Dani Pérez: «Los andaluces tuvimos que romper muchos techos de cristal»

Al actual portavoz del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Málaga, a que todos conocen por su hipocorístico Dani, no le hace falta atravesar la barrera del tiempo en su DeLorean particular para regresar al pasado. Revive el festivo 28F de su infancia a través de sus dos hijas, porque los desayunos con pan y aceite llegaron con la generación Milenials para quedarse hasta nuestros días. «Recuerdo con alegría cuando pintábamos las banderas en el colegio. Se cultivaba el sentimiento andaluz en las actividades escolares», rememora.

Ese niño que se crió en el barrio de Miraflores de los Ángeles en la capital malagueña cumplirá 45 años el próximo 18 de mayo. Nació apenas tres meses después del 28 de febrero de 1980, cuando los andaluces desactivaron una España de dos velocidades con sus votos en un referéndum autonómico que triunfó en siete de las ocho provincias de la comunidad.

«No puedo hablar de lo que no he vivido. Pero cumplir años con la autonomía facilita mucho llevar la cuenta de todo», bromea el concejal malagueño, cuyos padres, naturales de Riogordo (Málaga), habían emigrado a la Barcelona de los setenta del siglo pasado. Tras pasar por el instituto de su barriada, se licenció en Biología en la Universidad de Málaga, donde las manifestaciones contra leyes como la antigua LOU, aprobada por un Gobierno del PP con mayoría absoluta, le inocularon el gusanillo de la política, mientras compaginaba los estudios con algunos trabajos esporádicos como camarero y montador de eventos.

Con 19 años, Pérez se afilió al PSOE e inició una carrera que lo llevó a ser diputado en el Congreso entre 2009 y 2011, delegado territorial de Igualdad, Salud y Políticas Sociales en el equipo de Susana Díaz, antes de presentarse como candidato a las elecciones municipales en Málaga y dirigir su partido en Málaga. Anteriormente, había trabajado como técnico de laboratorio, puesto que mantiene en situación de excedencia.

Sus constantes viajes a Madrid en el AVE en el breve periodo que fue diputado no le hicieron perder una de las señas de identidad de todo andaluz, su «tesoro», como diría la Lola Flores resucitada mediante inteligencia artificial en el popular anuncio de la cerveza Cruzcampo. Dani era reconocible por su habla malagueña entre sus compañeros del hemiciclo. «En el Congreso me decían el andaluz porque tengo mi acento y no lo he perdido ni modificado. Me da muchísimo orgullo ser reconocido como parte de un pueblo como este», se ufana. Pero lo que más le halaga es que «tengamos una identidad propia, la de gente trabajadora que tuvo que darlo todo para conseguir sus conquistas autonómicas».

«Andalucía abrió el camino al resto de comunidades. Para conseguir esa posición tuvimos que romper muchos techos de cristal. Somos la autonomía que luchó para que todos los españoles tuvieran las mismas oportunidades», explica con orgullo el joven político.

En estos últimos 45 años, casi la edad que él tiene, se han producido avances destacados, aunque queda un trecho por recorrer. «Soy de Málaga, pero conozco la Andalucía del interior y también su potencia turística y en la innovación. Se ha mejorado mucho pero todavía nos queda mucho por hacer», reclama. El edil apuesta por la diversificación de la economía e insistir en la formación.

A Dani Pérez le chirría el estereotipo del andaluz indolente y entregado a la fiesta. «Rechazo tajantemente ese tópico. Hace unos meses salió una encuesta que revelaba lo contrario: que los andaluces somos de los más productivos en España».

De cara al 28F, el hasta hace unos días líder provincial del PSOE apela a sus paisanos para no bajar la guardia. «Andalucía tiene que seguir reivindicándose como una tierra competitiva», señala. En lo que a él concierne, no piensa mudarse a otro sitio. «Vivir aquí, tener a mis seres queridos cerca, es lo que más me gusta». Eso no lo cambia no nada del mundo.