«Hablar del lobo es casi tabú, pero es una ruina para los ganaderos»
La misma semana en la que Europa apoyó rebajar el estatus de la protección del lobo, los ganaderos toman la palabra para pedir un «equilibrio» que cuide, también, de sus reses
Galicia estudia ya tres peticiones para «extracciones» del cánido

después de un período de máximas restricciones en torno al lobo, las políticas de control sobre este animal, el único que no cuenta con un depredador natural, empiezan a virar. En España, y fuera de España. Esta misma semana, el Parlamento Europeo refrendó la ... propuesta del Convenio de Berna del pasado marzo para rebajar la calificación del cánido de especie «de fauna estrictamente protegida» a «especie de fauna protegida», un matiz no menor. La decisión, que implica una reducción efectiva del nivel de custodia, fue confirmada desde Bruselas, con una afectación directa sobre la normativa española, y sobre la gallega. Y las reacciones no se hicieron esperar.
Por parte de los sindicatos agrarios, el sentir común es la satisfacción por poder controlar de nuevo una especie que en los últimos años había disparado los ataques al ganado en Galicia. Las estadísticas reflejan que desde la incorporación del lobo al Lespre (listado de máxima protección), en 2021, estos ataques escalaron hasta los nueve diarios, con un total de 3.200 reses muertas el pasado año. Para Jacobo Feijóo, portavoz de Unións Agrarias, la lectura sobre los últimos cambios de normativa es, a todas luces, positiva. «Se está reconociendo que hay distintas realidades que necesitan distintas respuestas, y tiene que haber flexibilidad para gestionarlo» introduce.
Sobre la práctica que conllevará la relajación de la normativa, el experto aclara que control no implica directamente hablar «de extracciones o de caza». Existen otras opciones como las batidas, que pueden ahuyentar a una manada de un lugar concreto, y resalta como ejemplo que «el último abatimiento de un lobo en Galicia tuvo lugar en 2013, y en una década solo hubo tres casos». El resto, incide, eran intervenciones que ayudaban a mover a las manadas.
A diferencia de en otras comunidades vecinas -caso de Asturias, Cantabria o Castilla y León- «en Galicia el control del lobo nunca ha pivotado sobre la caza y nos ha ido bien» recalca Feijóo, que anima a los ganaderos que tengan problemas de convivencia con el cánido a que se dirijan a las administraciones, a los tecores o a los propios sindicatos, para que se inicien las gestiones, ahora amparadas por la ley. «La verdad es que se había llegado a una situación límite, con ganaderos teniendo que lidiar con que el lobo les entrase hasta los establos porque no se podía ni espantarlos» resume el portavoz sobre esta compleja convivencia. Por su parte, desde la Asociación Agraria de Galicia (Asaga) señalan que «el cambio en la ley, que llevaba años bloqueado, abre ahora la puerta a una gestión más equilibrada de las poblaciones de lobos en los Estados miembros, especialmente en regiones como la España rural, donde el aumento de ataques al ganado está generando un fuerte impacto económico y social».
La fotografía no le es ajena a Javier, que cuida de su ganado en la pequeña aldea de Pradorrasmiquedo, en Viana do Bolo, provincia de Orense. Lo hace desde hace cinco años, cuando la pandemia le allanó el camino para dejar la ciudad y abrazar la vida en el rural. En la frontera con Zamora, este ganadero de 45 años cuida a diario de un centenar de reses con un modelo extensivo que implica que las vacas pastan en libertad en las cerca de mil hectáreas de tierra comunal que Javier explota. Los primeros dos años todo fue sobre ruedas, «el lobo atacaba y mataba a dos o tres animales al año», cuenta a ABC.
Unas pérdidas «asumibles» para Javier, que tiene el terreno vallado para que las reses no escapen. La estampa, sin embargo, fue empeorando con el tiempo hasta derivar en una situación anímica y económicamente «insostenible». El año pasado el lobo le mató 26 reses, registra. Convertido en enemigo número uno de muchos ganaderos, Javier explica que él es el primer animalista, y que no quiere que este cánido se extinga, pero exige regresar a un «equilibrio» que la incorporación del lobo en el listado de especies de especial protección quebró por completo. El debate, analiza, se ha polarizado hasta el extremo, «y esto no es un problema de blancos o de negros».
Para bosquejar su realidad, este ganadero reconoce que se ha pasado «todo el invierno conviviendo con una manada de cinco lobos». Una incómoda compañía que, afirma, marca el devenir de sus mañanas, siempre pendiente de qué habrá pasado durante la noche. «La mayoría de los animales se los come por completo, y en mi caso que los tengo en un extensión de terreno tan grande, suelo tardar en encontrar algún resto» concreta Javier para lamentar las dificultades que tiene a la hora de cobrar la indemnización que le corresponde por cada animal muerto. En su caso, incide, el lobo no solo ataca a la vaca sino que si acaba de parir también se come a su ternero. «Cuando desaparecen ya los doy por perdidos» asume dando voz a todos los compañeros de su zona que, como él, detectan más estrés en las vacas, lo que deriva, por ejemplo, «en una tasa mayor de abortos».
Caminando por el pueblo
El cambio de patrón en el comportamiento del lobo, «que ha perdido el miedo a los humanos», es tal que los habitantes del pueblo en el que vive Javier se encontraron con uno de estos ejemplares paseando junto a sus casas, «a las once de la mañana y con total impunidad». «Yo me los cruzo a menudo, ellos se van hacia un lado y yo hacia el otro. No les tengo miedo porque tienen comida y sé que no me van a atacar» reflexiona el orensano con la vista puesta en su ganado, víctimas directas del aumento de la población lobera, sobre todo en las comunidades al norte del Duero.
Pendiente de las novedades en torno a un problema que mantiene en vilo su futuro inmediato, este ganadero gallego que pretende que el rural siga siendo su medio de vida avanza que peleará por lograr que la población lobera empiece a controlarse en su zona. «Hasta hace nada, hablar del lobo, mencionar esa palabra, era casi tabú, te convertías tú en sospechoso» se confiesa Javier, que mira de frente un conflicto en el que la solución «pasa por encontrar un término medio». «Ahora mismo es ruinoso, aunque yo tengo claro que seguiré luchando porque estoy donde quiero estar» lanza esperanzado ante un cambio legislativo que, espera, ayude a blindar a su ganado.
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