Una 'levantá' al cielo al son de cornetas y aroma a incienso en el Domingo de Ramos de Madrid
La Semana Santa madrileña se abrió paso este domingo con las tres primeras procesiones: El Silencio, La Borriquita y Los Estudiantes
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C. B.
Madrid
Entre 'chicotá' y 'chicotá', Madrid asistió a su 'levantá' del Domingo de Ramos, que con el repique de las campanas de la catedral de la Almudena supuso el inicio de la Semana Santa en la capital. En las calles resonaron las cornetas y tambores, ... y el olor a incienso recorrió los rincones del centro: desde Atocha hasta Bailén, pasando por el Madrid de los Austrias, la Gran Vía y el barrio de Las Letras, enclaves por los que transitaron los pasos de El Silencio, La Borriquita y Los Estudiantes.
La fe y la devoción volvieron a transitar por unas calles repletas de fieles, curiosos y turistas que se apostaban –desde una hora antes de las salidas– a las puertas de las iglesias. «A esto no se puede faltar. El año pasado no me atreví a venir por los brotes del coronavirus, pero este año no lo he dudado», confesaba Francisco Javier, apoyado en las verjas de la Almudena desde las 15 horas para no perderse ni un detalle de La Borriquita, la talla de Ramón Martín que conforma el paso de la Muy Ilustre Hermandad Sacramental y Penitencial Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Amor en su Entrada Triunfal en Jerusalén, María Santísima de la Anunciación y Nuestra Señora del Rosario, Patriarca Glorioso y Bendito Señor San José.
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Jesús Nieto JuradoLa guía, con pinturas de Ana Rojo, informa al completo de toda la Semana Santa
Este año, la procesión fue para los hermanos más especial y emotiva –si cabe– que los anteriores. Mirando al cielo, Carlos Malarria, hermano mayor, se la dedicó a Jesús España, teniente hermano mayor de la institución, que falleció en octubre. «Sé que nos va a dar mucha fuerza. Para él, todo nuestro afecto, cariño y corazón. Esperemos que sepamos recoger su testigo«, dijo en el altar mayor de la catedral, entre lágrimas, Malarria.
Puerta Santa
La cuenta atrás para la salida ya se había iniciado. Los costaleros, tras el paso, se fundieron en un largo abrazo mientras el cortejo ya comenzaba a formarse. A las 16 horas, puntual, la Puerta Santa se abrió, con Engracia Hidalgo, delegada de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, como representante municipal. Tras los tres toques de llamador, La Borriquita salió a la calle. Antes de atravesar la puerta, eso sí, los cofrades realizaron una ofrenda en recuerdo a su compañero fallecido.
«Se está haciendo esperar», repetía Francisco Javier, fuera del templo. Pasaban treinta minutos de la hora señalada y la imagen todavía no había traspasado la Puerta Santa, lo que desató la inquietud entre los presentes. Muchos de ellos se pusieron las retransmisiones en directo en el móvil para saber si estaba ocurriendo algo. «Va con mucho retraso, se van a cruzar todas», afirmaban, en referencia a que se pudiesen cruzar en las calles con El Silencio y Los Estudiantes.
Poco después de las 16.30, Bailén estalló en aplausos. Fue el momento en que Nuestro Señor en su Entrada Triunfal a Jerusalén se asomó a la vía pública. Junto a él, las palmas y olivos del cortejo enfilaron su camino por unas aceras de la calle Mayor llenas de feligreses.
La intersección con Sacramento llevaba horas ya cortada al tráfico. Por allí, pasaron Los Estudiantes, la más tardía de esta tríada del Domingo de Ramos. «De una vamos a ir a la otra, son unas fechas muy especiales y no nos las queremos perder«, confesaba Ana María junto a su hermana, Belén. Hace tres años perdieron a su madre a causa del coronavirus; este domingo, realizaron el recorrido que la mujer –»muy devota y creyente«– solía hacer casi todos los años.
El dieciochesco Santísimo Cristo de la Fe y del Perdón –obra de Luis Salvador Carmona– y María Santísima Inmaculada, Madre de la Iglesia –de Juan Manuel Miñarro, 1996– estaban engalanados a los lados del altar mayor en posición de salida. El Cristo, sobre un monte de claveles rojos; la Madre de la Iglesia, bajo palio, decorada con claveles lancos, rosas de pitiminí, calas y astromelias.
La puerta de la basílica pontificia de San Miguel se abrió –como novedad– a las 18 horas, tras la llegada del alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y Borja Carabante, delegado de Medio Ambiente y Movilidad, que participaron en la estación de penitencia. «Pocas procesiones son más bonitas que esta. El Cristo no puede estar más bonito«, aseguró Adela, frente a la salida del templo, mientras la saetera Cristina Soler le cantaba al Cristo de la Fe y del Perdón, que enfiló hasta la estrecha calle del Cordón, una de las más complicadas del recorrido. Sin complicaciones, superó este desafío mientras atardecía en Madrid.
Jesús atado a la Columna
La cofradía de El Silencio, con su Jesús atado a la Columna recibiendo el 'castigo' del sayón con forma de latigazos, salió de Atocha para enfilar, costero a costero, el Madrid de los Austrias. Lo hizo con su canastilla color caoba, uno de los símbolos barrocos por excelencia de la Semana Santa andaluza, tan ornamental en sus formas.
Con su cortejo de nazarenos de color morado pasión en el antifaz y la túnica, la capa blanca, impregnaron de olor a incienso una de las zonas más bellas de Madrid. Ante el único paso, el concejal-presidente de los distritos de Centro y Salamanca, José Fernández. Nuestro Padre Jesús del Perdón, que recuerda al de las Cigarreras de la capital hispalense, es una talla del imaginero talaverano Víctor González Gil, de 1945, uno de los nombres imprescindible de la iconografía religiosa de mediados del siglo XX en España.
El tiempo, algo ventoso, dio más lucimiento a este primer día de Pasión.
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