Yolanda Díaz, la mujer que nunca mira atrás
La primera ministra comunista del Gobierno de España emerge no solo como la política con más poder, sino también la más valorada en las encuestas. Su personalidad no se entiende sin Ferrol y sin sus dos ‘Carmelas’: su madre y su hija

Una declarada militante del PCE, de familia (muy) sindicalista y ministra de Trabajo. Nadie habría dado un duro por este sintagma hace un lustro. Todavía menos si se le añade que no solo luce cartera ministerial, sino que es vicepresidenta del Gobierno dentro de la ... cuota propia de un partido de extrema izquierda y que, sin embargo, lleva meses entre las mejor valoradas del Ejecutivo de Pedro Sánchez (lo que no resuelve si el éxito es propio o es defecto del resto de sus compañeros del Consejo de Ministros). Es Yolanda Díaz, la mujer con más poder político en la España de nuestros días , más incluso que una Nadia Calviño que parecía ungida por su interlocución con la UE y su cariz de tecnócrata moderada. Pero la llave morada de la coalición la tiene la ferrolana. Si algo ha enseñado la historia es que a uno de Ferrol siempre hay que tomarlo en serio, aunque haya nacido -como es el caso- al otro lado de la ría. Posee la sonrisa de la negociadora implacable, pero también el colmillo político de quien no hace rehenes en su ascenso, que no conoce techo. «Yolanda nunca mira atrás», recitan quienes la han visto escalar. A medio camino entre el ajuste de cuentas y la confesión honesta, hasta Iván Redondo se rinde ya a sus encantos y admite que Díaz puede ser presidenta del Gobierno. ¿Es todo casualidad?
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«Una de sus virtudes es la capacidad para ver venir las cosas», le concede un rival político. Yolanda Díaz ha surcado a lo largo de su trayectoria un proceloso mar de siglas, variando el rumbo con cada cambio de viento, siempre hacia babor. En sus años en Galicia se deshizo de IU para convertirse en AGE (Alternativa Gallega de Izquierda) y posteriormente ser En Marea; ya en Madrid sepultó IU bajo Unidas Podemos (y de paso orillar a sus dos líderes, Alberto Garzón y Pablo Iglesias), y ahora descabellará a la coalición morada para encabezar una plataforma a la que se presenta con las manos libres . « Y si no le sale, acabará en el PSOE », fabulan los mismos adversarios que contemplan su ascenso. Sabe leer los momentos, sin necesidad de traductor. Por el camino han ido quedando, bien por decantación, bien por su mano maestra, aquellos que le dieron una oportunidad, simples peldaños de una escalera de color rojo que lleva dos décadas subiendo pero que no vislumbra fin. Y sin embargo, «yo veo a la persona de siempre», contraponen sus amigas de juventud.
Yolanda Díaz es la mujer con más poder político en la España de nuestros días, más incluso que una Nadia Calviño, que parecía ungida por su interlocución con la Unión Europea
Díaz tiene varias paternidades. Biológicamente, es hija de Suso y Carmela; ideológicamente, de una ciudad donde el conflicto laboral es una depresión larvada desde las reconversiones industriales de los ochenta. Sin Ferrol y sus circunstancias no se entiende a Yolanda. Sin ese sustrato de luchas obreras, sin ese bronco rumor de protestas del naval, no se puede perfilar al personaje, que vino al mundo un 6 de mayo de 1971 en el barrio de San Valentín, en los edificios de la cooperativa de los trabajadores del astillero de Astano. Ferrol nació como ciudad para construir barcos; Díaz nació en una familia para ser de izquierdas . Casi como una suerte de designio del destino. Su padre, Suso Díaz, es historia del PCE y de Comisiones Obreras, cuya federación gallega dirigió durante una década; su tío, con pasado sindicalista, se decantó por el nacionalismo y fue diputado del BNG en el Parlamento autonómico dos legislaturas. Yolanda no tenía escapatoria, menos aún si a los 4 años Santiago Carrillo va y te besa la mano, como ella misma ha contado alguna vez, o si, además, de bebé tienes que visitar a tu padre en la cárcel por su militancia política. En Ferrol no hay centro; o se es de la izquierda obrera, o se es de la derecha burguesa y militar.
Mucho de esto ya está contado. Sindicalismo por ADN y apellidos, casi por decantación, ley de la gravedad sin más. « Yolanda acompañaba a su padre desde pequeñita », evoca el veterano dirigente comunista ferrolano Rafael Pillado, «nos reuníamos en casas de amigos donde mis hijos jugaban con ella y sus hermanos, era una forma de darle carácter lúdico a reuniones sindicales». Pillado, represaliado por el franquismo, asegura que «ya de niña era muy espabilada».

Foguearse con Feijóo
Su estreno en política fue en Ferrol, ¿dónde si no? A los 32 años consigue acta de concejal por IU en las elecciones municipales de 2003, arropada por un histórico del PCE en la ciudad, Fernando Miramontes. Cuatro años antes se había ido de vacío, a pesar de estar instalada en la ciudad como abogada con despacho -que montó tras pedir un crédito- y participar habitualmente en las movilizaciones sociales en la ciudad. En 2007 ya vuela sin motor y alcanza su techo, cuatro ediles para forjar su primera experiencia de gobierno con el PSOE, un bipartito municipal que acabó como el rosario de la aurora. Un tormento, un horror, en boca de los que lo vivieron desde dentro. El alcalde, Vicente Irisarri, no pasaba de ser un venerable técnico; ella ya se movía en clave política . Aquello duró un año. «Era gobierno en las reuniones internas y oposición en las ruedas de prensa», resume un exconcejal. Otro testigo de la época la recuerda como «una mujer afable, preocupada por todas las cosas, pero no tenía fama de fiable; podía decir una cosa y su contraria». Esta etapa es coincidente en el tiempo con el breve matrimonio PSOE-BNG en la Xunta. Un dirigente socialista asegura que Díaz intentó el desembarco. «Tuvo contactos a nivel autonómico para irse al PSOE». No fructificaron. El olfato ya le indicaba que la fórmula IU tenía fecha de consumo preferente. Que caducaba, vamos.
Si Ferrol y sus circunstancias configuran a su padre, Santiago de Compostela es la ciudad donde emerge doña Carmela, la matriarca. El matrimonio se separa en 1981, y la madre se muda en 1985 con Yolanda y sus dos hermanos mayores (Suso y Xosé, como su padre y su tío) a la capital gallega. Cambia el gris del acero naval por el ocre de la piedra. Van a ser años difíciles para la adolescente que se matricula en el Rosalía de Castro, el instituto ‘cool’ de las familias bien de la capital gallega, donde comparte promoción con Carolina Bescansa , rupturista en ciernes. A los 14, antes de hacer las maletas, una concejala de Mugardos la afilia al Partido Comunista. Es el único carné que dice conservar, el mismo que tuvo su padre, el que explica la lucha obrera frente a los grises en el Ferrol ‘del Caudillo’, el que condensa quién es y de dónde viene. Si Ferrol representa el compromiso, Santiago la adoctrina en sacrificio.
Ferrol nació como ciudad para construir barcos; Díaz nació en una familia para ser de izquierdas. Casi como una suerte de designio del destino
La de Díaz en Compostela es una existencia austera, huérfana de lujos. Su madre tiene que remangarse y trabajar como limpiadora en casas y edificios para sostener a la familia; la propia Yolanda se emplea en los ratos libres como camarera o en la copistería de Tórculo. La distancia entre sus padres no es solo afectiva sino también económica: en casa hace falta dinero . «La relación que Yolanda tenía con su madre era muy bonita, estaba muy unida a ella», recuerda una compañera de aquellos años, hoy amiga íntima. Los años de bachillerato son difíciles. Las casas en la zona vieja no tienen calefacción y la humedad de la piedra arrecia. «Llevaba guantes de mutones en las manos porque pasaba muchísimo frío donde vivía», apunta otra voz que la trató por aquel entonces, «pero era una curranta, una muy buena estudiante». No llamaba la atención, era una joven discreta, callada, tranquila. «Ella iba a lo que iba, a estudiar».
Con un sobresaliente expediente académico entra en la Facultad de Derecho en la promoción del 89. Son los últimos años de las gloriosas noches de ‘troula’ compostelana, hoy perdida en el recuerdo, cuando la piedra nunca se iba a dormir, de farra con los universitarios. Belén Bermejo fraguó su amistad con Díaz en las clases y pasillos. «Yoli no era muy de salir», como mucho «acudíamos a algún ciclo de cine en la universidad», pero en general «era bastante casera y de invitar mucho a sus amigos a su casa».
«Era una familia muy generosa, porque dentro de las estrecheces que pudieran pasar, estábamos todos invitados y a la gente le gustaba ir». Díaz completará su licenciatura en Derecho con otros tres cursos superiores. En el trato personal, Yolanda es cariñosa, coinciden quienes la han tratado. Incluso sus rivales políticos le conceden que es ardorosa y combativa en la tribuna «pero luego te puedes tomar un café con ella». «No es un engendro sectario ni nada parecido», añade un viejo conocido de sus tiempos del rupturismo gallego.
En esa campaña de 2012, Díaz recluta a un joven politólogo madrileño con coleta de las Juventudes Comunistas. Este llegó a animarle que saliera en los carteles electorales con su hija en brazos, la pequeña Carmela, todavía bebé. Ella se negó
Compostela será la segunda parada en la vida política de Yolanda Díaz. Regresará a la capital gallega como diputada autonómica en 2012. Lo había intentado en 2005 y 2009 como candidata de Esquerda Unida, pero la fórmula estaba agotada más allá de Ferrol. Para la ocasión se cruzó en su camino Xosé Manuel Beiras. El veterano político nacionalista había fundado su propio partido, Anova, tras abandonar el BNG con un portazo. EU, con Díaz como coordinadora, abre un proceso de renovación en la izquierda gallega. Y de ese caldo de cultivo nace Alternativa Galega de Esquerdas (AGE), una plataforma (¿les suena?) donde los partidos se diluyen aunque sus dirigentes sí se visualizan. En esa campaña de 2012, Díaz recluta a un joven politólogo madrileño con coleta de las Juventudes Comunistas. Este llegó a animarle que saliera en los carteles electorales con su hija en brazos, la pequeña Carmela, todavía bebé. Ella se negó . Con AGE se fragua el discurso de la izquierda populista, aquí con el toque de color nacionalista de Beiras, y dan la sorpresa con 9 diputados, superando al BNG. En 2016, ya como En Marea pero sin Díaz como candidata, serán 14 y adelantan incluso a los socialistas.
En el Parlamento de Galicia sus careos con Núñez Feijóo serán ásperos por norma. El presidente gallego gusta de pegar tan duro como su oposición, y en Díaz encuentra réplica. La convivencia con Beiras acabó todavía peor. Este acabó yéndose a una televisión a llamarla «inepta, insolidaria y desleal », por ese orden. ¿Cómo era aquello de los egos? Pero Díaz ya no estaba allí para soportar la pataleta, había saltado de AGE en 2015 hacia el Congreso de los Diputados de la mano de En Marea, otra plataforma (ya van dos) con Podemos y Anova. A partir de entonces, teledirigirá movimientos en la izquierda gallega (poniendo candidatos y luego maniobrando para su caída), ya con escaño en el Congreso. El magma rupturista en Galicia erupcionará hasta su autodestrucción en 2020, agotando el enorme capital político conquistado, pero esa explosión no le salpica. Ese ya no es su negociado.

Diputada y ministra
Madrid es la tercera y, por ahora, última parada de Yolanda Díaz, convencida de que el auténtico bacalao en la política española se corta en el Congreso de los Diputados. Los primeros meses son duros en lo personal. Su marido y su hija quedan en Ferrol, y ella semanalmente se traslada a la capital para el trabajo parlamentario. «A Andrés siempre lo pone en valor en el tema de la corresponsabilidad , con un rol muy importante de padre y compañero», asegura Marta Lois, otra de las amigas íntimas que conserva en Santiago, «la política de alto nivel es muy dura cuando tienes hijos en edad de crianza». Díaz había contraído matrimonio con Andrés Meizoso en una boda civil en noviembre de 2003. Él, amigo de la pandilla, pivot en sus años mozos del club OAR de Ferrol y delineante de profesión. Díaz presume de haberse casado de rojo; de blanco iba él. El enlace lo celebró el mismo Miramontes que le dio su primera oportunidad en política. Más que homilía hubo filípica obrera: lucha contra los oprimidos, críticas a las recalificaciones urbanísticas… Romanticismo comunista.
«Yolanda vive, a mayores de la política, para su Carmeliña». Marido e hija acabarán trasladándose a la capital, pero ella no renuncia a regresar a su Ferrol a la mínima que puede. Su vida ahora está en la Corte y Villa pero no descuida Galicia . Nunca se sabe. Hace quince días contraprogramó a Nadia Calviño para reunirse con Feijóo en Compostela, aunque sus críticos le reprochan que «no haya movido un dedo por la crisis industrial que está viviendo su tierra». No todo va a ser malo en la capital. «Ha cambiado el Adolfo Domínguez de la calle Real de Ferrol por las boutiques de Serrano», malicia un conocido de hace muchos años. La izquierda caviar, que gustan algunos de apellidar, que si se cambia el tinte, que si no va con palestina y bandolera.
Hay ausencias en la vida de la vicepresidenta. La más honda, la de su madre. Doña Carmela se había quedado a vivir en Santiago tras la separación. No volvió a Ferrol. Y en la capital gallega falleció en enero de 2013, tras una larga enfermedad, apenas pocos meses después de jubilarse y con su nieta recién nacida. « La abuela estaba loca con la niña », lamenta Belén Bermejo. Algo se rompe dentro de Yolanda. Su madre era uno de sus grandes apoyos vitales.
De diputada a ministra de Trabajo, y de aquí a vicepresidenta segunda. La mujer de moda en España, y no dirige un banco ni taconea al ritmo de ‘Tra tra’. Un ascenso en paralelo con el corte de la coleta del politólogo de las Juventudes Comunistas que la asesoró en la campaña gallega de 2012. Iglesias coincide con Redondo: a Díaz todavía le quedan peldaños por subir . Y lo hará sin lastres. Miramontes, Izquierda Unida, Beiras, En Marea, Pablo Iglesias… Pasado. «Y Yolanda nunca mira atrás», resuena la frase.
Aún quedó con Marta Lois en su última visita a Santiago a mediados de septiembre. Recorrieron las empedradas calles compostelanas, y en la terraza del San Jaime, en la Plaza de Fonseca, tomaron una caña. « La vi guapísima, ilusionada », apunta la amiga, «pero le dije que se cuide, porque estar en ese nivel tan alto de responsabilidad le dio un susto hace pocos meses, y las mujeres no tenemos que ser superwoman». Capa roja, no lo olviden.
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