Una semana para inmunizar a 350.000 mayores de 80 años

Los octogenarios recibieron ayer su primera dosis de Pfizer con ilusión

Antonio Sánchez Lubián, de 98 años, recibió ayer la vacuna en el centro de salud Andrés Mellado BELÉN DÍAZ

Antonio Sánchez Lubián deja el bastón y se remanga la camisa color mantequilla para recibir la primera dosis de la vacuna de Pfizer. Ni siquiera toma asiento. «¿Prefiere de pie?», pregunta la enfermera. «Como quiera, me da igual», contesta, sin moverse. El pinchazo dura unos segundos, ... pero asegura no notar nada. La ilusión de este jubilado y expresidente de una compañía de seguros se sobrepone al dolor. «Voy camino de los 99 y quisiera llegar a los 100. Ya luego me puedo morir», declara. Después de la inyección, toca descansar un cuarto de hora en la sala de espera y otros 21 días para la segunda dosis que, según el protocolo de la Comunidad de Madrid, Antonio ya tiene reservada.

La tercera edad asedió ayer por la tarde las salitas y pasillos del centro de salud Andrés Mellado, que da nombre a la zona básica con mayor incidencia del Covid-19 en la capital –y la segunda en la región–. También uno de los barrios con el porcentaje de población mayor de 80 años más alto;en total, 1.933 mayores susceptibles de ser convocados por su centro de salud. Por ahora, 84 octogenarios han sido citados cada día hasta el 5 de marzo. La vacunación es voluntaria, pero la respuesta siempre es afirmativa. «Están esperando con muchísima alegría nuestra llamada», asegura la responsable de Enfermería,Mónica Igea.

El frenético trabajo de los próximos días es «bienvenido». «Este es el momento que hemos estado soñando, el momento que hemos estado visualizando a diario para tirar adelante, el inicio de poder sacar cabeza», agradece. El objetivo del Gobierno regional es vacunar en una semana a 350.000 mayores de 80 años, a un ritmo de 15.000 dosis diarias, en los 262 centros madrileños repartidos por la región. La recomendación sanitaria es que todos reciban la vacuna, aunque sufran polipatologías y estén polimedicados.

Antonio, de cabeza lúcida, tiene problemas de próstata, solo un pedazo de un riñón y no oye muy bien. Su hija pequeña, Isabel, cuida de él desde el año pasado y le acompañó ayer a uno de los instantes más esperados en los últimos meses. «Estoy muy contenta, pero también preocupada por si pudiera tener efectos...», reconoce.

Esperas en el día 1

El lento trasiego de cabelleras níveas, pasitos cortos y bastones saturó ayer este edificio de ladrillo, donde 11 enfermeros de sus 35 profesionales administran las vacunas. Una señora lamentaba en la puerta que las citaciones eran cada 3 minutos y se solapaban. Otra había entendido mal la llamada: su dosis estaba «en reserva», pero todavía no había sido convocada. Una enfermera, lista en mano, intentaba explicar la situación ante la cola de sillas de ruedas a las puertas: «Es que el centro no es tan grande para tanta gente...».

Una hora y media después del inicio de la vacunación, arrastraban un retraso de media hora. Álvaro decidió esperar en doble fila mientras su abuela Rosario descansaba en el asiento del copiloto. El día anterior cumplió 95 años. «Que la vacunen es su mejor regalo de cumpleaños», zanjó su nieto. La espera fue más amena.

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