Guerra vecinal a un narcopiso en Fuenlabrada: «Nos rocían insecticida y amenazan»
Residentes de un bloque montan patrullas en la puerta para evitar la venta de drogas de una madre y su hija
Las dos traficantes tienen atemorizada a la comunidad, harta del trasiego de drogadictos
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Madrid
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Iniciar sesiónEl timbre de su casa suena a las cuatro de la madrugada. A Carlos, un trabajador de toda la vida, es la enésima vez que le rompen el sueño los toxicómanos que un día sí y otro también acuden a comprar droga a sus vecinas del piso ... debajo del suyo. Un día, tuvo que salir con un palo y enfrentarse a un drogadicto que estaba amenazando a un vecino. «¡Te vas de aquí, no quiero verte!», le gritó. «Tengo mucho temperamento, muy fuerte. Pero mi mujer está de los nervios ya. Esto es un infierno. Llevamos solo diez meses aquí viviendo, pero estamos intentando encontrar otro piso urgentemente. Nos sentimos desesperados, porque esto es una locura, es insoportable».
El lugar no es un poblado chabolista; ni siquiera un barrio marcado por la marginalidad. Es el número 24 de la calle de Argentina, una zona de clase media y de muy agradable convivencia en Fuenlabrada. Hasta que hace año y medio llegaron una mujer y su hija y se instalaron en el bajo. Primero, eran sólo las peleas entre ambas, que se llevan fatal. Hace unos días, en una de las broncas, la madre salió literalmente por la ventana de la vivienda ayudada por el novio de la joven, para evitar que la agrediera.
Un vecino captó la secuencia con su teléfono. Son consumidoras de drogas, su aspecto las delata, sobre todo a la progenitora. Pero desde hace un tiempo el narcopiso que tienen montado en el bloque tiene locos a las 34 familias que allí moran. Por eso, Carlos empezó a recoger firmas, para echarlas de allí. Ese fue el inicio de esta guerra vecinal contra las inquilinas que han destrozado la apacible convivencia de casi cincuenta años en este rincón de Fuenlabrada.
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Ahora, en pleno mes de julio, hasta cuarenta afectados de ese portal y de otros cercanos se juntan cada día delante, bajo las dos pancartas que cuelgan de la primera planta: «Fuera narcopiso» y «Aquí ya no se vende droga» son las pancartas que cuelgan de dos balcones y de la misma puerta de acceso. La Policía Nacional y la Municipal prácticamente tienen un puesto fijo delante del portal, pero es imposible mantener un dispositivo así las 24 horas del día, menos en verano, con media plantilla de vacaciones. Además, sería un juez el que dictara la orden de entrada, registro y detención de ambas delincuentes, a las que se llevaron arrestadas el martes pero que al día siguiente regresaron.
Problemas desde el principio
Un equipo de ABC entra en el portal y llama a la puerta de las traficantes. Es la una y media de la tarde. Tras los primeros toques en el timbre, nadie contesta, pero se escucha el susurro de madre e hijas. Hasta que, por la insistencia, es ésta segunda la que responde tras la puerta: «¡Vamos a llamar a la Policía! ¡Esto es acoso!». Volvemos a intentar que abran: «Nos habéis despertado, estábamos durmiendo las dos. ¡Ya hemos llamado a la Policía!».
Fuera, una veintena de vecinos de Argentina, 24, explican su día a día con indignación. Una de las más combativas es Rosa, presidenta de la comunidad: «Desde un principio hemos tenido problemas de convivencia. Ellas realquilan también habitaciones a otras personas. El dueño del piso a veces nos coge el teléfono y otras no. La Policía Nacional y la Local se han puesto en contacto con él varias veces. El 7 de agosto les vence el contrato y el gestor les ha comunicado a la madre y a la hija que no se lo van a renovar, aunque ellas están intentando que no sea así. Pero existe mucha presión de todos nosotros«.
Las dos mujeres vivían antes en otro lugar de Fuenlabrada y ya causaban problemas. «Aquí ahora nos ha tocado a nosotros el premio gordo con ellas... Viene medio Fuenlabrada a comprar droga. Los fines de semana son los peores. A cualquier hora, de día y de noche. Tienen broncas entre ellas, pero también nosotros con los compradores, porque no queremos que este tipo de personas acceda al portal«, manifiesta Rosa a este periódico, frente a la entrada.
Mercedes, que lleva 47 años viviendo allí, ejemplifica el día a día: «Ellas pasan, y como mucho te insultan y te escupen», dice, como si eso fuera poca cosa. El edificio lleva un tiempo de reforma en su fachada, con andamios en algunos puntos. A los obreros que allí trabajan, cuando les tocó trabajar en la ventana del narcopiso, sus moradoras salieron y les echaron insecticida, «porque no querían que se acercaran». Tuvieron que llamar a la Policía para poder terminar esa parte de la obra.
A Manoli, de 71 años, también le ocurrió algo así: «Yo estaba hablando con una vecina, la hija del narcopiso llegó corriendo y cogió el insecticida, nos lo roció y nos dijo: '¡Moríos, cucarachas!'«. Eso ocurrió hace apenas dos semanas. «Las dos están locas», remachan otros residentes casi al unísono.
La primera intervención policial por este problema fue el 17 de enero de este año: «Abrieron su casa y se las llevaron detenidas. Han estado incluso en arresto domiciliario. Hemos llamado más de 30 veces. Carlos, el vecino de arriba, tiene el cielo ganado. Y el que ellas tienen debajo [un local comercial reconvertido en vivienda] se ha tenido que ir, mudarse de vivienda».
Las broncas son también entre ellas. «La hija pega a la madre, y tienen peleas continuas por el dinero, porque se lo quita del banco«, inciden los vecinos. De ahí el episodio de la mujer escapando de la casa por la ventana, como quien huye de un incendio. Se trata de una vivienda de dos habitaciones y 49 metros cuadrados construidos, según los datos del catastro.
Jeringuillas
Por los alrededores del bloque y de la piscina comunitaria, cualquiera que pase por ahí puede encontrarse con jeringuillas. El narcopiso funciona también como fumadero: es decir, llegan los clientes, compran una dosis única y se la pinchan o la consumen en 'chinos' (generalmente, heroína) dentro de la vivienda. Así es como evitan que la Policía les pueda requisar los estupefacientes. Pero no siempre es así, y más de una vez se han encontrado a toxicómanos 'metiéndose' en el descansillo: «Muchas veces entras en el portal y hay un olor a 'costo' que te echa para atrás».
En cuanto a la Policía Nacional, reconocen que «está haciendo su trabajo, se lo está currando, está muy pendiente», pero «quien no lo hace es el juez, porque las cogen y a las 48 horas están de nuevo en la calle». «Las leyes no protegen a quienes tienen que proteger, a nosotros», se quejan. En cuanto a la Policía Local, su responsable y la concejal de Seguridad recibió la semana pasada a los afectados. «Hacen lo que pueden, y hemos tenido aquí patrullas turnándose. Pero desde el pasado fin de semana, en el que sabemos que ha habido eventos, nos colocan un coche patrulla a las seis de la tarde y hasta las diez menos cuarto de la noche. Y el problema viene por la noche, sobre todo, que es cuando más vienen los toxicómanos. Entendemos que no tienen efectivos suficientes», añaden.
Quienes también van de visita al narcopiso son las personas que suministran la droga a las dos mujeres del bajo C. «Básicamente, lo que no queremos es que vengan. Nos turnamos por las mañanas y por las tardes para que no acudan los drogodependientes. Y si vienen, los echamos. Nos liamos a voces. Los primeros días estuvimos con cacerolas y todo. Esta mañana [por el jueves pasado] ha venido un tipo con un perro y no le han abierto, porque estábamos nosotros aquí, porque les montamos un escándalo«.
Un sábado entró un vecino y había varios con una pipa consumiendo droga, dentro del portal. Los echó de allí y lo que recibió fue amenazas de todo tipo, hasta con reventarle el coche. «Además, aquí viven muchas personas mayores y niños y adolescentes: hay institutos, colegios y guarderías en el barrio», detallan.
Justo en ese momento de la conversación, ronda a unos metros un hombre, de mediana edad y cargando una guitarra a la espalda dentro de una funda. «Mira, ese es uno de los habituales de aquí», susurran en esta patrulla vecinal. Un solo vistazo sirve para que, como quien no quiere la cosa, se marche por un lateral del bloque. Justo hacia donde están ahora los andamios de la reforma. Por allí se suben algunos compradores cuando ven que nadie les deja pasar al número 24 de Argentina. Pero trepan por los andamios, que justo dan a la ventana de la cocina de las traficantes.
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