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Francia se despide de Chirac recordando las luces y sombras de su carrera política

El expresidente fue enterrado en París, en el cementerio de Montparnasse

EP
Juan Pedro Quiñonero

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Jacques Chirac fue inhumado la tarde del lunes, en la más estricta intimidad, en una tumba familiar muy modesta, en el cementerio de Montparnasse, tras recibir honores militares y ser despedido con honras fúnebres que tuvieron una cierta dimensión multicultural e internacional, en la iglesia de Saint-Sulpice, donde fueron bautizados el Marqués de Sade y Charles Baudelaire.

Durante toda la tarde y noche del domingo, hasta primeras horas de la mañana del lunes, el féretro, donde reposaban los restos mortales del expresidente, recibieron el homenaje de varios millares de franceses de muy diversa raza, cultura y condición.

A primeras horas de la mañana del lunes, monseñor Jean-Yves Riocreux, obispo de la diócesis de Basse-Terre, en el departamento de la Guadalupe, en las Antillas francesas, celebró una ceremonia privada en el Palacio Nacional de los Inválidos , donde reposan en un sarcófago las cenizas de Napoleón.

Tras la ceremonia familiar, en los Inválidos, el féretro del ex jefe de Estado fue trasladado a la iglesia de Saint-Sulpice , que comenzó siendo un formidable monumento barroco, antes de sufrir profundas transformaciones, a partir del siglo XVII. Muy afectada, Bernadette Chirac, la viuda, decidió no participar en esas honras fúnebres oficiales, que comenzaron con un breve discurso de Martin Chirac-Rey (23 años), el único hijo del ex presidente.

En el interior de Saint-Sulpice, un centenar de personalidades nacionales y extranjeras acompañaron al presidente Emmanuel Macron y su esposa, durante una ceremonia que comenzó con el Requiem de Gabriel Fauré, «prólogo» a la elegía pronunciada por monseñor Michel Aupetit, arzobispo de París, con un elogio fúnebre profundamente político de la figura del difunto.

Presencia internacional

Junto a los esposos Macron, Valéry Giscard d’Estaing, Nicolas Sarkozy y su esposa, Carla Bruni, y François Hollande, encabezaban la representación nacional, de la que formaban parte representantes de todas las instituciones del Estado y todas las fuerzas políticas de la nación, con la excepción de la extrema derecha de Marine Le Pen. Entre las personalidades extranjeras, destacaban Vladimir Putin, Bill Clinton, José Luis Rodriguez Zapatero y numerosos representantes de gobiernos árabes y africanos.

En el exterior de Saint-Sulpice, acordonados todos los alrededores de numerosas unidades armadas de las Compañías Republicanas de Seguridad (CRS), varios centenares de fieles, admiradores o simpatizantes de Chirac, pudieron seguir la ceremonia a través de dos grandes pantallas. Destacaba la presencia de la nueva Francia multicultural .

Las exequias de Saint-Sulpice duraron hora y media. Desde la iglesia, el féretro, escoltado por una compañía motorizada de CRS (Compañías Republicanas de Seguridad), fue conducido hasta el cementerio de Montparnasse, donde la familia Chirac es propietaria de una tumba muy modesta en la que fue enterrada, en su día, Laurence Chirac (1958 - 2016), la hija mayor y muy querida, fallecida en condiciones muy amargas para su familia.

Bernadette y Claude Chirac, madre e hija, desearon que ese último adiós fuese una ceremonia rigurosamente privada . El Ministerio del Interior tomó medidas preventivas, impidiendo que centenares de curiosos consiguieran entrar en el cementerio.

Voces críticas

La emoción del adiós del Estado, la Iglesia y los representantes políticos y sindicales de la nación, celebrando las honras fúnebres debidas a un expresidente que ejerció el poder supremo, entre el 17 de mayo de 1995 y el 16 de mayo de 2007, coincidió con los primeros balances globales del legado chiraquiano , particularmente críticos, con frecuencia, desde ayer mismo.

«Fue un mal presidente. Y él lo sabía », declaró el escritor y filósofo Aurélien Bellanger, agregando, con dureza, a continuación: «Era un semental fogoso, una máquina para conquistar el poder sin ningún escrúpulo».

Nicolas Mathieu, escritor, premio Goncourt, analizaba el legado de Chirac así: «Era una garantía de inmobilismo , como le reprochó Sarkozy, que llegó a llamarlo monarca vago».

Christophe Boutin, politólogo, hizo este balance: «Fue un monarca magnífico que cortó él mismo las ramas sobre las que reposaba su trono y el de sus sucesores».

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