Feria de Esoterismo de Madrid: «Con estas varillas, yo te leo el aura y el agua»
ABC se adentra en la edición número treinta de la muestra, en un palomar de la estación de Chamartín.
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Aroma a cúrcuma, a candelilla magufa o no; a un incienso que no es el de Málaga ni el de Sevilla, ni el de Madrid en Jueves Santo y en la calle de Toledo. Son olores mezclados de palo santo y de cera, ... que, todo hay que decirlo, también huele la cera cuando hay ofrendas, o se hace como si se ofrendara algo.
Se entra a la edición número 30 de la Feria del Esoterismo en las alturas de Chamartín. Dos brujas guiadas por la inteligencia artificial hablan entre ellas en un círculo infinito en una ofenda de mentirijillas al mal. Quizá, cuando la digitalización las deje, las mentadas brujas hagan ese conjuro de las 'meigas' que tanto ponderó Camilo José Cela cuando se ponía gallego, y húmedo, y norteño.
El esoterismo, en la etimología, viene a decir «camino a lo desconocido». Y desconocido es todo, en verdad. En esos palomares de la estación de Chamartín, esa extensión de Galicia, y de todo el norte cuando baja a la meseta, todo es misterio. Un misterio a un calor tropical, que 'haberlo, haylo'; pero un misterio. De entradas hay yorubas mulatas que entran y salen con el abanico, junto a las citadas brujas, y se saludan. Una visitante exclama, junto al caldero antes mentado, «ahí tiraba a mi marido, niña». Podría decirse que con Felipe II y su Escorial y su El Bosco estaba todo dicho sobre las fuerzas telúricas, el ocultismo, y los canales a los que no todos han sido invitados en la región; pero no es así. «No es así», insisten con una convicción que tiene pilares de verdad y manos de cartomancia.
Magias blancas
La Creación, lo divino, tiene sus lenguajes y sus nomenclaturas, y hay quienes lo interpretan. A su manera, y sin renegar, por lo comprobado, de cierta doctrina cristiana. Una cosa es leer la mano y otra hablar de Dios. «Son cosas distintas», dicen en todos los 'quiosquillos' en los que a Lola, la Bruja, se la tiene por «impostora». Eso sí, comentan que no hay una folclórica interesada por otras fuerzas y otros poderes. Y las folclóricas tienen saga, y las sagas los siguen como «iniciados», que es otro adjetivo que no quieren decir. Pero lo dicen.
Magias negras no se han consignado a la vista, pero magias blancas sí. Y simpatía. Norbert tiene un programa de ordenador que lee la mano. Comenta, pese a las nuevas tecnologías, que tiene «el don de la videncia desde hace treinta años». Y, además del sistema informático, lee la línea de la vida en vivo y en directo. El olor a palo de santo se incrementa, y las yorubas, cubanas ellas, se leen las uñas y mandan 'whatsapps' a Varadero. Cuando van a decir algo trascendente sobre la suerte del arriba firmante, el arriba firmante les ruega que no. Y es que si algo quieren combatir en este congreso es la superchería. Se escucha que «el 90% de los famosos son santeros». Y aparecen por ahí Bisbal, Miguel Bosé y otro listado de no folclóricos. Con todo, extraña la tecnificación de lo oculto. Que haya una extraña cuantificación de chacras, auras, líneas de vida que se puedan cruzar. Y se cruzarán: un CNI de lo escondido.
Sergio Climent, además de lo oculto, también anda por los mundos 3.0. Con las varillas, el agua, elemento esencial de todos, va como en trance comentando que «en vez de detectar agua, detecto el aura». Ante la paronomia, uno guarda una sonrisa filológica. Y Sergio a lo suyo. La radiestesia mística; la que augura Filomenas no sólo en el meteoro, también en el corazón humano, que es de lo que hablamos.
Se va paseando y se topa, el visitante, con un altar a la Virgen de Guadalupe mexicana, y, casi enfrente, un puesto de ángeles y arcángeles. Esos que, volviendo a la filología, griega, son 'mensajeros' con alas. Insisten en que el culto a la santería no implica ser mal cristiano. Pere Pascuet, catalán hasta en el respirar, explica su 'Teología del Nacimiento', porque hay un Belén bajo la cobertura amorosa de un ángel. Pere, que parece que se ha tragado un santo de TV3, incide, con esa claridad del catalán cuando quiere ser didáctico, y el santo es Job: «El ángel es una guía de los Seres Humanos. En todas las religiones aparecen ángeles. La primera estela con alas aparece en el Valle del Ur (Mesopotamia), representa la fuente de la vida. Era un ser con alas». Apadrina su tienda un San Jorge barbilampiño haciendo, lo que fue menester, con un dragón que en estas dimensiones más parece lagarto. En yeso.
Aparte lo desconocido, Encarna, que no terminó Medicina pero sí que le convalidaron Enfermería, relata que lleva «muchos años, yendo y viniendo de Getafe a Málaga». Su socio o marido asiente. Ella afirma, de nuevo, que «se puede ser cristiano y santero». Y explica cómo la santería entró en la Península desde Cuba y cómo se adaptó a la religión. «Sincretismo».
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Víctor hace «fotografías del aura», tarea difícil con tantos grumos y tantos malos humos que se estilan. De Barcelona, interpreta el aura del reportero, que no quiso ver. Según Sergio, «somos un compendio de todo. La energía más sutil se materializa, y la más material se puede elevar: hay una chispa que es la idea y que es la luz, el cómo. Poniendo luz al oído. La gente no ve lodo, ve belleza». Y en eso que va la clave de la literatura.
Al final, la organizadora del certamen, Rosa María Fernández, concluye regalando una pulsera como de fuerza y con dos besos. El esoterismo en España es que es así.
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