LA EUROPA CENTRAL
SERGI DORIA
«VOLVEMOS a Europa» dijo Zapatero. Nuestro presidente padece cierta confusión en materia de política internacional. «Volvemos a Europa»: y confundía Europa con el eje francoalemán. Con su adláter Moratinos, Zapatero confunde Asia con la China que aún limpia las manchas de sangre ... de Tianangmen. Durante muchos años, hemos confundido Europa con Francia. En 1968 vociferaba Cohn Bendit en la Sorbona y los cachorros del antifranquismo se identificaban con el mayo parisino y daban clases de maoísmo. En 1968, justo cuando la Revolución Cultural culminaba una masacre de la que Europa nada sabía, o se desentendía. En el verano de 1968, el año en que los tanques soviéticos aplastaron la primavera de Praga, el año que transmitió a Kundera «La insoportable levedad del ser», inspira «La bellesa de la Història» de la estoniana Viivi Luik que acaba de editar Barcanova por primera vez en España. Transcribo sus palabras, vertidas al catalán por Albert Lázaro-Tinaut: «El que passa a Praga aquesta nit, les ombres que es belluguen projectades al sostre, la ràdio que tot d´una emmudeix i la respiració que s´atura al pit, són coses que només poden exlicar aquells que, allà baix, vetllen enmig de les tenebres. Per fer-ho, tenim Milan Kundera i Václav Havel. Algun dia tothom sabrà què passa auesta nit. Els qui no veuen Brezhnev viu, potser veuran Ceaucescu mort. Tothom, però, veurà alguna cosa».
Estamos en el año que estamos y todavía la progresía de este país sigue sin ver la auténtica geografía europea. Sigue confundiendo Europa con Francia y Alemania. La primera un país fracasado, una hipócrita élite política atrincherada tras el frontispicio de «Liberté-Egalité-Fraternité». La segunda, con un gobierno de emergencia, después del fiasco del oportunista Schroeder. Chirac con su perorata, la «banlieu» con sus coches carbonizados y el discurso pesudoeuropeísta rezumando antiamericanismo: había desigualdades en la Nueva Orleans anegada por el «Katrina» y hay desigualdades en la Francia que margina las generaciones del extrarradio. Había armas en el caos que siguió a la inundación en Nueva Orleans; también corren los Kalashnikov en las afueras de París y Amiens. Y ahí está, la misma generación que se jactaba del mayo del 68; la misma que ha arrumbado la disciplina en las aulas hasta llevar la educación nacional a un callejón sin salida; la misma que abomina de Bush y pasa de largo ante Chirac y Putin; la misma que sigue «comprendiendo» a Castro y Chávez; la laica Inquisición que ningunea a la Polonia católica... Leyendo «La bellesa de la història», uno se percata de las incorrecciones geográficas de la izquierda europea. Percibe que el imperialismo soviético condenó a los países más civilizados del continente a ser «la Europa del Este». Luik cartografía ese mundo «entre el mar Báltico y el Danubio» que hubo de padecer el frío socialismo real que acabó confundiendo la toponimia civilizada: Riga, Varsovia, Praga, Budapest, Bucarest... Ese era y es el corazón de Europa, aunque cierta izquierda siga cofundiendo Europa con el tramposo Villepin y los gandules de Bruselas. Esa es la Europa mártir. La que fue vendida y violada por el yugo soviético durante más de cuarenta años: «Les guarnicions, les zones prohibides, els camps de patates i la sorra on juguen els infants avancen per camins ben traçats cap a la fi de la Història». La escritura de Viivi Luik rezuma la elegía sobre los territorios de libertad que anegó el comunismo. Tras comprobar que la República Francesa sólo deja tras de sí «la racaille», nos redimiremos con la auténtica Europa Central. En los versos del polaco Adam Zagajewski: «Tanta vida para una patria. Tanta muerte para un diccionario».
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