Seis años sin rastro de Paco Molina, desaparecido tras coquetear con ultras
La Policía ha logrado acotar dos líneas de investigación; el caso del adolescente se ha sobreseído tres veces
Manifestación de apoyo a la familia de Paco en Córdoba el año pasado, presidido por Isidro y Rosa, sus padres
Isidro y Rosa contienen la respiración y se miran. El entrevistado por Jordi Évole lleva más de media hora hablando de su pasado neonazi y de cómo se desvinculó de ese mundo, pero acaba de reconocer que fue la «penúltima» persona que vio a Paco Molina ... hace seis años, cuando desapareció. Paco es el hijo de Isidro y Rosa, tenía 16 años cuando se lo ‘tragó’ la tierra, y las palabras de ese exnazi parecen abrir una puerta a la incertidumbre y el robo de sus vidas en el que viven desde el 3 de julio de 2016. Pero no.
David Saavedra, el pseudónimo que utiliza el entrevistado, militar en activo, no aporta más información que la que ellos ya conocían. Cuenta que fue a correr con el adolescente, al que doblaba la edad, el día anterior a su desaparición en Córdoba y que habían quedado en verse el fin de semana.
Paco le había dicho a su padre que se quedaba a dormir en casa de un amigo. Era la tercera vez que lo hacía. A las 0.12 horas del 3 de julio mandó un whatsapp a una amiga diciéndole que se estaba quedando sin batería. Su teléfono lo situaba en el parque de los Patos, en el centro de la ciudad. Es el último posicionamiento de su móvil; a continuación se apagó y nunca más ha vuelto a estar operativo.
«He quedado con un colega en un bar del centro», le dijo a otro amigo antes de marcharse. Este quiso saber quién era. «No le conoces», le respondió Paco, que no llegó a ningún bar ni nadie lo volvió a ver. David, el entrevistado por Évole el pasado 2 de mayo, aquella noche tenía guardia en el cuartel de Cerro Muriano donde llevaba no mucho tiempo destinado. Isidro cuenta que su hijo le conoció porque vivía cerca de la casa de los Molina y paseaba un perro que llamó la atención del adolescente . «Luego me enteré de que ese hombre estaba metido en ese mundo neonazi y de que los amigos de mi hijo tanto los de antes como los nuevos le daban de lado», explica.
La Policía lo interrogó dos veces como testigo, unos días después de la desaparición del chico y al año siguiente, sobre todo porque el tal David era «del palo», de esa afición a la historia militar y a una deriva ultra que había provocado cambios en el carácter del adolescente. «Estaba manipulado», cuenta Rosa, su madre.
Isidro, padre coraje donde los haya, que ha llamado a miles de puertas desde aquella noche también se reunió con ese amigo mayor, como con tantos. Le costó más de cuatro meses poder verlo. Le dijo que él no sabía nada.
«No tengo ni idea de lo que ha pasado. Es el caso más desconcertante que he investigado» asegura el subinspector Carlos Segarra que lleva 25 años dedicado a perseguir asesinos y buscar a personas desaparecidas. Su sección ha seguido hasta seis líneas de investigación, todas relacionadas con personas muy cercanas a Paco, y al cabo de miles de gestiones han logrado acotar algo más y reducirlas a un par. El mundo de los ultras políticos y del fútbol, de manera genérica, es una de ellas, sin nombres concretos. El adolescente, que soñaba con ser soldado , estaba fascinado por la historia política y el mundo militar. Y en ese entorno han indagado sin suerte. Casi todos sus contactos en ese entorno eran mayores que él y todos los caminos han llevado a un punto ciego.
Más de 200 avistamientos
La búsqueda de Paco empezó torcida. Sus padres denunciaron al día siguiente en una comisaría de la ciudad y se movilizaron en redes sociales. Unos días después un testigo aseguró haberlo visto en la estación de autobuses de Córdoba subiendo a un autocar que iba a Madrid. Las imágenes que obtuvo la Policía solo cogen las de los dos andenes de embarques de ese día a la capital (16.30 y 18.15 horas). En uno de ellos se ve a los pasajeros; en el otro, no porque el sistema de vigilancia controlado por un operador se mueve de un lugar a otro. Las cámaras de entrada y salida a la estación no las solicitaron y se destruyeron.
Los agentes de la sección de Homicidios y Desaparecidos, que asumieron la investigación después, han comprobado miles de datos e informaciones y desechado más de 200 avistamientos . En toda España y en ocho países (Francia, Alemania, Ucrania, Rusia, Colombia, Bélgica, Rumania e Irak) alguien ha creído ver a Molina, cuya imagen llega a diario a miles de personas gracias a la actividad de su familia en redes sociales. Su fotografía y sus datos constan en la página de desaparecidos de Interpol.
Tres veces se ha sobreseído provisionalmente el caso a falta de esa pista que ilumine. Sus padres y la Policía saben que Paco no se marchó por voluntad propia. Rosa cree algunos días que está en una especie de secta ultra, vivo, y que volverá. La familia arrastra como puede esta condena y a los indeseables y estafadores que les salen al paso. Ya se ha condenado a varios individuos por extorsionarlos o por jugar con su dolor . «Me han robado seis años de vida», se lamenta Rosa.