La Constitución solo la cambia Europa
La Carta Magna ha sido reformada solo una vez para adaptarla al Tratado de Maastricht en 1992. Entonces hubo consenso y la movilización actual por internet era ciencia ficción
GUILLERMO D. OLMO
Costó mucho que la Constitución española viera la luz. Pero parece que cuesta mucho más que las fuerzas políticas se inclinen por su modificación. En sus casi treinta y tres años de vigencia la Carta Magna solo ha sufrido un cambio . Como ... en la reforma que se avecina para introducir un techo al déficit público, en aquella ocasión el cambio vino impuesto por la pertenencia a la Unión Europea. Eso, pese a que en repetidas ocasiones, desde distintos sectores se ha planteado abordar aspectos como la preeminencia del varón en la sucesión a la Corona o la función del Senado como verdadera cámara de representación territorial.
Desde su aprobación en diciembre de 1978, la Constitución española ha servido para sostener un régimen democrático que ha gozado de una estabilidad sin precedentes en la historia de un país acostumbrado a turbulencias políticas internas de todo tipo y ha marcado las reglas del juego para la convivencia plural en libertad. Por eso, hasta ahora ha gozado de mayoritario respaldo y, quizá por eso también, los gobiernos de distinto signo se han mostrado muy reacios a abrir el melón de su reforma. Ya lo dijo José María Aznar antes de llegar al Gobierno: «Las reformas deben hacerse con cuentagotas».
Tanto que, igual que el anuncio de reforma planteado por el presidente Zapatero el pasado martes en el Congreso, el único antecedente de cambio en la Carta Magna también vino motivado por los compromisos adquiridos con la idea de la Europa Unida. Fue en 1992, cuando, impelido por el Tratado de Maastricht , por el que la Comunidad Económica Europea se convertía en Unión, el Gobierno de Felipe González impulsó la reforma del artículo 13.2 de la Constitución para permitir, tal y como exigía Maastricht, que los ciudadanos de los estados miembros residentes en España pudieran presentarse a las elecciones municipales. Como se pretende hacer ahora, la reforma se llevó a cabo por el procedimiento ordinario , mecanismo que no requiere la convocatoria de un referéndum , salvo que lo solicite una décima parte de los miembros de alguna de las Cámaras.
No existía internet
Sin embargo, hay importantes diferencias entre la situación actual y la de 1992. Por aquel entonces España era regada generosamente por los fondos de cohesión y no sufría las apreturas del dogal de una moneda única acosada. Europa era entonces un sueño promisorio libre de los nubarrones que lo oscurecen en la actualidad y la reforma suscitó un consenso total en la Cámara y, aunque sea más difícil medirlo, probablemente también en la calle. El día que se votó todo fueron síes en el Congreso y todos los grupos parlamentarios, menos el Grupo Mixto, acompañaron al Rey Juan Carlos el día que sancionó la Constitución reformada.
La situación es muy diferente ahora. El PP ha anunciado su apoyo a la reforma y Mariano Rajoy ha recordado que, según la misma Constitución, el cambio planteado ahora no requiere consultar a la ciudadanía . Pero desde el seno de la izquierda minoritaria se ha rechazado tajantemente la medida y se exige la celebración del referéndum. Incluso dentro de un PSOE que se resquebraja se han alzado voces críticas con la limitación constitucional del déficit y su apresurada tramitación.
Tampoco en 1992, una masiva movilización en la redes sociales exigía que se abrieran las urnas, agrupada bajo la etiqueta #yoquierovotar en Twiiter . Claro, que entonces ni siquiera sabíamos qué era Internet. Las cosas han cambiado mucho en España. ¿Para bien?
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