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Jacaranda: 40 años no es nada

Ubicado en el callejón Dos Codos de Toledo, este templo de la bohemia toledana abrió sus puertas en 1978, cuando su gerente, Ramón de Pablos, era tan solo un veinteañero

Ramón de Pablos, gerente del bar Jacaranda, en Toledo Luna Revenga
Mariano Cebrián

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Pasan pocos minutos de las siete y media de la tarde, y suenan las notas musicales de alguno de los míticos jazzistas de los que Ramón de Pablos (Toledo, 1958) es un apasionado. A esa hora abre sus puertas el templo de la bohemia toledana, ubicado en el número uno del callejón Dos Codos .

En ese lugar poco transitado de Toledo, uno se topa con una vetusta y enorme puerta roja de madera precedida de dos escalones de granito. Ramón la habrá abierto miles de veces y habrá corrido otras tantas veces las cortinas que dan acceso a uno de los locales con más solera y encanto de la ciudad, el Jacaranda , que este año cumple 40 años.

«Cuatro décadas dan para mucho, es casi más que una condena», afirma socarrón a ABC Ramón, que tenía tan solo 20 años cuando se embarcó en esta aventura, en 1978. Amante de la buena música —jazz, flamenco, música latinoamericana, clásica y todo aquello que no perturbe la paz del convento—, el entonces joven toledano se animó a alquilar este local, ideal para acoger un bar de tarde-noche en el que la clientela estuviera sentada y conversara tranquilamente.

Desde 1978 el local ha cambiado poco. Luce en sus paredes láminas de conocidas obras de arte, carteles, fotografías e incluso alguna reliquia, como una antigua máquina registradora o un lavamanos. «Excepto algún cuadro o adorno que he añadido durante este tiempo, lo que es la estructura, la distribución de los espacios, el ambiente y hasta las humedades siguen siendo las mismas que al principio» , indica el gerente del bar.

Hasta ahora Ramón no había celebrado los anteriores decenios, pero, animado por su hijo, ha decidido conmemorar los 40 años del Jacaranda. «A raíz de esto —dice—, te das cuenta de lo que ha supuesto un bar de estas características para una ciudad como Toledo, ya que muchos de los jóvenes que ahora vienen me cuentan que sus padres ya frecuentaban el lugar».

Los inicios, según reconoce, no fueron fáciles, ya que el local se encuentra en un callejón muy poco transitado por los lugareños y por los turistas. «Aquí tienes que venir a posta», recalca. Además, en la época en la que abrió sus puertas, entre los años 70 y 80, en esta zona de Toledo no había casi ningún bar, tan solo la taberna del señor Fortuna en la calle paralela, la de la mezquita del Cristo de la Luz. Al contrario de lo que pasa ahora, pues en la calle Alfileritos y las cercanías existen ahora una decena de locales.

«La seña de identidad del Jacaranda es su clientela, sin duda . El cliente que viene al bar es muy agradable, en general», destaca su gerente, quien dice que es un local para sentarse y conversar tranquilamente, ya que no hay barra. Los clientes de los que principalmente se nutre son vecinos de Toledo; el grueso de la tropa son los parroquianos de siempre.

Puerta de acceso al bar Jacaranda Luna Revenga

Sin embargo, es cierto que muchos turistas y estudiantes extranjeros que han pasado por Toledo gracias a la beca Erasmus vuelven debido al recuerdo tan grato que guardan de un local con tanto encanto. Además, funciona mucho el boca a boca y también ayuda la buena valoración que tiene el bar en buscadores de internet como Tripadvisor.

Anécdotas varias

Entre las anécdotas que el responsable del Jacaranda recuerda de estos 40 años, destaca el hecho de haber sido testigo del comienzo de una relación que acabó en matrimonio. «Sin embargo, luego se divorciaron. Espero que no me pidan responsabilidades», comenta irónico Ramón. La pareja —un chico asturiano y una chica andaluza— estaba sentada junto a amigos en mesas diferentes al principio de la noche, pero luego se juntaron y el amor surgió entre ellos.

A partir de entonces, debido a que Toledo o Madrid era el punto intermedio en el largo camino que une Asturias y Andalucía, el Jacaranda era uno de los lugares donde les gustaba venir para recordar esa noche mágica en la que se conocieron. Y es que de este local han salido muchas relaciones amorosas, pues tiene una atmósfera propicia para charlar e intimar con la persona a la que quieres conquistar con bonitas palabras, aunque también la cerveza «Voll Damm» o el vino de la tierra hacen lo suyo.

Bebidas que se suman a otro tipo de cervezas, cócteles y destilados que acompañan a una carta de comidas que ha sufrido pocas variaciones durante estos 40 años. Son famosas en el Jacaranda sus tablas de quesos y patés artesanos , sus fondues, sus ahumados o sus salchichas alemanas.

El gerente del Jacaranda guarda para el recuerdo el momento en el que conoció a la viuda de Enrique Santos Discépolo, compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino, quizá el personaje más polifacético de la cultura en Argentina de todos los tiempos. Ana Luciano Divis, actriz y cantante más conocida por su pseudónimo —Tania—, nació en 1900 en Toledo y poco antes de su muerte, en 1999, visitó su ciudad natal, donde, cosas del azar, acabó sentada en una de las mesas del bar.

Ramón no conocía a esta gran mujer, que se crió además muy cerca del local, en la calle de la Plata, paradojas de la vida, ya que la artista desarrolló su trabajo y vivió la mayor parte de su vida en el país del río que lleva ese mismo nombre. Y, como va de argentinos la cosa, al cuadragésimo aniversario del Jacaranda le viene como anillo al dedo la letra del tango Volver : «Cuarenta años no es nada». Espero que el maestro Carlos Gardel me permita la licencia.

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