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El Gordo Maya, tiroteado en la puerta de su casa: alunizajes, secuestros, torturas y robos de droga

Francisco Maya quedó libre en abril pese ser arrestado por torturas y secuestros con la banda del Samuelillo. Ahora está grave en el hospital Gregorio Marañón. Se investiga un ajuste de cuentas por drogas

Así torturaban 'el Samuelillo' y su banda a los narcos: cuchilladas, abrasiones con soplete y roturas de huesos

El cordón policial, en la avenida del Marqués de Corbera de Madrid tania sieira
Carlos Hidalgo

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A veces, según el mundo en el que te muevas, estás más seguro en la cárcel que en la puerta de tu casa con tus amigos. Es lo que le ha ocurrido a Francisco Maya, alias el Gordo Maya, español de 24 años que la noche de este viernes fue tiroteado en su barrio, La Elipa (Ciudad Lineal). Le descerrajaron entre cuatro y cinco tiros cuando estaba acompañado de algunos amigos, varios de los cuales no quisieron aportar información precisa sobre el suceso a la Policía Nacional. Por suerte, otros testigos sí lo han hecho y ya hay una línea de investigación bastante plausible para explicar este intento de homicidio: un ajuste de cuentas por drogas.

Eran las 23.35 horas cuando se recibía el primer aviso. A la altura del número 28 de la avenida del Marqués de Corbera, Maya, que acababa de salir de su casa, se encontraba con un grupo de amigos de la zona, junto a una farmacia, con su característico cordón de oro en el cuello. Entre ellos, estaba un marroquí y una chica, que fueron los únicos que aportaron datos ciertos a los agentes posteriormente. Algunas fuentes apuntan a que se produjo primero una discusión entre algunos de los allí congregados.

Pero lo cierto es que inopinadamente apareció un hombre subido en un patinete eléctrico de la marca Xiaomi, con una gorra y ropa oscuras, y una pistola con silenciador. Se investiga que utilizara una 9 milímetros. El sujeto disparó a poca distancia, directamente al Gordo Maya. Solo un proyectil le dio, en un antebrazo, con orificio de entrada y salida. El Grupo de Delitos Violentos de la Brigada Provincial de Policía Científica recogió cuatro casquillos del escenario de los hechos. En la pistola quedaban una bala en la recámara y otra en el cargador.

Fue tiroteado junto a un contenedor de recogida de cartones, el mismo en el que una vecina de la zona vio desde su ventana cómo el sicario abandonaba el patinete por allí, además de tirar la gorra, la camiseta y el arma a la basura. Así se lo relató a los agentes de la comisaría del distrito de Ciudad Lineal. Huyó a la carrera, pero los investigadores creen que había al menos otra persona dándole cobertura desde un vehículo y que le ayudó a escapar.

El Gordo Maya aún tuvo fuerzas para cruzar la calle y desplomarse sobre un coche que estaba aparcado a la altura del número 21, junto al Burger King. El Samur-Protección Civil estabilizó a la víctima, quien fue trasladada al hospital Gregorio Marañón, sin riesgo vital. La zona es muy comercial y está llena da cámaras de seguridad, además de que se trata, aun a esa hora, de un barrio muy populoso y transitado. Todo ello va a resultar fundamental para identificar al autor o autores de este intento de asesinato, que tiene todos los visos de ser por encargo. «Pese a todo, el pistolero fue un poco chapucero», reconocen algunas fuentes del caso.

La Policía se desplazó ayer al hospital, donde Maya será operado en unas dos semanas, aunque le darán el alta antes. Se negó prácticamente a declarar. Solo dijo que una bala le había rozado un hombro y la otra le dio la muñeca. Aseguró que no conocía de nada a su agresor y que escuchó cuatro tiros y luego, un quinto: «Me han vaciado el cargador pero no me han dado».

El Gordo Maya cuenta con 21 reseñas, por quebrantamiento de condena, amenazas, daños... En noviembre de 2020, apuñaló a un conductor, cerca del Planetario, por un simple pique de tráfico, agresión que fue grabada por testigos. En abril, quedó en libertad. Con el Goyito en prisión, ahora trabajaba para Samuelillo: se disfrazaban de policías para dar el alto a otros delincuentes. Les propinaban palizas bestiales por dinero o droga. Llegaban a abrasarles el cuerpo con sopletes. Conseguían que cada uno pagara a partir de 50.000 euros. Hay al menos seis casos documentados, también de empresarios.

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