elecciones del 20-N
El final del viaje para el mejor pupilo de Fraga
El veterano gallego y Alberto Ruiz-Gallardón han exhibido siempre un apoyo a prueba de bombas a raíz de la amistad trabada en la fundación de Alianza Popular del primero con el padre del alcalde. El «león de Villalba» contempla ahora desde su retiro cómo su ahijado político sortea recelos y encara el sueño de ser diputado, quizás ministro....
érika montañés
Manuel Fraga , retirado ahora tras seis décadas en el frente político , declaraba en marzo de 2008 ante los micrófonos de Radio Galega que el partido del que forma parte, el PP, «no necesita cambios de cara, pero a lo mejor sí ... de traje». Unas palabras pronunciadas en un momento de debilidad de la formación pero que, como todas las frases que han compuesto en los últimos años un panegírico hacia su ahijado político, Alberto Ruiz-Gallardón , cobran realidad estos días, después de la decisión de Mariano Rajoy de incluir al otrora más notorio «verso suelto» del PP en el número cuatro de la lista al Congreso por Madrid las próximas elecciones generales. Rajoy le cambia el traje a la misma cara. Un traje hecho a la medida del que todos coinciden es un animal político pleno, como su maestro, el «león de Villalba».
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Ese cuarto puesto supone una salida segura , dados los pronósticos demoscópicos que bendicen al PP de cara al 20-N, y que supondría para Gallardón que tuviese que compatibilizar los cargos de diputado y regidor. Puede hacerse aunque con una carga ingente de trabajo. No obstante, no sería esto lo que Rajoy tendría pensado «a priori» para este fiscal de oposición, en excedencia de la Audiencia de Málaga, destinado a ostentar un sillón en la bancada azul como ministro. Se atreven los más osados a situarlo en la Plaza de Cuzco, emplazamiento del Ministerio de Defensa , aunque también se escucha en fuentes populares las carteras de Interior, Justicia y Fomento.
Fraga no quería cambios de cara, sino de traje; ahora han puesto a Gallardón uno a su medida
Conjeturas al margen, el número 4 puede darle esta vez suerte al acreedor de cinco mayorías absolutas consecutivas , dos en la Comunidad de Madrid y tres en el Consistorio, que él mismo «trasladó» al Palacio de Cibeles. Desde este lugar estaba llamado a completar su «sueño» de a banderar a Madrid como sede olímpica, un deseo que iba a tantear por tercera vez y que ahora, con casi toda seguridad, podría ver «desde la barrera». Ese número 4 fue precisamente el puesto que no logró su padre José María Ruiz Gallardón -jurista liberal y cuño de la derecha liberal democrática junto al gallego Fraga, fundadores del partido Alianza Popular- en las elecciones a las Cortes de 1977, cuando sí lo lograron los tres representantes de AP que le precedían, el propio Fraga, José Martínez Emperador y Gregorio López Bravo.
Sí lo consiguió al figurar en la lista popular por Zamora para los comicios de 1982, recuerda Efe. Se da la circunstancia de que padre e hijo se sometieron al dictado de los votos en la Cámara Baja con 53 años (Alberto los cumple el próximo diciembre, data en la que además se ha de conformar el nuevo Ejecutivo central).
Amistad a prueba de generaciones
La amistad a prueba de bombas y ese proyecto compartido entre Don Manuel y José María resistió al salto generacional de 36 años con el hijo aplicado del segundo. Fraga y Alberto Ruiz-Gallardón son uña y carne, lo han demostrado en las duras y en las maduras. El primero salió al paso del conflicto creado con las filas populares en el peor momento del alcalde, cuando a punto estuvo de dejar la política y le dio su palabra al gallego de que no lo haría, según contó el presidente fundador en una entrevista concedida a ABC . Con su comentada ambición por delante, Alberto Ruiz-Gallardón quiso estar en las listas a las elecciones generales pasadas, lo que provocó un notorio enfrentamiento con su sucesora en la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre . Uno por otro, Rajoy descartó incluir al alcalde en listas y el «verso suelto» se encontró algo más arrinconado, pero ahí estaba Fraga, como siempre. El gallego «entendió» la decisión de Rajoy, pero no la de Aguirre de buscar el enfrentamiento «cara a cara» con su apadrinado y rivalizar con él por un hueco en la candidatura popular.
El avezado político gallego ha sacado la cara por su «protegido» en cada conflicto
No fue la única ocasión en la que el oriundo lucense sacó la cara por su querido «protegido», del que en el PP alaban su tesón, su trabajo infatigable y al que llegan a comparar en sus ansias de poder con Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato actual del PSOE a la Presidencia del Gobierno . Dos años antes de la brecha Gallardón-Rajoy, en 2006, Fraga fue determinante cuando el alcalde «díscolo» pareció salirse de la postura del partido acerca del matrimonio homosexual y anunció que oficiaría bodas entre personas del mismo sexo. Fraga dijo entonces que Gallardón «se limitaba a cumplir con la legalidad vigente» . Punto en boca. Lo mismo sucede cuando se atribuye a Gallardón una sintonía con personalidades de la cultura abiertamente de izquierdas o se le reprocha su abierta amistad con reconocidos políticos socialistas. «Es el mejor sustituto que tiene el partido» , ha defendido en más de una ocasión Fraga al ser preguntado sobre el futuro del abogado y melómano que tanto se parece a su padre José María. «Es lo mejor que tiene el partido» , declaró nuevamente cuando Rajoy le incluyó, tras el congreso trascendental en Valencia, en el comité orgánico del PP en la primavera de 2008.
Su fallida intentona de controlar el PP madrileño en 2004 y colocar a Manuel Cobo , en la primera derrota en la vis pública que sufrió ante Aguirre , no dio al traste con sus aspiraciones, que han tenido que aguardar cobijadas en un cajón mientras se afanaba, máxime en los últimos años, en limar el recelo que había generado en un sector de su partido. «La política marca a veces caminos inesperados», decía en un acto el alcalde «en funciones» -se podría decir así- en un acto el pasado fin de semana tras la confección definitiva de las listas por su partido.
Gallardón, una oda continua al gallego
Las adulaciones de Gallardón hacia Fraga han jalonado también esta travesía por el a veces «desierto» popular. Pero fue en diciembre de 2007 cuando el mundo pudo comprobar cómo Gallardón rompía en lágrimas al mentar al «impulsor de la derecha laboral española» y «patrimonio para todos los españoles». Duda que se le haya hecho Justicia. Los presentes en el Club Siglo XXI de la capital fueron testigos de ese tributo emocionado del alcalde en la presentación del libro del periodista Enrique Beotas «Manuel Fraga. Cuadernos de notas de una vida» (Edaf, 2007). El pupilo diligente dijo con el llanto sobrevenido que le debía a Fraga todo lo que él era en política: «A mí en política me gustaría que el día que yo me retire, mis hijos me mirasen con la misma gratitud con la que yo miro a Don Manuel». Y continuó, más allá en la retórica: «Hay hombres cuya obra se confunde con el paisaje y el tiempo de un país; hombres sin quienes sería imposible entender la realidad de éste, y a los que, paradójicamente, no se hace la Justicia que se debe, precisamente por ese carácter esencial y cotidiano de su aportación», esgrimía Gallardón, y sus palabras cobran en estos momentos también un significado especial.
«Me gustaría que cuando me retire, mis hijos me miren con la gratitud con que miro a Don Manuel»
Para Gallardón, Fraga es, entre otras calificaciones, «el precursor temprano del centro político en España y ponente cualificado de la Constitución». Su herencia hay que valorarla, y así lo hace el regidor, porque «construyó, con muy pocos mimbres, una derecha democrática y factible» en la que se integraron personas de diferentes procedencias sin las cuales la democracia hubiera padecido de un «desequilibrio hacia la izquierda» y de «imparcialidad». En el libro, que cuenta con un capítulo escrito por el propio primer edil, Fraga define a su contrapeso como «un hombre típicamente reformista». En este momento y de acuerdo con diversas encuestas , Gallardón era el líder político más valorado por la ciudadanía. En su discurso, el alcalde dijo que Fraga le enseñó que la antigüedad en política no es un mérito y que todos los miembros del partido deben tener «su tiempo y su espacio» para desarrollar su vocación y el proyecto popular. Ahora parece que ha llegado ese tiempo para Alberto Ruiz-Gallardón. Y Fraga, a sus 89 años, lo verá desde el retiro.
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