Maui de Utrera: «Madrid no sólo ama al flamenco, le da todas las oportunidades»
COLONOS
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Madrid
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Iniciar sesiónMaui de Utrera (Utrera, 27/05/1977) tiene, por sangre, la herencia del gran Bambino, que fue su tío. Por ella laten cuarterones flamencos de Utrera que no puede negar. Por eso su apodo. Sabe que el flamenco es un arte vivo, como ... la cocina, que son dos ciencias que ella une. A Madrid vino hace ocho años con la intención, bohemia, de quedarse a lo que diera; y dio tanto que ya va por ocho años en esta Corte de los Milagros. Si hubiera o hubiese o hay un barrio en Madrid que le conecte con su Utrera del alma, ése es el de La Latina. Concretamente el jirón de ciudad que va del teatro de La Latina (el de Lina Morgan), donde ella ha experimentado milagros escénicos, al mercado de la Cebada, ese bloque donde compra, nada, y hace la vida de barrio.
Por todo Madrid son conocidos sus domingos de vermut y potaje gitano en el teatro Flamenco de la calle del Pez, que además de una forma de torear la «carencia» son un modo de mostrar la unión tan sureña del cante vinculado a la pitanza. No reniega de Utrera, y, ya se ha dicho, encuentra mucho de su localidad natal en La Latina. La devoción madrileña por Jesús el Pobre es similar a la patrona de su cuna, la Virgen de Consolación, inmortalizada por su tío en rumbas que tenían más ángel que otras composiciones pretendidamente flamencas de los más puristas.
En el fondo, encuentra concomitancias entre el potaje y el cocido, siquiera sea la olla, que une las tierras de España cuando la necesidad o la alegría aprietan. Maui de Utrera sueña despierta en Madrid, cuando actúa, y una vez soñó que se juntaban Bambino y Lina Morgan, cuyo teatro es rayano a su casa. Ocurrieron casualidades mágicas. Las que atribuye a un duende madrileño.
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—Sé, por su tío, Bambino, la gran fe que hay en Utrera a la Virgen de Consolación de la localidad. ¿Encuentra algo parecido en Madrid?
—Mira, yo le encuentro toda la relación. Es una pregunta muy bonita. Resulta que vivo en La Latina y aquí hay algo muy castizo que sí que me lleva a conectar con una raíz que hay en mi tierra, en Utrera. No sé qué tipo de conexión hay exactamente, pero Jesús el Pobre, en Semana Santa, me recuerda al ambiente que se vive con la Virgen de Consolación.
—¿Y usted cómo cura la nostalgia?
Y ya sabes que allí hay un lagarto que salió de un pozo, y está disecado y la gente va a pedirle matrimonio. Y tienen que darle la vuelta al pozo y desearlo. Yo tengo un lagarto que simula al lagarto 'de Consolación' de Utrera.
—Solemos preguntar si Madrid es la novena capital de Andalucía...
—Yo le encuentro toda la relación. Cuando llegué a Madrid había mucha gente del sur. Mezclándose. Y buscándose los unos a los otros, se producían encuentros que muy bien podían ser reuniones de cualquier zona de mi tierra.
—¿Al madrileño tipo le gusta el flamenco?
—Yo creo que sí, yo creo que bastante. Mi recorrido aquí me encuentro a muchos amantes del flamenco. Y no sólo lo ama, sino que le da todas las oportunidades de establecerse aquí.
—Cuente un poco cómo son y en qué consisten sus famosos domingos de vermut y potaje.
—Son muy distintos a los cocidos madrileños (Ríe). Al final hablamos de ollas. Y ese es otro nexo de unión. El potaje gitano de mi espectáculo es muy simple, muy humilde, y es un alimento que cocinan los gitanos de mi tierra. Mi madre lo cocinaba todos los domingos en el polígono del Tinte, en Utrera, y era como una fiesta. Lo celebrábamos. Aunque lo que había detrás era carencia. Y había que tapar esa carencia.
—Usted, entonces, guisa y canta...
—Voy cantando a compás y cantando y contando una historia real. Y explico cosas de mi tierra, donde está el duende.
—¿Dónde está el duende en Madrid?
—En la noche. En la noche de Maui. Las noches que comparto en los bajos de algunos locales, o incluso en las casas. Eso es duende puro.
—Siga, siga...
Tendemos a compartir la guitarra y a cantar canciones nuevas. Nos arriesgamos y eso lo compartimos. Se trata de compartir el duende. Un duende que se esconde en una olla de potaje. O de cocido. La olla es la conexión, insisto, con Madrid.
—¿Cómo es su vida fuera de los fogones y de los tablaos?
—Madrid ha hecho que me convierta en nadadora. En la mismita sirenita de Utrera.
—Viniendo de tierra de secano a tierra de secano, déjeme preguntarle por la forma en que se ha vuelto sirena...
—Fíjate que yo vivo en La Latina, en el mercado de la Cebada, y durante la pandemia hicieron una piscina. Sé que allí hace 40 años había otra. En la piscina me relajo, desconecto al final del día.
—Volvamos a cómo es su vida bajando de los potajes y de las tablas...
—A mí me encanta cocinar. Suelo ir mucho al mercado de la Cebada, ahí compro lo que me hace falta. Soy una afortunada por tener cerca ese mercado.
—¿Qué le pide usted a Madrid?
—A Madrid le pido que me siga abrazando como desde que llegué aquí. Vine con la intención de vivir una época de mi vida soñadora, bohemia, quizá efímera, y ha hecho que me reconozcan las puertas eléctricas. No me reconocían las puertas en el resto del mundo.
—Dígame curiosidades o milagros que han ocurrido en su espectáculo.
—En mi espectáculo han pasado muchas cosas. Le tiré una acelga a Carmen Lomana como la que tira un ramo de margaritas. Fue bien recibida. También soñé despierta que Lina Morgan y Bambino se encontraban. Al poco actué en el Teatro de la Latina, que está pegado a mi casa, y bajo el telón, con la música de Bambino, puse las manos en el suelo, y parecía real. Estoy convencida de que se juntaron para eso.
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