Madrid 'se Sabina'
bajo cielo
El retrato de Madrid es una estrofa de Sabina, una forma de decirte adiós pidiéndote que vuelvas, una contradicción que se lava la boca rogando demasiadas veces perdón
El Madrid de feria
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl martes toreó Morante en Madrid y la Puebla se hizo barrio entre Tirso y Chamberí, justo debajo de Joaquín. Él también se batió hace dos semanas en esta plaza grande, porque a Sabina hay que verlo torear aquí, en su casa, como a ... Bowie en Hammersmith, a Bob en el Carnegie Hall o a Jacques Brel en el Olympia. Esta semana repite y el público se baja en la calle Goya para no decir que será la última; si acaso, una más. Y Madrid ‘se sabina’ del Manzanares a Chamartín, porque vuelve a cantar el poeta que hace canciones; unas que suenan por encima del suelo, flotando, como si la melodía elevara las notas a medio camino entre el cielo y el verso que ha dicho.
Todos tenemos un Joaquín Sabina, el nuestro, el que una vez paró todo y nos dijo: escucha. El mío llegó en ‘Peor para el sol’. Aún no sabía que mi padre y él se lanzaban cuchillos de admiración y desprecio. Tampoco que sería un motivo más para quererlo. Pero cómo evitar matar al padre admirando al que hace brillar su avaricia y respeto. Encima son del 12 de febrero. Uno dijo que era cojo y el otro un heredero. Al final reconocieron sus verdades y Joaquín le dijo a Ussía, «esta mano que es la mía», y se quitaron el sombrero.
El retrato de Madrid es una estrofa de Sabina, una forma de decirte adiós pidiéndote que vuelvas, una contradicción que se lava la boca rogando demasiadas veces perdón. Y el que diga lo contrario es un embustero, una broma, un canalla sin rima, una estafa, un error. Aquí se viene con la careta quitada. Esa banda sonora va dejando un surco en la memoria, xilografía en verso, que estampa en nosotros la letra que también nos hizo daño una noche que acabó demasiado pronto, cuando nos quedamos solos en el último bar.
El mono Manolo, vigía de la calle de Bailén
Alfonso J. UssíaLos clientes habituales de los bares daban al mandril propinas en forma de tapa y caña
Sus temas hablan de nosotros mismos porque Joaquín, ‘sabina’ las cosas que nos suceden para quedarse en nosotros; para cantarse en nosotros. Al final, la diferencia entre ser y estar era un concierto de Joaquín. Porque no es lo mismo ser coetáneo de un maestro que estar en sus canciones. Luego se lamentan quienes vivieron con Elvis sin vivir en Presley. Y por eso llevé a Pedro, mi hijo, a su penúltimo concierto. Quizá aún no entienda que los errores son culpa de la torpeza, a qué suena el desamor o cómo se escribe una décima, pero sé que cuando algo le duela, podrá curarse en una de sus estrofas. Y con eso basta.
Llegan a otoño algunas de mis mejores personas. Es inevitable. Decía Larra que «ningún escritor ha escrito para los que no saben leer», y es por eso que Joaquín Sabina decidió hacer trampas convirtiendo el poema en canción y dejarnos sin excusas. Y este Madrid, tan mimado de coristas, tararea desde hace décadas un repertorio escrito entre humo y Relatores, esa muga donde el exceso nos trajo del otro lado lo que nos acojona, lo que nos asusta. No le pedimos permiso para hacerle nuestro héroe de Cascorro, porque preferimos mandarle a él que cruzar el precipicio nosotros mismos.
Muchos días he querido acompañarle; otros me hice el loco esperando que regresara con otro verso más que me ahorrara el golpe. Pero cualquiera de nosotros hemos sido Joaquín Sabina para querer o para olvidar. Alguna vez, todos, hemos escrito en la mesa de un bar hasta que despertamos, o querido sin haber amado y amado sin pedir permiso.
Pero él lo ha ‘sabinizado’, y cuando Joaquín es Joaquín a secas y ‘Sabina’ un verbo que utilizamos, uno se da cuenta de lo mucho que ha supuesto compartir todo bajo este mismo techo. Porque hemos compartido barras, libros, poetas, calles, terrazas, conciertos y camellos. Como dijo Ramón Gómez de la Serna, «la épica es un fracaso de chatarras» y aquí estamos, sosteniendo esta cacharrería de nosotros mismos.
No sean ingratos, háganme caso: vayan a verlo. Lamentaréis no haberlo hecho. Me decía Chapu el otro día en Morante, que lo mejor de esa tarde era poder contar que nosotros vimos a Morante de la Puebla en Las Ventas. «Pero, Chapu», contesté, «yo en Las Ventas, vi a Joaquín».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete