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Francisco Llera, la muerte civil del catedrático de Políticas en el campus vasco

La UPV niega la condición de emérito a Francisco Llera, director del Euskobarómetro, tras 45 años de docencia: «Es una vendetta»

Francisco Llera, en una imagen de archivo, cuando era profesor en Sevilla Gogo Lobato

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El 18 de diciembre de 2000, Francisco Llera subió como cada mañana en el ascensor de profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad del País Vasco (UPV). No dio importancia al pequeño paquete blanco que alguien había dejado en un rincón del habitáculo. Minutos después, uno de los escoltas de su compañera Edurne Uriarte avisó a la Ertzaintza para desactivar la potente bomba dirigida contra alguno de los pocos docentes que discutían el régimen irrespirable de terror incrustado en el campus de Lejona (Vizcaya). ETA falló. Aquellos profesores lograron salvar la vida. Pero se vieron forzados al «exilio» para continuar su carrera docente en libertad, lejos de allí. Ellos, las víctimas, eran acusados de ser una «amenaza» porque sus escoltas iban armados hasta la puerta de la clase.

En 2014, un aviso en seco del rector Iñaki Goirizelaia —hermano de la abogada de ETA y parlamentaria de Bildu— obligó a Llera a volver. El catedrático de Políticas había rehecho su vida y la de su familia como profesor en Sevilla , pero nadie le preguntó más. La banda terrorista había decretado su final y el grupito de profesores molestos de la UPV debían «normalizarse». Así fue cómo el director del Euskobarómetro, que puso en marcha en 1995, volvió a su vieja facultad. Llera fundó el Departamento de Políticas, el mismo que ahora le expulsa decretando su muerte civil en la universidad pública vasca.

«Ahora no matan, pero la libertad es una asignatura pendiente en la Universidad. Soy un pasado a enterrar», constata el profesor

A sus 70 —los cumplió el 1 de abril— su deseo es continuar como emérito tras 45 años de docente y siendo el único catedrático en activo. Pero sus compañeros han ordenado su expulsión denegando su solicitud , como adelantó ayer «El Independiente». Solo tuvo un voto a favor, dos en contra y doce abstenciones que recuerdan demasiado al silencio cómplice que protegió a los violentos durante décadas . «Ahora no matan, pero la libertad es una asignatura pendiente», señala Llera, quien no tiene dudas de que es una «vendetta» política. Ahora va sin escoltas, pero su presencia sigue siendo incómoda en la Facultad de Políticas de Lejona, donde no cree que se aborde el terrorismo vasco en el temario. «Soy un pasado a enterrar», constata.

La actual rectora, Nekane Balluerka, le ha avisado ya de que sin el aval de sus colegas no podrá quedarse en el campus. Es la misma rectora que en diciembre autorizó la charla de un expreso de ETA en el campus de Vitoria apelando a la libertad de expresión. «A ese probablemente sí que le hagan emérito», suelta el profesor. ¿Y la libertad de cátedra?

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