Ceuta, el sueño roto para miles de marroquíes
«Invasión» o «Ceuta no se vende» fueron los gritos que entre insultos escucharon Pedro Sánchez y Fernando Grande-Marlaska a su llegada a la ciudad autónoma

En el Tarajal, saliendo de la playa, Aiman hacía ayer el símbolo de victoria. Este joven, que dice ser hijo de un militar «abandonado» por el Gobierno de Marruecos tras una enfermedad, lanza sus dedos al aire al llegar a Ceuta. Ha conseguido pasar con ... sus amigas, bordeando los dos espigones de la frontera al borde del medio día. «No hay trabajo ni nada allí. Soy barbero, pero qué hago allí con mi padre enfermo . Vengo buscando una esperanza. Así todos. Si abre la frontera no queda nadie en Marruecos en 24 horas», señala este chico, que pregunta por el lugar donde le pueden identificar como menor, puesto que tiene 17 años. Es uno de las más de 8.000 personas que se ha jugado la vida, desafiando al mar y a la Fuerzas de Seguridad españolas para buscar un sueño europeo que Marruecos no les puede ofrecer. «Tenemos estudios, pero no hay trabajo. Venimos a ver si aquí podemos tener algo» , añadía Asma y Rita, acompañantes de Aiman. Buscan una esperanza, como las dos mujeres que besan la arena de la playa cuando los militares y Cruz Roja los ayudan a salir de las olas.
Aiman, Rita y Asma se dirigen a la nave de Cruz Roja en el polígono del Tarajal, en cuya subida hay cientos de personas sentadas al lado de la carretera viendo cómo se controla a los menores por parte del Ejército. Son más de medio centenar, sentados en la playa, mientras se rescata a los que no pueden nadar más y se les devuelve con los muchos que regresan a casa tras una noche de aventura, en la mayoría de los casos varados en algún parque con sus pertenencias en una bolsa de plástico. Las instalaciones de acogida estaban saturadas, pese a la devolución de cerca de 2.700 personas a Marruecos en las primeras 24 horas de crisis .

Otros decidían irse por sí solos. «Me ha llamado mi padre», dice uno de los chicos que entraron el lunes, pero que regresan a casa. «Mi mujer me ha llamado. Los niños estaban llorando y me ha dicho que los he abandonado. Me vuelvo. Aquí no hay nada y tengo un negocio de venta de perfumes con el que puedo vivir», decía otro de los regresaban. «Aquí no hay trabajo. No hay nada. No hay para los de aquí, así que para los que vienen…», afirma un vecino, que hablaba con los que regresaban en dariya, el dialecto del árabe que predomina en la zona.
Entre ellos estaba Samir Masawi , que confiesa que siguió a la gente en busca de una oportunidad mejor que la venta de frutas y verduras en Marruecos. La puerta estaba abierta y había que intentarlo, pero en menos de 24 horas confesaba que trataba de regresar. Enfiló la playa hacia los espigones por los que había entrado para volver a su país. Lo había llamado su madre antes de perder el móvil. «Aquí no hay nada. Está sola y me vuelvo con ella . No hay posibilidad de ir a la península, por lo que es mejor regresar», añadió Samir, mientras pasa por delante de un grupo de 50 niños de menos de 12 años que estaban sentados en la playa, a la espera de ver dónde puede ser ubicados. Incluso de estos, que tienen la permanencia asegurada, muchos deciden marcharse de vuelta . Para otros las asociaciones de derechos humanos denunciaron que se practicó la 'devolución en caliente'. Mientras todo ocurría, seguían volando los botes de humo, así como las porras para aquellos que remoloneaban al salir o para los que presionaban para entrar en España en avalanchas controladas desde la verja alahuí.
Pero el aluvión desbordó a Ceuta, que veía como los que no sorteaban los espigones se atrevían a saltar la valla. Refuerzos de Policía y Guardia Civil, que se emplearon a fondo, junto con el Ejército, para contener la avalancha de gente. Motas negras en el horizonte entre el humo de los antidisturbios copando toda la ladera marroquí del Tarajal. «Hay más en la otra montaña. A los que regresan los vuelven a poner en cola para entrar», señaló uno de los agentes desplegados, mientras los efectivos trataban controlar a los inmigrantes.
«Hay miedo. Esto es como la Marcha Verde, pero aquí lo ha parado el Ejército»
Pese a esto, millares ya estaban dentro. «Fíjate bien. Hay por todos lados», decía un policía local a ABC cerca de la Delegación de Gobierno, antes de irse para indicar a un grupo de menores llegados de Marruecos que debían marchase hacia el Tarajal. « Los están concentrando allí por seguridad» , señaló Rafael, que servía cafés en su restaurante mientras relataba los problemas de la noche anterior con peleas con navajas, robos y asaltos a casas y colegios para esconderse de las autoridades. «Hay miedo. Esto es como la Marcha Verde, pero aquí lo ha parado el Ejército», añadía Salvador Maldonado, que describía un clima de tensión en la ciudad, donde muchos padres no han querido llevar a los niños al colegio por la mañana. Los más saturados han sido los servicios médicos, donde los sindicatos han llegado a pedir refuerzos para poder atender a todo el mundo ante esta crisis.
Un «órdago de Marruecos al Gobierno» , abundó Maldonado en la puerta de su comercio, por donde pasaba un grupo de chicos con banderas de España. Algunos reconocieron estar en el recibimiento con insultos en la ciudad autónoma al presidente Pedro Sánchez y al ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska. «Le he dicho que se vaya, hijo de puta y sepulturero», aseguraba uno de ellos a ABC, mientras daba otro trago a una bebida energética.

En Ceuta, allá donde iban los representantes del Gobierno, un grupo los recibía con insultos, pitadas y malestar, hasta llegaron a lanzar objetos al coche oficial. «En la Marina he visto dejar ir un patinete contra el coche», aseguró uno de los exaltados , que relataba como muchos de los presentes se abalanzaron sobre el coche oficial del presidente para golpearlo. Desde que pisaron la ciudad autónoma hubo quien se empeñó por mostrarle al Gobierno que tenía la culpa de lo que estaba pasando al grito de «invasión» o «Ceuta no se vende».
La manifestación de las 20.00 horas junto a la Delegación del Gobierno fue el culmen de las muestras de cabreo de la población. «No es una crisis migratoria. Es una invasión. Una represalia que se veía venir desde hace un mes por la acogida del líder del Frente Polisario. Los que se lanzan están mandados. Es lo mismo que intentaron en el Sáhara», afirmó José Antonio Martínez, mientras esperaba para abuchear otra vez al presidente del Gobierno. «No puede ser que mi madre haya tenido que irse de Ceuta porque no tiene trabajo ni ayuda y aquí vengan los inmigrantes en busca de trabajo y una ayuda», aseveró, como motivo de su malestar con Sánchez, Miguel Ángel Ruiz en la plaza de la Delegación de Gobierno antes de la manifestación por esta crisis migratoria.
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