Así actuaba el 'asesino de la baraja', el exsoldado que puso a Madrid en máxima alerta
Alfredo Galán mató a seis personas en 2003 y gracias a una casualidad acabó teniendo una firma propia antes de entregarse
Netflix estrena una serie con la historia de este particular caso
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Iniciar sesiónAlfredo Galán Sotillo es, a estas alturas del siglo XXI, una persona que no suena a las nuevas generaciones, pese a ser uno de los hombres que más miedo infundó durante el año 2003 en Madrid. Su sobrenombre aún hace estremecerse a los que ... pasan la treintena: se le bautizó como el 'asesino de la baraja'.
Condenado a 142 años de cárcel por matar a seis personas e intentarlo con otras tres más, Galán pasó a la historia negra de España en un contexto muy concreto y prácticamente de casualidad. Él no tenía ansias homicidas como podía pasar con otros históricos asesinos españoles, como el histórico Manuel Blanco Romasanta o Manuel Delgado Villegas 'el Arropiero', sino que mataba sin motivo.
La misma firma que le hizo ganarse un apodo propio fue de casualidad: no fue hasta que la prensa encontró un as de copas al lado de uno de los cadáveres cuando empezaron a llamarle el asesino del naipe y, después, el asesino de la baraja.
Su historia vuelve ahora a la actualidad gracias a un documental de Netflix de tres capítulos que cuenta, entre otros testimonios, con Teresa Sánchez García, una de sus supervivientes.
Su indiferencia, la sociopatía mostrada y un más que probable trauma sobrevenido de su tiempo destinado en Bosnia como soldado fueron los ingredientes que hicieron de él un protagonista perfecto para los medios de comunicación y todo un fenómeno de masas.
Las seis víctimas del asesino de la baraja
A la policía le costó identificar a este asesino por la arbitrariedad de sus casos. No había relación entre las víctimas y, de hecho, el propio Galán confesó después que solo lo hacía para saber qué se siente.
Depredador social y narcisista, en su confesión aseguró que solo «quería experimentar la sensación que causa acabar con la vida de un ser humano. Comencé con el portero y al no sentir nada seguí matando». Se refiere al conserje de un piso de la madrileña calle de Alonso Cano. Él fue su primera víctima, a quien ajustició obligándole a ponerse de rodillas contra la pared. Le disparó con su pistola de confianza, una Tokarev 7,6 milímetros, que compró por unos 400 euros en un bar de Mostar, en Bosnia, donde estuvo destinado como soldado.
«Quería experimentar la sensación que causa acabar con la vida de un ser humano. Comencé con el portero y al no sentir nada seguí matando»
Alfredo Galán
El asesino de la baraja
Desde ese momento empezó a sentir una cierta pulsión por matar, pero sin un objetivo claro.
Fue con su segunda víctima cuando los medios y la policía vieron que se podía tratar de un asesino serial. Se trataba de un hombre que estaba esperando al autobús en una parada en Alameda de Osuna, donde llegó Galán en su coche, un Renault Megane. La policía encontró un naipe, un as de copas, lo que hizo inferir a los investigadores que había una intención oculta.
Ese mismo día, el 5 de febrero, mató a otras dos personas: una joven de 18 años y una mujer de 57. Ambas estaban en un bar de Alcalá de Henares.
Pasó un mes hasta que volvió a actuar, esta vez en Tres Cantos. La suerte salvó la vida de sus siguientes objetivos, un hombre y una mujer ecuatorianos: a él sí le disparó, pero la bala salió por la mejilla y sobrevivió mientras que a ella no llegó a encañonarle porque la pistola se encasquilló. Galán salió huyendo, no sin antes tirar otra carta: el 2 de copas.
Sus dos últimas víctimas fueron un matrimonio en Arganda del Rey: el marido murió en el acto pero ella lo hizo dos días después.
La entrega y la condena
El 3 de julio, un Galán en un estado de ebriedad evidente acudió a la comisaría de Puertollano (Ciudad Real) para entregarse. Ante la estupefacción de los policías, confesó ser el asesino de la baraja.
Alfredo Galán sigue encarcelado desde 2005, pese a sus intentos por agradar a las autoridades con el objetivo de reducir su pena
Pese a un juicio plagado de cambios de versión, los casquillos de las balas, la identificación positiva de los supervivientes y las diversas pruebas forenses culminaron con la demostración fehaciente de que él era, efectivamente, el asesino que buscaban. Y sobre todo un detalle, no menor: desde su confesión, cesaron los asesinatos.
En 2005 fue declarado culpable de seis asesinatos con resultado de muerte y de tres más en grado de tentativa, por lo que le cayó una condena de 142 años, además de una indemización de más de 600.000 euros para las familias de las víctimas y los supervivientes. El tribunal consideró la alarma social como un agravante, ya que Madrid se blindó durante esos primeros meses de 2003 y cundió el pánico por toda la Comunidad.
El «manifiesto desprecio por la vida humana» que determinaron los exámenes psiquiátricos determinaron que, pese a que se estaba tomando medicamentos antisicóticos, no padecía un trastorno que explicara su hambre homicida.
Su colaboración en el caso de Eva Blanco
En 2015, cuando ya llevaba una década en la cárcel, trató de agradar a las autoridades dando su opinión sobre el caso de Eva Blanco, una chica violada y asesinada en 1997 cuya muerte no estaba esclarecida por entonces.
Cruz Morcillo, en un reportaje en ABC publicado en 2019, publicó la carta que envió Galán a la policía para intentar trazar un perfil sobre el asesino de Blanco. En la misma, se atrevía a dar su opinión 'experta' para intentar dar detalles sobre cómo creía que debía ser el hombre que buscaban las autoridades.
Un mes después, la Guardia Civil identificaba y detenía en Francia al asesino de Eva Blanco: el español de origen marroquí Ahmed Chelh, de 52 años. No se le llegó a juzgar ya que se suicidó tres meses después de ser encarcelado.
Mientras, Alfredo Galán, el asesino de la baraja, tampoco vio reducida su condena por esta carta.
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