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María Dueñas, sabiduría y humildad

La joven violinista debutó en el Palau de la Música junto a la directora Alondra de la Parra

María Dueñas y Alondra de la Torre, el miércoles en el Palau Julia Baier

Pep Gorgori

Parece que fue hace un siglo, pero en realidad fue hace solo dos años cuando la joven (entonces, jovencísima) violinista María Dueñas debutó en Barcelona. Fue en L'Auditori, con el concierto en Re menor de Beethoven. Tras la pandemia y, sobre todo, tras ganar el concurso Yehudi Menuhin, Dueñas pisó el martes por primera vez el escenario del Palau de la Música junto con otra conocida del público barcelonés, Alondra de la Parra, que también se estrenaba en el auditorio modernista. Había, pues expectación por verlas juntas y escuchar también a la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen.

Vale la pena empezar mencionando el repertorio elegido. De la Parra incluyó en él las 'Variaciones Concertantes' de Ginastera, en su línea habitual de hacer de apóstol de la música ibérica y latinoamericana por donde pasa. A ellas hay que sumar la 'Danza española' de 'La vida breve' de Falla que Dueñas incluyó como propina tras interpretar el Concierto de Sibelius. Es digno de alabanza que se vaya ayudando a las orquestas centroeuropeas a conocer mejor nuestro repertorio.

Ahora bien, también sería encomiable una mejor disposición por parte de las orquestas. Cuando hablamos de renovar o diversificar repertorios, pensamos siempre en los programadores. Pero también hay que tener en cuenta a los músicos: para una orquesta es más fácil repetir la Séptima de Dvorak una y otra vez que estudiar obras de Falla y Ginastera. Esto fue especialmente evidente durante el bis, que Dueñas emprendió a un tempo tremendamente rápido, y la orquesta no estuvo ni remotamente a la altura de la solista.

Mucho más sólida se mostró con la Séptima de Dvorak, a la que De la Parra imprimió vitalidad. Lo mismo podría decirse del concierto de Sibelius, aunque con matices. Dio la sensación de que la directora apostaba más por ayudar a lucirse a la solista bajando los decibelios de la orquesta que por entablar el diálogo tenso que es este concierto. Este segundo plano discreto permitió, eso sí, disfrutar del virtuosismo de la joven. Su interpretación fue de una maestría innegable, con toda la pirotecnia de una técnica apabullante y un todavía más apabullante don para la interpretación. Es apasionante estar asistiendo al nacimiento de una referencia española del violín. Esperemos que su camino sea firme, sin tropezar con las marañas de agencias y discográficas y, sobre todo, que la edad le traiga sabiduría y humildad: serán herramientas muy necesarias para todos los que poblamos este planeta en las próximas décadas, pero siempre han sido especialmente útiles para las personas que tienen que subir a un escenario.

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