La historia de Santiago a través de sus reliquias
El Tesoro de la Catedral alberga decenas de reliquias centenarias, testigos del paso de la historia y que han estado en varias manos, víctimas incluso de robos
Desde el Museo de la Catedral son contundentes: aunque el estudio publicado en la revista ‘Forensic Anthropology’ de la Universidad de Florida sugiera que los restos del Apóstol podrían ser los que se supone que son los de Santiago Alfeo, el Menor , presidiendo la ... Capilla de las Reliquias, no se van a mover los huesos ni, tan siquiera, se toma muy en serio el análisis forense . Claro, totalmente descartada está la posibilidad de estudiar los huesos del sepulcro del Apóstol.
El relicario en forma de busto de Santiago el Menor es una de las más importantes obras, ya no solo por los restos que contiene, los supuestos huesos de Alfeo, sino en un plano artístico. Las reliquias en sí llegaron a Santiago como regalo de doña Urraca «en tiempos del Arzobispo Gelmírez» , cuenta el director del museo, Ramón Yzquierdo, durante la primera mitad del siglo XII, procedentes de Braga. De hecho, no es la única reliquia que llegó de la ciudad portuguesa: años antes el propio Gelmírez protagonizó robo conocido como el Pío Latrocinio.
En la Edad Media las reliquias tenían todavía más valor que ahora. Quien más y mejores tenía, más poder ostentaba . Por ello, en los primeros años del siglo XII, cuando Santiago todavía no era arzobispado, tenía que buscar de alguna manera la forma de ganar prestigio, y lo logró: Diego de Gelmírez «va hasta Braga, engaña al arzobispo de allí y se trae las reliquias», relata Yzquierdo. Algunos de los tesoros que trae hasta Compostela son «los bustos de mujer que están al lado del de Santiago» o las reliquias de San Fructuoso, San Silvestre o San Cucufate. Aunque juzgando los hechos con ojos de hoy pudiera parecer un acto perverso, esto era muy corriente por aquel entonces. Los restos de los santos «en la Edad Media tienen mucha importancia, y había una especie de competición entre las catedrales por tener más», cuenta el director. Tanto es así que hasta se «generó un mercado de reliquias de santos».
Por ello, es de esperar que la Catedral de Santiago tenga una gran sala dedicada a la exposición de todas las piezas que, a lo largo de nueve siglos, han ido coleccionando . Una pared entera de la Capilla de las Reliquias compostela está ocupada por un alto e imponente retablo de madera en el que están meticulosamente colocadas cada uno de los relicarios con los restos de los santos. En total, más de 70. En cambio, no ha sido siempre así.
Además de Capilla de las Reliquias, la sala es también Panteón Real. O incluso al revés: las tumbas de los monarcas llegaron antes al lugar que los huesos de santos. «En el 1535 se traslada ahí a los reyes de Galicia y León, y casi un siglo después se convierte también en Capilla de las Reliquias», explica Yzquierdo. De hecho, algo tan importante como los sepulcros de Alfonso IX o Fernando II de León casi pasan desapercibidos al lado del retablo.
De entre todas las piezas puede llamar la atención una espina de la corona de Cristo, expuesta en la parte central , o pedazo de tela de la ropa que llevaba el Papa Juan Pablo II cuando intentaron atentar contra él en 1981. Mientras esta última pieza, visiblemente más nueva que el resto, es la de más reciente incorporación a la colección, con poco más de un lustro, la espina no se sabe ni cómo ni cuando llegó a Santiago, si bien el relicario «es del siglo XV», informa Yzquierdo. Sin embargo, estas reliquias no son las más importantes. Además, incluso el propio relicario podría ser más relevante que su propio contenido, porque «son obras de arte en sí mismas».
Ramón Yzquierdo tiene especial inclinación por Santiago de Coquatrix: «ya no solo porque tenga las reliquias del Apóstol, sino porque es una pieza muy buena» que, junto con otros relicarios de Santiago, «muestra la evolución del modelo iconográfico de Santiago el Peregrino». Esta obra fue realizada en las platerías de la corte parisina en el 1321, y llegó a la Catedral como una ofrenda de peregrinación del francés Geoffroy Coquatrix, un importante personaje de la corte emparentado con varios monarcas de la época.
En uno de los laterales de la sala se encuentra el bastón de peregrino de Santiago, aunque llegó ahí hace poco , «justo antes de las obras de restauración». En el pasado, antes de redescubrir el sepulcro del Apóstol, el bordón estaba en los alrededores de donde se suponía que estaba enterrado. No era la única reliquia que se exponía ahí, pues «permitían el contacto físico de fiel» cuando llegaba a Santiago después de hacer el Camino. Ya que no podían ver los restos de Santiago, a diferencia de ahora, «había elementos complementarios que sí reforzaban la presencia del Apóstol», como este bastón, que los peregrinos podían tocar.
Incendio y robo
La capilla no lleva intacta desde el siglo XVII: en el año 1921 un incendió asoló esa zona de la Catedral y gran parte del tesoro se perdió. A salvar lo que pudieron entró un batallón del ejército, pudiendo recuperar gran parte de las piezas, que tuvieron que ser restauradas. El retablo, en cambio, hubo que cambiarlo. Por si acaso, Maximino Magariños talló el actual retablo, neogótico, con una madera de mal arder.
Otra tragedia tuvo lugar 15 años antes, cuando fue robada sin dejar rastro la cruz donada en el 879 por Alfonso III cuando se consagró la basílica. La pieza estuvo ausente durante casi 100 años, dejando vacía esa parte del altar, en el centro, hasta que en 2003 se optó por realizar una réplica, que es la expuesta ahora.
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