aparato político de ETA militar. El cargo no le duró mucho, pues le fue arrebatado por Eugenio Etxebeste, alias 'Antxon', quien condujo a la banda a su época más sangrienta, con 258 asesinatos en tres años. En ese momento, Yoyes decide abandonar la organización y se marcha a México, donde encuentra trabajo en la delegación de la ONU, ejerce de profesora de Sociología en la Universidad Autónoma de México. En Madrid, la Policía solo tenía ligeras referencias sobre su paradero.
Para entonces, Yoyes ya había tenido a su hijo y quería volver a España. Durante unas vacaciones en París en el verano de 1985, comenzó a negociar a través de un amigo que conocía a Julián San Cristóbal. Hasta ese momento, la Policía española consideraba a la terrorista como de los elementos más temidos de ETA, pero con la baza de su reinserción, aquello pasó a segundo plano y se permitió que volviera con su historial limpio. Para la organización aquel regreso fue «mucho más doloroso que la muerte de los últimos cuatro etarras asesinados hace menos de un mes por el GAL en Bayona», aseguraba 'Cambio 16'.
La revista 'Embaía', vinculada a la izquierda abertzale, calificó su actitud de Yoyes de «cobarde» y aseguró que «la comunidad de refugiados vascos no se romperá por estas traiciones». Otra publicación vinculada al independentismo más violento, 'Punto y Hora', proclamó que la decisión de la exdirigente era «de una bajeza y claudicación liquidacionista». El diario 'Egin', por su parte, defendió que su gesto de acogerse a la reinserción era propio de una «traidora», al tratar de buscar soluciones personales a su problema. Y Peixoto, uno de los dirigentes de ETA militar, la condenó a la hoguera en una rueda de prensa convocada en Bayona.
El Gobierno de González quiso ponerle escolta, pero Yoyes declaró que no tenía miedo y que no quería protección. Y aquello, posiblemente, le costó la vida.
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