San Cristóbal, el barrio de Madrid azotado por la venta de droga: «Es mejor que os marchéis»
La colonia de Villaverde está tomada por narcopisos y camellos que venden a plena luz del día en la calle
Los vecinos reclaman más presencia policial y limpieza, y critican la pasividad del ayuntamiento
Madrid
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Iniciar sesiónAl sur de Madrid, rozando esa frontera invisible que marca el fin de la ciudad, impera la ley del silencio. Todos saben lo que pasa en las calles, el menudeo que se ha desatado en sus plazas y en algunas de las esquinas, pero pocos ... hablan, y cuando lo hacen tardan solo segundos en volver a callar. «Tú vienes cinco minutos y te vas, pero yo vivo aquí. Hay cosas de las que no vale la pena hablar, aunque las veas», afirma un vecino y empresario de la zona, con miedo a tener posibles represalias en su negocio por parte de aquellos que han encontrado en la venta de droga, aunque sea a plena luz del día, su modo de vida. Esta es la situación que atraviesa San Cristóbal de Los Ángeles, el barrio más pobre de Madrid, en el distrito de Villaverde.
San Cristóbal es un polvorín azotado por el trapicheo de sustancias estupefacientes, pero también por el estigma. «Nunca nos vamos a quitar de encima el sambenito de delincuentes, pero no todos somos eso. ¿Los hay? Sí, pero la mayoría no. Aquí pasa lo que pasa en cualquier zona de Madrid: en Lavapiés se vende droga, y seguro que en el barrio de Salamanca hay mafias a mayor escala, pero la lupa está siempre en Villaverde», critican otros. Nadie quiere dar su nombre; tampoco salir en las fotos, y menos desde la semana pasada. «¿Tú sabes en dónde estás? Es mejor que os marchéis ya, porque se pueden calentar contra vosotros», advierten los moradores a los periodistas. No quieren cámaras en su territorio y tampoco más conflictos.
El jueves, una reyerta en la calle de la Moncada hizo que la tensa calma que hay en el ambiente saltase por los aires. Siete personas fueron detenidas tras una pelea entre varias familias y vendedores de droga. Los vecinos, hartos del menudeo, increparon a los presuntos camellos por 'hacer negocios' a plena luz del día y delante de niños que jugaban en la zona. Así lo aseguró la Policía Municipal. Pero en Moncada lo niegan. «Siempre mentís», dicen sobre el trabajo de los medios de comunicación.
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Carlos HidalgoResidentes de un bloque montan patrullas en la puerta para evitar la venta de drogas de una madre y su hija
Según ellos, fue el olvido de una cartera en un bar de la plaza interbloques de la calle lo que desató la pelea. «Una familia volvió de vacaciones y el padre se dejó una cartera con mucho, mucho dinero olvidada en un bar. Aquí hay dos bares pegados y montó el pollo en el bar que no era. Fue a montar el pollo al bar de al lado cuando se dio cuenta, y se lio. Todo se calentó», cuentan quienes lo vieron. «Eso no fue una cosa de drogas», subrayan. Es casi del único tema que quieren hablar; lo demás es un tabú para evitar los problemas con aquellos que controlan las entradas a la plazoleta, ya sea el grupo de presuntos traficantes o los que vigilan para ellos.
María (nombre ficticio) llegó a este rectángulo de San Cristóbal hace seis décadas. «A mí nunca me han hecho nada, nunca he tenido un problema, pero nunca se sabe», cuenta casi con resignación. Por ello, cuando cruza las calles al atardecer, el dueño de un bar cercano la espera para acompañarla al ascensor de su bloque y que no sea asaltada. «Mejor prevenir, ¿no?», confiesa antes de encaminar, esta vez a mediodía, los pocos metros que la separan de su portal, en esa zona interbloques que casi no es capaz de atravesar, al menos en solitario, la octogenaria.
En el margen izquierdo de la plaza, tres menores juegan a la pelota, ajenos al negocio que impera en la vía pública; otros, estos rozan la treintena, huyen cuando ven la cámara. Se cambian de sitio, se esconden para evitar ser captados y, es más, amenazan. «Menos mal que has hecho fotos hacia allí, porque si las haces hacia aquí y salgo te parto la cara. Te rompo la cámara», advierten al fotógrafo de este diario. «Es faltarme al respeto. Si tú vienes aquí, esta es la ley de la calle», continúa uno de los «problemáticos». Así los llaman los vecinos que nada tienen que ver con ellos. Lo dice, eso sí, cuando agentes de Policía Nacional terminan de hacer una intervención, ayer al mediodía, en busca de esas drogas y tras cachear a varios de los que hacen vida en los callejones.
Un barrio unido
«Desde lo de la semana pasada no paran de venir», aseveran otros residentes sobre la presencia de los agentes, contemplando la operación desde la distancia, en la terraza de uno de los bares. Y hay, entre tanto revuelo, quien sí alza la voz. «Hace años limpiamos el barrio, pero han regresado y ahora tendríamos que volver a hacerlo», asegura, sobre el que es uno de los secretos a voces en Moncada y otras calles de San Cristóbal. «Pero una cosa ten clara: algunos barrios tenemos la fama, otros tejen la lana... Y aquí no es diferente de lo que pasa en otras zonas de Madrid, pero claro... Esta es la más humilde. San Cristóbal es un barrio unido, hasta que tocan a los vecinos. Ahí es cuando saltamos», añade.
Este morador, erigiéndose en una suerte de portavoz vecinal –al menos de la mayoría que no tiene nada que esconder– hace tres reivindicaciones. «Aquí tendría que haber una patrulla policial las 24 horas del día. Si estuviesen en todo momento, no habría problemas ni se vendería lo que venden; y la limpieza... Que se limpien las calles, que el Ayuntamiento de Madrid trabaje y actúe, porque hay calles en las que la basura se amontona y no vienen a limpiar», critica con vehemencia el residente, uno de los de toda la vida.
La tercera, más que una reivindicación, es una queja contra el comportamiento de los políticos: «Que vengan, que por aquí nunca aparecen. Solo se acuerdan de los barrios del sur cuando se acercan las elecciones». Este hombre, además de las demandas, pone el foco en aquellos que se quieren ganar la vida de manera legal. Mientras, los otros continúan con los gritos: «¡Que no hagas fotos!».
Reyerta
La Policía detuvo el jueves de la semana pasada a siete personas, según comunicaron, en una pelea entre familias y presuntos vendedores de droga, a quienes recriminaron que comercializasen cerca de menores. Los vecinos, en cambio, dicen que fue un malentendido con el olvido de una cartera en el bar lo que provocó la trifulca.
El barrio
San Cristóbal es uno de los barrios del sur de Madrid, en Villaverde, abandonado y marcado por la desidia. Cuenta con una población de 16.640 personas, en un distrito en el que viven más de 153.800 vecinos, y una tasa de paro del 16%.
Derribo
Los vecinos achacan al programa de realojo de la Cañada Real el repunte de la venta de droga, ya que creen que con el derribo de las viviendas del asentamiento los traficantes se han trasladado al polígono de Villaverde.
Policía
La Delegación del Gobierno creó el año pasado un equipo de Policía Nacional dedicado en exclusiva a la problemática de los narcopisos.
San Cristóbal es el barrio con la renta per capita más baja de la capital, rozando los 20.000 euros, y cuenta con una población (a enero de 2022) de 16.640 personas (del total de 153.829 vecinos que tiene Villaverde). Desde hace décadas –tal vez a causa de esa necesidad– han aflorado los narcopisos, sin que se encuentre una solución para hacerlos desaparecer. Hace solo tres años, en pandemia, quisieron alzar la voz en la plaza de los Pinazo. «La droga y la delincuencia ha vuelto a nuestras calles ante la pasividad de las administraciones», denunciaron entonces.
Cañada Real
La situación empeoró, según creen, desde que comenzó el plan de realojo y derribo de chabolas de la Cañada Real. «Los traficantes se desplazaron al polígono de Villaverde y sufrimos los daños colaterales», explican, justo en el mismo lugar que hace tres años se llenó de gente. «Esta es la verdad. Hay trapicheo y en Moncada la situación, aunque va por momentos, está muy caliente. Tú vas por allí a cualquier hora y te los encuentras de pie en cada esquina, en cuanto los ves sabes quiénes venden, se les reconoce enseguida», afirma desde la distancia, a medio kilómetro de lo que se ha convertido en uno de los puntos negros de este distrito marcado por el abandono. Villaverde clama por una intervención integral, por limpiar –en todos los sentidos– las calles y no ser visibles para los políticos solo cuando buscan rédito electoral.
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