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Cualquiera de estas podría haber sido la bandera de España: los 10 diseños que rechazó Carlos III en 1785

El Rey español solicitó a su ministro de Marina, Antonio Valdés y Fernández Bazán, que diseñara una nueva enseña y este le trajo nada menos que 12 diseños con diferentes colores y franjas, algunas inspirados en los modelos escandinavos

Imagen de los 12 bocetos realizados por el ministro Antonio Valdés y Fernández Bazán, que escogió la que se encuentra arriba a la izquierda para la Marina de Guerra MUSEO NAVAL DE MADRID

Israel Viana

Asegura Antonio Manzano en su artículo «La bandera nacional: situación, propósito y valores de la España de 1843» (Revista de Historia Militar, 2018), que deberíamos evitar referirnos a las 12 propuestas recibidas por Carlos III como un «concurso». Así es como habitualmente suele calificarse al episodio de 1785 en el que el Rey escogió nuestra actual bandera rojigualda como la de todos los españoles. El historiador cree que «fue, más bien, a un trabajo de gabinete».

Sea como fuere, hubo otras 10 opciones encima del despacho del monarca español que podían haber sido la bandera que hoy lucimos en los actos oficiales y ondeamos en los mundiales de fútbol. La misma a la que el Rey Felipe VI se refirió en 2016 , durante su discurso con ocasión de la Pascua Militar, como la bandera «de todos». Al final, su antepasado solo escogió dos: una para la Marina Mercante y otra para la Marina de Guerra, a las cuales varió las dimensiones de las franjas –no los colores–, antes de declararlas oficiales y obligatorias. En el Real Decreto se describe a la segunda, la principal, como una enseña «dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla».

La enseña de la Marina de Guerra fue, efectivamente, la que terminará siendo adoptada posteriormente como bandera única para todo el Ejército español. Se estableció mediante otro Real Decreto aprobado por la Reina Isabel II , el 13 de octubre de 1843, poniendo punto y final a un proceso iniciado por Carlos III, aquel 1785, cuando solicitó a su ministro de Marina, Antonio Valdés y Fernández Bazán, que diseñara una nueva bandera. El objetivo, explicaba el mencionado decreto, era «evitar los inconvenientes y perjuicios que, según la experiencia, puede ocasionar la Bandera Nacional que usa mi Armada Naval y demás embarcaciones españolas, al equivocarse a largas distancias o con vientos calmosos con las de otras naciones».

Banderas de la Marina de Guerra y la Marina Mercante seleccionadas por Carlos III en 1785 MUSEO NAVAL DE MADRID

La nueva bandera «nacional»

Los 12 bocetos que le presentó el ministro de Marina pueden verse al comienzo de este artículo. Los cuatro de arriba combinaban el rojo y amarillo, que eran los colores de Aragón. Además, el rojo también había sido el color de Castilla y el de los símbolos militares tradicionales anteriores a los Borbones. Los cuatro de la segunda fila combinaban, en cambio, el blanco, que era el color dinástico, y también el rojo. Mientras que para los cuatro de la última fila, Valdés se guió por los modelos «escandinavos», cuyo brazo mayor de la cruz facilitaba la visibilidad.

Retrato de Antonio Valdés y Fernández Bazán

Hay que tener en cuenta que el ministro colocó en primer lugar y a la derecha su opción preferida de todas, por ser ese el lugar al que primero se dirige la vista cuando abrimos un libro. Y funcionó, porque Carlos III escogió, efectivamente, este diseño para la Marina de Guerra, porque excluía el color dinástico. Tal y como indicó el académico y militar Hugo O’Donnell y Duque de Estrada , duque de Tetuán, en un acto con movido del 175 aniversario de la bandera, «con esta decisión parece querer demostrar su intento de desplegar una política independiente» de Francia, pero también un gesto a la Corona de Aragón, de la que entonces formaba parte Cataluña. Es decir, un gesto a la reconciliación de España».

En este sentido, el historiador Luis Sorando Muzás destaca «el nombre de “nacional” que se dio a esta bandera naval, en contraposición a la Real, en una época en la que el concepto de nación, tal y como hoy lo concebimos, aún no existía». Lo cuenta en el artículo « La bandera rojigualda antes de su instauración para el Ejército », publicado también en la «Revista de Historia Militar», en referencia a esta nueva dimensión tras un largo proceso de transformaciones que duró siglos.

Desde los Reyes Católicos

Desde 1492 a 1506 se utilizó el estandarte de los Reyes Católicos, dejando atrás las diferentes banderas usadas por la Corona de Castilla, la Corona de Aragón y el Reino de Navarra. Después, cuando su hija Juana I de Castilla se casó con Felipe «el Hermoso», las banderas españolas comenzaron a ser blancas y a incluir como elemento común las aspas rojas de Borgoña, sufriendo ligeras variaciones a lo largo de los diferentes reinados. Pero por aquellos tiempos en los que España dominaba vastísimos territorios de ultramar, fue cuando la enseña blanca era fácilmente confundida con las de otros países. Véase, Gran Bretaña, Sicilia o Toscana, produciendo «problemas de identificación entre los diferentes buques de guerra», según apunta la web de La Moncloa .

Uno de los ejemplo más claros en lo que a confusión se refiere era Francia, puesto que allí también reinaban monarquías borbónicas. En su libro «Símbolos de España» , O’Donell se refiere a la rivalidad con este último país como causa principal, lo que se observa en el giro que Carlos III dio a su política exterior al mismo tiempo que instauraba la bandera rojigualda. El Rey no deseaba ya que esta nueva deriva se identificara con la monarquía gala a través de una enseña blanca. «Nace así el pabellón naval como símbolo de la unión originaria en una combinación de colores y escudo en la que los primeros son aragoneses, el segundo castellano y el todo español», apunta.

Una vez aprobada en 1785, la nueva bandera tuvo una rápida difusión. Ese mismo año pasó a los Correos Marítimos y, en 1786, a las fortificaciones de la costa y a las juntas de Sanidad de los puertos. En 1787, a la Real Compañía de Filipinas y así sucesivamente. Por el contrario, fueron muchos los buques mercantes que rechazaron portar la segunda bandera oficial que había seleccionado el Rey para ellos. Eso hizo que la popularidad de la primera tomara ventaja, apareciendo entre las tropas de tierra en la guerra de la Independencia (1808-1814). Primero, en la bandera del batallón de Cazadores de Fernando VII de Valencia, y después, en la de los Cazadores Extranjeros. De ahí se extendió a todas las guarniciones, aunque hubo que esperar al Real Decreto de 13 de octubre de 1843 para que se extendiera a todas las Fuerzas Armadas.

Y se hizo tan popular, que pronto empezó a aparecer espontáneamente en los balcones, tendidos taurinos, abanicos y atuendos.... hasta hoy.

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