La sensacional y variopinta vida sentimental de los presidentes de Francia en el Elíseo

Durante su presidencia (1974 - 1981), cuando se consagró como uno de los padres de la construcción europea y la modernización de Francia, Giscard tuvo una discreta fama de mujeriego . Sin excesos particulares.

Fue leyenda que celebró su elección con una «gira nocturna», en coche, ante el balcón de una amiga íntima. Se le prestaron comentarios «subidos de tono» sobre las piernas de una de sus ministras. Abandonado el Elíseo, se «especuló» con la posible paternidad del hijo de una elegante colaboradora para asuntos de prensa europeos. Poco más.

Hasta que Ann-Kathrin Stracke (34 años), enviada especial de la WDR (Westdeutscher Rundfunk Köln), cadena pública del «land» (Estado federal) de Renania del Norte-Westfalia, con sede en Colonia, ha presentado una denuncia, ante el Tribunal de París, acusando al expresidente de «acoso sexual» a finales del 2018. La justicia deberá decidir si procesa o no procesa al venerable padre de la construcción política de Europa, que también escribió una novela subida de tono con Lady D como protagonista imaginaria.

Como jefe del Estado, entre 1981 y 1995, François Mitterrand , primer presidente socialista desde el Frente Popular (1936 - 1938), dio al Elíseo un puesto excepcional en la historia de la vida sentimental de Francia: el presidente vivía con su esposa en la residencia noble del edificio; cuando su amante y su hija (oculta) vivían en un palacio contiguo. Cohabitación sin precedentes en la historia de las familias presidenciales y el erotismo nacional.

Esa cohabitación oficial no impidió a Mitterrand tener muchas otras aventuras : una periodista del matutino conservador Le Figaro, una periodista sueca (madre de un hijo «presidencial»), entre otras. Michèle Cotta, periodista célebre, antigua confidente, ha contado que el presidente socialista podía invitar a cenar a varias mujeres, en la misma mesa. A los postres, Mitterrand hacía un guiño a la «elegida», dejando solas al resto de las invitadas a la hora del café.

Bernadette Chirac contó en muchas ocasiones que estuvo a punto de abandonar a su esposo, amargada ante un insoportable rosario de infidelidades, mucho antes de ser elegido presidente.

Durante su presidencia (1995 - 2007), Jacques Chirac confirmó con creces esa bien ganada fama de mujeriego empedernido. Uno de sus choferes ha contado con mucho detalle la «rigor» con el que el antiguo presidente daba cita a sus amantes para regresar a su coche oficial con una «precisión cronométrica, tan contento». De Claudia Cardinale a Michèle Barzach (antigua ministra de Sanidad), se han prestado a Chirac las aventuras y amoríos más variopintos. Con bastante fundamento, a juzgar por sus mejores biógrafos.

Nicolas Sarkozy llegó al Elíseo el 2007 con su segunda esposa (Cecilia) y salió el 2012 con una tercera (Carla Bruni). Antes y después hubo un rosario de amistades íntimas de cierta envergadura. La periodista que cubrió el Elíseo para Le Figaro, durante unos años, vivió con Sarkozy una historia que el presidente llegó a calificar de «seria», poco antes de conocer a Carla Bruni.

Las idas y venidas íntimas y sentimentales de Sarkozy y su segunda esposa (Cecilia Cinager Albeniz, biznieta del gran compositor español) fueron, en su día, motivo de sucesivos «folletones » rosa pasión, cuando París Match publicó en su portada las fotos de la primera dama de Francia acompañada de su amante y futuro esposo, tras la ruptura con Sarkozy.

Durante la presidencia de François Hollande , entre 2012 y 2017, el Elíseo se convirtió en escenario de un vodevil que divirtió durante varios años a una opinión pública sedienta de emociones de diversa naturaleza.

Hollande llegó al Elíseo acompañado de su amante de la época, Valérie Trierweiler, a la que conoció cuando ella, periodista rosa en Paris Match, entrevistó al futuro presidente y su esposa, Ségolène Royal, y sus hijos, presentándolos como «pareja modelo», con unos hijos de corta edad.

Elegido presidente, Hollande se instaló en el palacio presidencial con su amante, Trierweiler, y nombró más tarde a su todavía esposa, Ségolène, ministra de asuntos ecológicos y esas cosas. El presidente podía desayunar con la amante en sus residencias privadas y, tras el café, saludar cariñosamente a su esposa en el salón donde se reunía el consejo de ministros.

Ese vodevil divirtió mucho mas a la opinión pública cuando se descubrió que Hollande también traicionaba a Trierweiler con una nueva amante, Julie Gayet , a la que había puesto piso a quinientos metros cortos del Elíseo.

Hollande terminó eligiendo a Gayet como nueva acompañante oficial, suscitando una cierta ironía en la Casa Blanca, donde los portavoces oficiales de Obama calificaban a Gayet de «primera chica» de Francia.

Emmanuel Macron no ha podido competir seriamente con sus antecesores, en ese terreno, sensible. Durante su victoriosa campaña presidencial, la primavera del 2017, el futuro presidente tuvo que soportar una campaña sucia que lo presentaba como «homosexual». Candidato bonapartista, Macron inició uno de sus últimos mitines haciéndose eco de esos rumores para presumir públicamente de una vida íntima «intensa». Hasta hoy, cuando la pareja del presidente y su esposa, Brigitte (madre de tres hijos de la misma edad que su marido, fruto de un primer matrimonio fallido con un banquero de provincias), trabajan al alimón, como pareja muy unida, en la lucha nacional contra la pandemia.