«Miramos a los países nórdicos como referentes educativos y en España hay proyectos extraordinarios»

Ahora, esta maestra de Educación Infantil presenta nuevo libro: 'Educar en la tolerancia' (Plataforma Actual), una guía para entender la importancia de que la educación en valores es una prioridad, que la verdadera innovación educativa y el éxito personal empiezan revisando actitudes y comportamientos en los que se reconozca al otro de igual a igual en trato, dignidad y respeto.

- Qué bonito lo que cuentas y defiendes pero qué poco o difícil es llevarlo a la práctica ¿no?

Como familias, además del bienestar y la seguridad que intentamos brindarles a nuestros hijos e hijas, existe una responsabilidad ineludible de educar en el respeto. Somos los adultos los grandes transmisores de valores que queremos que se impregnen en sus comportamientos y pensamientos. Por ello, hablo de una urgencia por educar para la paz.

Es cierto que es difícil llevarlo a la práctica cuando la sociedad no deja de enviarnos mensajes contradictorios, como las guerras, la violencia o la imposibilidad de erradicar la pobreza. Asimismo, podemos empezar desde nuestra parcela, un pilar fundamental es la familia que debe trabajar en colaboración con la escuela, dos marcos sociales que influyen en el desarrollo de cualquier persona. No olvidemos que la infancia nos observa y aprende de lo que viven y experimentan. Es esencial tener modelos de referencia positivos en los que identificarse.

- ¿Te consideras una idealista?

Creo en el poder de la educación como transformador social.

- Cuéntame el caso más reciente que hayas conocido en el que haya habido una falta total de respeto.

Te voy a contar casos que pasan a diario en las escuelas dónde la infancia no tiene herramientas para gestionarlo y se ve desamparada y maltratada: cuando se deja a un niño/a sin ir a la excursión porque su familia no puede pagarla; cuando los libros y el material escolar son un privilegio y no un derecho; si se pregunta qué regalos ha recibido por Navidad cuando no celebran esa fiesta por pertenecer a otra religión o por pobreza; cuando se les pregunta dónde se han ido de vacaciones o que describan o dibujen sus vacaciones, cuando sabemos que es un privilegio; cuando se señala el color carne con una única pintura o lápiz; cuando se ridiculiza otra cultura en carnavales o Halloween o cuando se permiten en las aulas bromas asumiendo que son «cosas de niños» como palabras ofensivas como ¡panchitos! o ¡vete a tu país!

- ¿Cómo evitar eso? Porque supongo que al final es reflejo de nuestra sociedad, de nuestra familia.

Empezando a revisar nuestro lenguaje y actitudes. Debemos educar nuestra mirada hacia la infancia desde el respeto absoluto, entendiendo la diversidad cómo un valor que nos enriquece como sociedad.

En la escuela, los docentes somos grandes referentes lingüísticos, por ello toca limpiar los tintes despectivos y revisar aquellas frases discriminatorias y llenas de prejuicios que perduran en el tiempo. Hacernos a menudo una pregunta: ¿cuáles son nuestros valores?

Urge la necesidad de favorecer esos espacios, ya sea en la escuela como en casa, para reflexionar y construir un pensamiento crítico, en el que se dé la oportunidad de discernir lo que es correcto y no, lo que tiene valor y nos distingue como personas.

- Hablas de coeducar en el libro. Por favor, explícanos en qué consiste.

Coeducar propone modelos más equitativos, más genéricos en igualdad de oportunidades y representación. En la actualidad seguimos en la lucha por erradicar los estereotipos de género, ya que persisten un conjunto de prejuicios que no permiten un despliegue de posibilidades en igualdad. Incluso pautas de comportamiento no explícitos que contradicen con muchos de los valores que defiende un sistema educativo.

- ¿Por qué es una labor compleja pero posible?

Debe hacerse porque debemos promover valores democráticos desde las aulas, sin romper el binomio escuela-familia. Se conseguirá a través de la formación y capacitación en materia de igualdad de género y coeducación. Es una meta entender la coeducación como una forma de hacer y ser, una oportunidad única de revisar los espacios en los que se desarrolla la infancia hasta la adolescencia.

- Escuelas de Paz. ¿Qué son?

Es un proyecto internacional que nace en 2019 a raíz de la publicación de mi segundo libro, 'El color de la piel' (Usbook, 2019). Al grito de «la piel no tiene un único color y eso me gusta un montón» se presenta el color piel, molesto y disconforme con que todos lo llamen color carne.

Es un proyecto galardonado con premios internacionales, que nace para implementarse en todas las etapas del sistema educativo actual puesto que entiende la escuela como un espacio de participación y convivencia a favor de modelos más equitativos que promueven una cultura de paz.

Comprende una transformación total proponiendo acciones educativas a toda la comunidad con el objetivo de fomentar el respeto mutuo.

- ¿Cuántas hay en España?

En España comenzamos siendo dieciocho escuelas y en la actualidad somos más de treinta, llegando a Latinoamérica.

Seguramente hay infinidad de escuelas que trabajan una educación en valores creando roles activos a las familias a través de diversos proyectos. Una de las premisas de Escuelas de Paz es abrir nuestras puertas al barrio, descubrir qué está haciendo nuestra escuela colindante, asociación u ONG para crear redes de colaboración.

Miramos siempre a los países nórdicos como refertes educativos y en España se están llevando a cabo proyectos vanguardistas y extraordinarios con pocos recursos.

- Después de todo lo hablado: cuéntame tan solo un error que siguen cometiendo las familias a la hora de educar y, por tanto, sin saberlo, no van en esa línea de tolerancia, paz y respeto, y que pueden subsanar fácilmente.

Te diría que no hay familias perfectas, que la falta de conciliación por las largas jornadas laborales a a veces no nos deja llevar una crianza tan consciente como desearíamos. Errores cometemos todas las familias.

Lo que propongo desde el libro es cambiar la mirada hacia el niño o niña, saber que hay una persona que está creciendo y tiene sus necesidades, emociones e intereses propios de la edad y en proceso de maduración. Que aunque cometamos errores, podemos cambiar desde lo pequeño aspectos tales como saber moderar el lenguaje, dedicar tiempo de calidad sin pantallas, escucharle, no banalizar sus peticiones, no hablar de nuestro hijo o hija como si no estuviera presente, no etiquetarlo... En definitiva de la misma manera que lo amamos respetarlo.