Cerebros para «la cura del mañana»
El banco de tejidos de Salamanca ha conseguido 116 donaciones y tiene 680 potenciales para el estudio de enfermedades neurológicas y psiquiátricas, consideradas una «pandemia silenciosa»
Castilla y León registra 35 donaciones de órganos en el primer trimestre, casi un 60% más que en el mismo periodo de 2024

Son la «pandemia silenciosa» del siglo XXI y a día de hoy no tienen cura. Las enfermedades neurodegenerativas y psiquiátricas son aún muy desconocidas y de esa forma se hace complicado hacer frente a unas patologías que, según los expertos, irán en aumento acompasadas a ... la mayor esperanza de vida. A esta compleja labor se enfrentan los denominados bancos de cerebros, lugares en los que se almacena tejido neurológico donado voluntariamente para investigar «hoy y poder curar mañana». Así lo explica el director científico del biobanco de Salamanca, Javier Herrero Turrión, que da cobertura a toda Castilla y León, y forma parte de la red de quince centros de este tipo que existe en toda España en busca de las claves y fármacos que pongan freno al avance de estas dolencias, entre las que están el ELA o el Alzheimer.
Comenzó su andadura a finales de 2011 y, desde entonces, se han encontrado con la misma barrera. «El gran hándicap que tenemos es que no está visibilizada la posibilidad de ceder el cerebro para investigación», relata Herrero. Sí lo está en el caso de los órganos para los trasplantes, pero no tanto para el estudio de los tejidos cerebrales. «Cuando se explica y hay campañas de difusión siempre hay picos de donantes», añade. Y en eso están precisamente, en dar visibilidad a esta altruista opción. En este tiempo, han obtenido 116 cerebros y ya son 680 los potenciales donantes –han otorgado su consentimiento para el momento en el que fallezcan–. Un balance que el director científico ve positivo porque el interés va en aumento. «En esta década hay 750 personas que han preguntado de qué va esto» y ya cuentan con un buen número de ciudadanos dispuestos a dar el paso. «Somos uno de los bancos nacionales con más donantes» y eso se debe, en parte, a que desde 2017 y 2018 se han volcado en una difusión que va dando ya sus frutos. «El año pasado tuvimos 21 donaciones, casi dos por mes, y eso significa que lo vamos haciendo bien», considera. La estimación es que sigan creciendo a la vista de que quienes han aportado ya su autorización también es un número al alza. «En lo que va de 2025 ya hemos registrado siete donaciones», expresa.
«Nuestra misión es buscar una solución a enfermedades que a día de hoy no tienen cura, que son fundamentalmente las psiquiátricas y neurológicas», recuerda. Así, en el banco salmantino se encargan de recoger, almacenar y procesar los cerebros que llegan cedidos «post-mortem» de forma voluntaria. Buscan donantes para continuar con esta importante tarea y recuerdan que no hay requisitos especiales para este generoso acto. El proceso comienza con la firma de un consentimiento informado, «un documento muy similar al de órganos», pero «amparados por leyes distintas». En un caso, se destinan al ámbito sanitario, y en el otro, al investigador.
Se puede rubricar ese documento de cesión en vida y se pasa, así, directamente a ser un donante potencial. «Puede hacerlo cualquier persona mayor de dieciocho años» y sirven los órganos sanos, pero también los de ciudadanos que hayan padecido alguna enfermedad. «En este caso, no es como el de los trasplantes, porque se usará para el análisis. Necesitamos de los dos tipos porque en este trabajo el método es el comparativo», apunta. De hecho, «el mayor déficit que tenemos es el de personas teóricamente sanas». Y es que los cerebros obtenidos son principalmente de «gente mayor» –la esperanza de vida es elevada– y «hay más probabilidad de una enfermedad neurodegenerativa» a esas edades.
También pueden cederlo los familiares en el momento de la muerte de un ser querido, del mismo modo que se hace con otro tipo de órganos. Para ello, el banco salmantino cuenta con un telefóno disponible las 24 horas (669605723). El director científico recuerda, además, que la extracción debe hacerse, como máximo, a las 16 horas de la muerte. «Lo ideal es hacerlo cuanto antes», subraya, para que el estudio sea lo «más preciso posible».
«No son hereditarias»
Una vez recibido, el tejido neurológico se clasifica y «diagnostica» para detectar patologías «si es que las tenía». Después, los resultados se envían a los familiares y «aquí se derriba un mito» porque «más del 95 por ciento de las patologías neurológicas y psquiátricas no son hereditarias», incide. Lo que sí han observado en los órganos recibidos es que en 39 casos tenían algún tipo de Alzheimer, también esta enfermedad combinada con otras, epilepsia o ELA. Y es que son muchos los donantes que padecen estas dolencias o están sensibilizados con ellas y quieren colaborar en su curación. «En los 680 potenciales donantes hay vocación de ayudar», insiste.
Por ello juegan un importante papel como difusores las asociaciones de afectados. Destaca el caso de León, donde hay una «ayuda enorme y un compromiso importante» por parte del hospital y de los familiares. También el de Burgos y la propia Salamanca. Entre las tres provincias suman más del 80 por ciento de las cesiones.
«En Castilla y León se recogen donaciones en los cuatro grandes hospitales», detalla. En la UCI de Salamanca se ha logrado que a los allegados también se les ofrezca la posibilidad de aportar el cerebro –como se hace con el resto para trasplantes–, pero no ocurre en todas. Una vez analizados y clasificados, los tejidos se ponen a disposición de investigadores de todo el mundo para unas indagaciones que han tenido un fuerte impulso en los últimos tiempos. El 40 por ciento de las muestras ya se han derivado a otros laboratorios, mientras que en otros bancos tan solo es el 15.
«En el siglo XX se desarrolló mucho la investigación del cáncer y ya está dando resultados», manifiesta. Así que ahora celebra ese empujón que quizá no encuentre del todo la cura, pero sí puede ayudar a «mejorar la calidad de vida» y a descubrir «fármacos para frenar el avance» de unas dolencias en aumento y que suponen un impacto económico pero también social «brutal».
Dependiente del Instituto de Neurociencia de Castilla y León, ubicado en Salamanca, el banco subsiste con la aportación del también Instituto de Investigación Biosanitaria de Castilla y León –integrado por CSIC, el hospital y la universidad–, además de campañas de micromecenazgo. Por ello, uno de sus retos más importantes es la financiación. Es la «clave» para seguir avanzando y tener «estabilidad», explica. Con una plantilla formada por dos personas –el director y un técnico– y la colaboración de neuropatólogos externos, seguirán trabajando duro por conseguir el «compromiso de todos», instituciones, sociedad e investigadores.
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