Segunda Guerra Mundial
Las dolorosas mentiras contadas durante 80 años sobre los (no tan) letales tanques nazis
El conflicto estuvo lleno de exageraciones y falacias como la de las fuerzas acorazadas germanas en la Segunda Guerra Mundial

Adolf Hitler fue un personaje de muchas caras. Casi tantas como intrigas dejó tras de sí. Insigne valedor de la fuerza aérea (la Luftwaffe ) por considerarla la rama más ideologizada de sus huestes, durante toda la Segunda Guerra Mundial no ... se cansó tampoco de predicar las bondades del mismo ejército de tierra al que había despreciado en Dunkerque por estar en manos, o eso decía, de viejos y altivos oficiales prusianos ansiosos por derribarle. «¿Las armas del porvenir? En primer lugar el ejército de tierra, después la aviación y, solamente en tercer lugar, la marina», insistió a sus invitados en agosto de 1941.
Esa doble visión sobre el « Heer » (las fuerzas terrestres germanas, aunque de forma habitual y errónea se utilice « Wehrmacht » para referirse a ellas) llegó también a la denominada « blitzkrieg » o «guerra relámpago». De la mitificada estrategia que aupó, al menos de forma oficial, al Tercer Reich hasta la victoria en la primera parte de la Segunda Guerra Mundial , Hitler dijo en 1942 que no era más que «palabrería italiana». Esa frase la pronunció el mismo hombre que, según desveló el general alemán Friedrich von Mellenthin , aplaudió en 1935 las nuevas formaciones acorazadas organizadas por Heinz Guderian con una frase lapidaria: «Esto es lo que necesito y lo que quiero tener».
Desde entonces han pasado ocho décadas de investigaciones e intrigas que no han conseguido responder a una sencilla pregunta: ¿Fue la «blitzkrieg» el arma definitiva con la que el Tercer Reich aplastó a sus enemigos o una falsedad histórica? Dennis E. Showalter , profesor de historia en el Colorado College desde 1969 y expresidente de la Society for Military History , es partidario de que la verdad se halla «a medio camino» entre estas dos afirmaciones. Según explica en «Los panzer de Hitler» (libro que «La Esfera» ha traído a España meses después de su fallecimiento), la «guerra relámpago» existió, pero no fue tan efectiva como nos han explicado.
El que fuera editor de «The war in history» está también seguro de que la propaganda alemana exageró las bondades de la « blitzkrieg » y de los panzer en una campaña tan determinante como la invasión de Polonia . Aunque solo con una finalidad: conseguir que los enemigos del Tercer Reich sintiesen pavor al ver avanzar sus divisiones acorazadas. Por ello, dedica parte de su libro a poner luz sobre uno de los mitos más extendidos de la Segunda Guerra Mundial . Aunque sin olvidarse de narrar a lo largo del medio millar de páginas la evolución, el desarrollo y la importancia que tuvieron en el conflicto los tanques nazis.
Guerra relámpago
La teoría de la «blitzkrieg» (un concepto ideado a principios de siglo en Gran Bretaña) arribó hasta Alemania gracias a Heinz Guderian , posteriormente al mando del XIX Cuerpo de Ejército en Polonia y Francia. Mientras que la mayoría de militares apostaban entonces por las líneas defensivas y las trincheras como forma básica de combatir, este germano ideó una estrategia sustentada en el ataque relámpago. Era partidario de romper el frente enemigo por su zona más débil lanzando contra él cientos de vehículos blindados . Todos ellos apoyados por bombarderos en picado e infantería .
La teoría de Guderian, conocida como «blitzkrieg», se sustentaba en tres pilares principales. El primero eran los mencionados carros de combate , que se agrupaban en grandes masas para avanzar a toda prisa y de forma autónoma. Su misión era destruir la línea enemiga por un punto concreto (lo que impedía al contrario enviar refuerzos a la zona) y rodear las posiciones mejor preparadas. La idea: asfixiar a los defensores. Los tanques , con todo, debían ser mucho más ligeros y maniobrables que los utilizados en la Gran Guerra , pesados y mejor armados, pero también lentos. Así explicó el germano sobre el papel esta idea en sus memorias:
«Sería un gran error -sobre todo disponiendo sólo de medios escasos de combate- emplear tanques allí donde no se quiere atacar con una finalidad concreta, o donde no es posible por las dificultades que presenta el terreno, o donde en consecuencia podríamos conformarnos con unidades débiles de bloqueo para realizar la defensa».
El segundo gran pilar era la aviación. Al apostar por la velocidad, la Luftwaffe se convertía en un elemento clave para sembrar el caos desde el cielo con sus bombarderos en picado Stuka (probados con éxito en la Guerra Civil española ) y acabar con los objetivos más pesados. En tercer puesto se hallaba la infantería, cuya principal característica es que debía desplazarse en vehículos (lo que la convertía en mecanizada) con el objetivo de ofrecer apoyo a los carros de combate. De esta forma resumió Guderian la idea de la « blitzkrieg » en una de sus obras:
«El atacante [debe llevar a cabo] penetraciones más o menos rápidas y profundas. […] El atacante actuará básicamente empleando sus tanques pesados, a los que seguirán fuerzas blindadas ligeras y fuerzas motorizadas de refuerzo y de todo tipo. La fuerza terrestre y las fuerzas aéreas actuarán simultáneamente; de esta manera se paralizará la potencia aérea del defensor, se retardará el avance de las fuerzas de defensa terrestre […] El efecto de la fuerza blindada y la aérea del atacante será más sensible cuanto más tarde en poner en movimiento el defensor sus fuerzas».
Ya en territorio enemigo, las diferentes armas (aviones, carros de combate e infantería) se sincronizaban mediante las comunicaciones a través de radio para asaltar, a la vez y desde una infinidad de puntos diferentes, las bolsas enemigas de mayor resistencia.
Concepto abstracto
Hasta este punto, lo que ha prevalecido en la historia. Sin embargo, Showalter no está del todo de acuerdo con la visión más tradicional de la « blitzkrieg ». En sus palabras, «no era un principio exhaustivo para la movilización de los recursos de Alemania de cara a una guerra total librada de forma agresiva» ni «un sistema estructurado de conceptos» descrito de forma minuciosa y pormenorizada en los manuales de batalla. El anglosajón, en definitiva, es partidario de que la « guerra relámpago » no se estudiaba en las academias ni era un concepto sobre el que giraban las fuerzas armadas y la economía del país.
Por el contrario, el historiador afirma que deberíamos entender la « guerra relámpago » no de una forma específica, sino como «un tipo de victoria rápida y completa que se hallaba en el epicentro de toda planificación operativa del ejército», así como «un elemento central de la doctrina» alemana durante la Segunda Guerra Mundial . Una idea general que no se aprendía en las academias de oficiales ni tenía una fórmula mágica que seguir al pie de la letra para vencer.
Lo que está claro es que la «blitzkrieg» no fue la primera doctrina germana que se basaba en la rapidez para abrumar al contrario. Ya desde tiempos de Federico el Grande el ejército prusiano había tenido claro que, al estar su país rodeado de enemigos, no podía enfangarse en una guerra de desgaste y debía apostar por acciones contundentes que le llevaran a la victoria en el menor tiempo posible. La « bewegungskrieg » (« guerra de movimientos ») fue el resultado de esa mentalidad y buscaba el movimiento de grandes unidades para rodear y aislar poco a poco al contrario. Aunque, como la «guerra relámpago», siempre fue un «concepto abstracto».
Mentiras de la Segunda Guerra Mundial
La esencia misma de la « blitzkrieg » no es la única mentira que, según el experto, ha llegado hasta nuestros días desde la Segunda Guerra Mundial . La más básica es la que afirma que la escasa duración de la campaña de Polonia (apenas 37 días) denotó la extrema efectividad de la «guerra relámpago». Nada más lejos de la realidad. En sus palabras, los combates que el Ejército Norte (uno de los dos involucrados en la invasión) mantuvo durante las primeras jornadas de septiembre de 1939 «pusieron de manifiesto el tipo de fallos logísticos y tácticos que cabía esperar en cualquier formación no probada» y retrasaron el avance hacia el corazón del país.
Los errores motivados por los fallos en las comunicaciones fueron los más habituales y se tradujeron en el avance caótico de las tropas. En este punto influyó también el pavor que, a veces, sentía la infantería mecanizada germana cuando empezaban a silbar las primeras balas. Y es que, lejos de la imagen que vendía la propaganda nazi (la de un ejército formado por soldados fríos y con voluntad de hierro) la mayoría de los combatientes entendía que los avances masivos sobre territorio enemigo se traducían en matanzas generalizadas y preferían ponerse a cubierto ante los disparos, en lugar de continuar su camino tras los panzer.
A su favor habría que señalar que, a pesar de los mitos que se han extendido, en las primeras campañas de la Segunda Guerra Mundial la infantería mecanizada acudía a la batalla en camiones sin protección, y no en los famosos semiorugas Sd.Kfz , cuyo uso era minoritario. Por si fuera poco, al quedarse rezagados estos soldados no podían contar con la protección de los panzer. Así lo explica el autor en su obra basándose en los informes que los oficiales alemanes recogieron en el diario de operaciones del 35º Regimiento Panzer:
«Al describir los combates iniciales por Varsovia el 9 de septiembre se alude a una infantería montada en camiones que se ponía a cubierto bajo un intenso fuego de armas ligeras mientras estallaban en llamas los vehículos sin blindar. El diario no hace referencia a ningún apoyo directo proporcionado por carros de combate, que estaban teniendo sus propios problemas aquel día».
A su vez, y a pesar de que la propaganda nazi repitió lo contrario durante toda la Segunda Guerra Mundial , la campaña polaca costó una considerable cantidad de bajas a las unidades panzer. A nivel oficial, las fuerzas acorazadas informaron de la pérdida de poco más de 200 carros de combate. Menos de un 10% del total implicado en la invasión entre los ejércitos Norte y Sur . La realidad, en palabras del autor anglosajón, es que «los archivos locales indican que quedaron inutilizados casi 700 por todas las causas posibles»; entre ellas, la «pérdida total» o la «inviabilidad de repararlos».
Las fechas que ofreció el Tercer Reich tampoco cuadran. La propaganda alemana habló, de forma exagerada, de «la guerra de los dieciocho días». Sin embargo, la realidad es que la conquista del país se extendió durante más de un mes debido a la resistencia férrea de los polacos. En Varsovia, por ejemplo, los defensores infringieron un altísimo número de bajas a la « Wehrmacht » mientras las bombas de los aviones «Stuka» (ni de cerca tan eficientes como ha prevalecido) caían a su alrededor. «El Grupo de Ejércitos Sur , que llevó el peso de la lucha, perdió más hombres en la segunda mitad de la campaña que en las dos primeras semanas», finaliza el experto.
Al finalizar la invasión de Polonia , los resultados se alejaban tanto de lo que pretendía el alto mando que el ejército alemán revisó la doctrina aplicada, el entrenamiento y el mando «con mano de hierro». Las conclusiones fueron dispares. Se cargó contra la artillería por su lentitud y por no poder seguir al grueso del contingente. A la infantería se le reprochó la escasa agresividad mostrada en combate, una falta total de flexibilidad y la tendencia a no avanzar sin el apoyo de los carros de combate o la aviación. Los únicos que salieron bien parados fueron los panzer. Aunque se asumió que los tanques ligeros Panzer I y II no eran más que una transición hacia los más pesados Panzer III y IV . Lo que no se puede negar es que Polonia, como lo fue España, se convirtió en un campo de pruebas para el Tercer Reich.
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