«El lobo me ha matado uno de cada cinco terneros»
En las faldas de la sierra de Guadarrama, frontera natural con Madrid, el cánido dibuja uno de sus puntos de mayores estragos: «¡Una locura!», lamenta José Antonio, un ganadero
El norte del Duero recupera la caza «excepcional» del lobo

«Horroroso, horroroso, horroroso». La palabra se le atasca y hace un nudo en la garganta a José Antonio sólo con hablar –decir recordar sería echar la vista demasiado atrás para lo que es su día a día– sobre cómo se levanta cada mañana y ... va a ver cómo está su ganado. 450 vacas de raza avileña en plena falda de la sierra de Guadarrama, donde Segovia marca el límite con la Comunidad de Madrid. Esa frontera natural que ya no es infranqueable para el lobo, el depredador que ha marcado territorio además en este punto de la provincia de Segovia llevando a la ganadería a una situación «insostenible».
Los vecinos El Espinar y Navas de San Antonio sobresalen en rojo en el mapa de la estadística que el año pasado alcanzó el «récord» en Castilla y León de casi 4.000 ataques y 6.000 reses muertas. En estos dos municipios, más de 175 en cada uno. Da prueba de ello José Antonio. 55 terneros «certificados» muertos a las fauces del canis lupus sólo el año pasado, además de otra media docena cuyos restos no logró encontrar por más horas que echó buscando y que no contabilizan. A una media de más de uno por semana. «Uno de cada cinco de los que nacieron me ha matado el lobo. ¡Una barbaridad!», clama y exclama con una mezcla de desesperación, impotencia... Y una treintena el año anterior, tres en apenas dos meses de 2025... «¡Es una locura!».

Fue hace «seis o siete años» cuando el cánido no sólo regresó a un territorio en el que José Antonio recuerda que sí había cuando era crío, pero luego desaparecieron. En esos primeros momentos «me costó mucho desmentir» que los ataques que sufría fueran de un lobo. Puso hasta cámaras para demostrarlo. «Pero ahora es que hay muchos –lobos–; no sólo uno», señala, él que ha llegado a «grabar siete juntos». Tiene tres manadas localizadas que suman casi una veintena de ejemplares. Ya no sabe ni dónde llevar al ganado para tenerlo mínimamente a salvo. «Antes atacaban por campo Alzálvaro, pero ahora por tres sitios distintos, por el norte, por el sur... por todos los lados», apunta con la impotencia grabada en cada frase.
Y el suyo no es el único caso. Otro «vecino», señala, entre julio y enero, ya contaba 70 víctimas. Ni siquiera uno que había optado por los burros para disuadir ha logrado espantar al cánido, y lo que sí han caído presas de sus colmillos son los jumentos. Un poco más allá, otro ganadero sobrevivió, pero «le dio un infarto» al encontrar la escabechina.
En una finca que limita con Ávila –la provincia con más ataques de España y el 25 por ciento de todos los de Castilla y León– y Madrid la escena se repite y el comentario entre los ganaderos es el mismo. «Estamos desesperados. No sabemos qué hacer», asegura José Antonio, para dejar claro que «al campo no se le pueden poner puertas», pero que en la ganadería en extensivo que manejan en esta zona «no puedes meter en una nave todos los días a las vacas». Desde que en 2021 el lobo entró en el Lespre (Listado de Especies Silvestres en Régimen de Especial Protección), no sólo dejó de poder cazarse con cupos al norte del Duero –donde ahora se podrán de nuevo realizar controles «excepcionales»–, sino que al sur ni siquiera se podían «extraer» los ejemplares marcados como más dañinos.
Agosto, septiembre y octubre fueron un suplicio. Jornadas de llegar y encontrar «uno, dos, tres... muertos. Y así un día, otro...», trata de explicar. Poner un pie en el campo y encontrar la sangría: un potro muerto del que «el lobo sólo se ha comido las partes blandas» y dejado el resto. «¡Eso sí es maltrato animal!», advierte este ganadero de Navas de San Antonio.
Otras veces, ni eso lo logra hallar, pues antes han acudido los buitres a por la carroña y «rematar la faena» y ya lo que quedan son los huesos. Entonces, se queja José Antonio, no puede certificarse que haya sido víctima de un ataque y se queda sin una indemnización sobre las que también critica su tardanza –desde «marzo del año pasado no he cobrado nada»– y que «no» cubren todos los daños, censura.
«Me he pasado días y fines de semana enteros buscando chotos, desde por la mañana hasta por la noche. Fines de semana que ni he visto a mi familia, buscando a los chotos como un tonto», recalca. Jornadas de agosto «con más de 40 grados» y recorriendo el campo para localizar al ganado. «Eso quema», reconoce, pero «¡es que vivo de esto! ¡Es mi medio de vida!», subraya sobre lo que supone para él cada pérdida. Sin olvidar, no puede, que «personalmente me ha afectado» y ha repercutido «en toda la familia». Llegar a casa «de mal humor, renegando», hace mella. «Tuve que ir al médico», recalca, pues la situación le llevó a tal estado que «ni dormía, me dolía la cabeza, sufría ataques de ansiedad...». A base «de pastillas» contuvo esos ataques. Los de los lobos, no.
«Te afecta moral y económicamente», apunta. «Muchas veces» ha pensado en dejarlo, «pero, ¿dónde vas a estas alturas?», se pregunta como respuesta. A sus 54 años ve complicado arrancar en otro sitio y también, defiende, porque «la ganadería me gusta. ¡Por amor propio! Aunque no sé si merece la pena...». Estudió una carrera universitaria y a los años volvió al pueblo para seguir con el legado que había aprendido de su padre; éste, de su abuelo... Eso sí, «no» quiere que sus hijos continúen su estela, si la situación sigue igual, porque «no es viable». Él está desanimado al ver que las inversiones intentando «mejorar el ganado», gastando «un dineral» en un toro... «de qué sirven».
«No sé cómo va a acabar esto», se cuestiona, temiendo «una desgracia personal, que es lo que más miedo me da», no sólo porque los lobos «se acercan a cien metros del casco urbano», sino porque el rebaño está en un sinvivir constante. «Las vacas ya ven un perro y se asustan», explica. Y cuando hay una incursión, la estampida, «echan a correr» y pueden llegar a la carretera. No quiere ni imaginar que en una de esas, provoquen un accidente de tráfico...
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