«Ha sido horrible, aún no me creo que esté a salvo»: los testimonios de ucranianas refugiadas en Torrevieja

«Venimos el 14 de febrero y el 28 debíamos volver a mi país, pero nos tenemos que quedar», relata Lyubov Rodríguez , que tiene apellido de casada español porque su pareja es de Torrevieja, donde ahora quiere reconducir su vida: « No tengo opciones ».

Las noticias que le llegan del frente no dibujan un futuro para ellos ni para su hija. «Todos mis amigos están allí, algunos en casas, otros en el subway (metro), no están pensando en venir», narra.

Aunque esta pareja tenía en mente algún día afincarse en este enclave de la Costa Blanca, el conflicto bélico ha precipitado las cosas y ya no hay vuelta atrás. «Estoy como turista y quiero trabajar», cuenta hablando en un castellano fluido porque ha trabajado en un barco de cruceros español de la compañía Pullmantur.

Ha acudido a la Asociación de Ucranianos de Torrevieja para que le ayuden con el papeleo. Les conoce porque tiene a su familia aquí viviendo, aunque ella solo había estado un día de paso en 2019. Tiene experiencia profesional en casinos y ese camino va a intentar abrirse ahora, sabiendo que hay varios en la provincia de Alicante.

La experiencia sufrida y las expectativas de Liliia Semenets apuntan en otra dirección. Acaba de llegar a Torrevieja porque aquí viven su madre y su hermano pequeño desde hace cuatro años, si bien ella quiere regresar cuando pueda, porque su marido se ha quedado allí.

La huida de la guerra no ha resultado fácil, en su caso. «Ha sido horrible , todavía no me puedo creer que estemos aquí sanos y salvos», traduce su testimonio Albina Zhezhnyavska , de la Asociación de Ucranianos de Torrevieja, que apenas da abasto junto a otros voluntarios en una mañana de afluencia constante de personas a su sede, para pedir ayuda o para donar alimentos, ropa y medicamentos que enviar a sus compatriotas.

Liliia tiene unos amigos que vienen de camino ahora mismo, con seis hijos -entre ellos un bebé con cinco días-, comenta mientras contiene el llanto. Un periplo de cerca de 4.000 kilómetros que están afrontando también muchas mujeres embarazadas , según añade Zhezhnyavska. Por eso, la asociación que coordina su madre Nathalia está gestionando prioritariamente un «techo» para acoger a tantas familias que «lo han perdido todo, sus casas».