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La crisis alimentaria desata una batalla por las despensas globales y los fertilizantes que son una bomba de relojería latente

La invasión de Ucrania, que ha puesto a prueba la fortaleza de la globalización, obliga a definir nuevas hojas de ruta en el mapa agrícola internacional

La coacción de Putin aumenta, y Rusia desde las sanciones de 2014 ha ido preparándose para ser más autosuficiente

Los expertos establecen que «el poder económico ya no va a ser la única variable, los factores climáticos y las necesidades internas tendrán más peso en su propia búsqueda de autoabastecimiento que la red global»

Un campo de cultivo en Fijnaart, Países Bajos
Alexia Columba Jerez

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Con el conflicto de Ucrania están quedando al descubierto las raíces más profundas de la globalización , y con ello la manera en que puede ser usada como un arma de guerra muy persuasiva. En esa retícula de intereses se suma ... una crisis energética rampante, una epidemia no superada, la falta de grano y de fertilizantes, la interrupción de los circuitos logísticos y un problema climático severo con inundaciones y sequías en incremento. A ello se une el robo del grano ucraniano por Rusia y una llegada de ayudas para los países en estado crítico que se retrasa. Todos ellos como un efecto dominó ponen en riesgo la seguridad alimentaria y arrasan con el status quo conocido, porque como establece José Matos, analista de Descifrando la Guerra en sus escritos , «definitivamente, la mundialización de la guerra se hará a través de los sistemas agrícolas y alimentarios... Y el poder alimentario , que es la capacidad que los países tienen de ganar influencia a través de los alimentos, será determinante y cambiante en los próximos años».

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