El baúl de los deportes
El febrero que alumbró el mito de Butragueño
El histórico delantero debutó en 1984 con el Real Madrid en Cádiz y propició la remontada (2-3) marcando dos goles. Antes se negó a jugar en el Atlético. Su ídolo siempre fue Johan Cruyff
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Iniciar sesiónBajo su traje de educada normalidad, Emilio Butragueño Santos (Madrid, 22 de julio de 1963) siempre ha sido especial. Diferente. En la vida y en el césped. Un genio con los pies y una persona cabal y consecuente. Una leyenda del Real Madrid ... respetada como pocas por los rivales desde que hizo su estelar aparición el 5 de febrero de 1984.
«Butragueño pone la Liga en un puño», tituló al día siguiente 'Campeón', suplemento de deportes de ABC: «La derrota del Athlétic de Bilbao, combinada con las victorias de sus tres máximos rivales, ha puesto en un puño las ilusiones de Di Stéfano, Clemente, Luis, Menotti y sus respectivas hinchadas. El suspense estuvo ayer en Cádiz, donde el Real Madrid recuperó su otrora infalible capacidad de reacción, gracias al as que el entrenador blanco guardaba en la manga: 'Bebé' Butragueño, que en las porterías de Primera ve tantos huecos como en las de Segunda».
Aquel domingo de hace 39 inviernos el Real Madrid perdía 2-0 ante el Cádiz en el descanso del partido correspondiente a la 22ª jornada de la Liga 1983-84. El entrenador blanco, Alfredo Di Stéfano, llamó a Butragueño, joven delantero que aún no había debutado en partido oficial con el primer equipo. Era el pichichi (21 goles) de Segunda jugando en el deslumbrante Castilla, filial del Madrid que lideraba la clasificación.
«Recuerdo que Di Stéfano me dijo: 'Nene, calentá'. Fue un honor que el mejor jugador de la historia del club me diera una oportunidad –recordaba en 2014 el propio Butragueño en la web oficial del club-. En ese momento recordé que soy socio desde que nací, que había visto todos los partidos en el Bernabéu con mi padre y que iba a jugar. Fue un pensamiento fugaz. Me concentré en que era una buena oportunidad y había que aprovecharla».
«Yo empecé a calentar solo, porque antes el preparador físico no viajaba con el equipo, algo que hoy sería impensable. Y sólo pensaba en hacer un buen calentamiento. No pensé en lo que podía suponer el debut, en si podía o no marcar, en si me iba a ir bien. A lo largo de toda la semana se especuló con la posibilidad de que viajara con el primer equipo y lo viví con tranquilidad. Y también ese ratito en el que el corazón se aceleró, pero no mucho más», añade.
La Quinta del Buitre
«El equipo iba perdiendo 2-0 y todo cambió de repente. Tuve la suerte de participar en aquella remontada. Marqué a los 15 minutos de salir al campo y el final fue apasionante. Llegamos perdiendo a los cuatro últimos minutos. Gallego empató en un córner y en el último minuto yo. Volver a vivirlo es muy bonito. Lo recuerdo como si fuera hoy, fue un día fundamental en mi vida».
De hecho, su vida dio un vuelco. Él y sus compañeros ya llamaban poderosamente la atención en un excepcional Castilla que acabó proclamándose campeón de Segunda después de acabar empatado a 50 puntos con otro filial, el Bilbao Athletic. En aquel equipo, entrenado por Amancio Amaro, coincidieron cinco futbolistas magníficos a los que Julio César Iglesias, periodista de 'El País', bautizó como La Quinta del Buitre: Sanchís, Martín Vázquez, Pardeza, Míchel y Butragueño, que dio nombre al grupo y se quedó para siempre con el apodo aviario.
Curiosamente, aquella misma temporada en Primera ocurrió lo contrario que en Segunda: el Athletic ganó la Liga tras igualar a puntos, 49, con el Real Madrid. Tras su espectacular aparición, Butragueño se instaló para siempre en la élite y brilló con luz propia en un vestuario que compartía con futbolistas de la talla de Juanito, Stielike, Camacho o Santillana. Y el foco mediático le alumbró a él. Por la novedad y, sobre todo, porque era endiabladamente bueno y distinto a casi todo lo visto hasta ese momento. Cuando entraba en el área, los defensas temblaban. Sus frenadas, acelerones y regates destrozaban al zaguero más avezado. Eficaz y sin estridencias, se manejaba con idéntica discreción en medio metro cuadrado de hierba que ante los micrófonos y las cámaras. Y, en un visto y no visto, te liquidaba. Remataba a gol o dibujaba una asistencia letal. Puro espectáculo.
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También sorprendía, sobre todo al principio, en las comparecencias públicas. Su rostro de niño bueno, rubito y modoso encandilaba a la audiencia con un discurso tan natural como extremadamente parco. Y con ese encanto envolvía también ideas y opiniones que en otras circunstancias y otras épocas hubiesen provocado algún incendio. Sin ir más lejos, solo dos días después de su eclosión gaditana, el malogrado José Manuel Cuéllar publicó en ABC una deliciosa entrevista reportajeada con «la nueva estrella del Real Madrid».
En ella comienza hablando de sus dos primeros goles en la máxima categoría del fútbol español: «Sí, (el primero) fue un gol de instinto. Yo sobrevivo a base de Inspiración, y el domingo estaba inspirado. Lo notaba. Dicen que le arrebaté el balón a Santillana. No sé, yo se lo había pedido y creo que me lo dejó. No dudé, ¿a la cepa?, desde luego iba a puerta, luego que salga o no... En el segundo aproveché una serie de rechaces; sí, tuve suerte, pero de un tiempo a esta parte siempre la tengo. Lo que me está pasando es increíble, increíble... Tras marcar el segundo gol pensé en toda la gente que ha confiado en mí, en mi familia, en mis amigos, algunos de los cuales están pasando un mal momento. Les dediqué él gol a todos ellos. Sentí una emoción que no puedo describir».
Sus reflexiones más interesantes, alguna sorprendente, navegan entre el fútbol y la vida: «Me desagradaría bastante como persona que se me subieran los humos a la cabeza… Para mí, Amancio ha sido el mejor jugador español, Maradona es el mejor del mundo ahora, pero es peor que Cruyff... El Barcelona tiene la mejor plantilla, pero el esquema del Athletic es superior».
Efectivamente, el ídolo de Butragueño era y es Johan Cruyff, dios en el FC Barcelona, y, lo que es más extraordinario, nunca ha tenido problema en proclamarlo y argumentarlo. «Johan era mi ídolo de pequeño porque me gustaban los jugadores diferentes, de esos que nunca sabes qué están a punto de hacer cuando reciben la pelota –explicaba en 2013 en la revista 'Panenka'-. Eso es lo fascinante, lo realmente atractivo del fútbol. La capacidad de sorpresa te gana, y con Johan me pasaba. Y luego con Maradona, lógicamente. Johan marcó mi época… Le vi en el 0-5 de 1974 en el Bernabéu y también vi a aquel Ajax, a aquella Holanda del Mundial. Tenía once años, con lo cual, aquello fue deslumbrante para mí».
Solo Butragueño es capaz de sentir y pregonar esa admiración por una leyenda del máximo enemigo deportivo y, a la vez, sentirse y ser considerado un referente histórico del Real Madrid y del madridismo. Alguien que, jugándose su futuro profesional, fue capaz de rechazar al Atlético de Madrid. «Yo jugaba en mi colegio, el Calasancio, y de repente el Atlético, que me había visto, mostró un enorme interés para que fichara por ellos. Hablaron con mi padre y me fui a entrenar un par de días con ellos en Cotorruelo. ¡Estaban dispuestos a que me incorporase ya para jugar con el tercer equipo! Eso era marzo, más o menos, y querían que jugase hasta final de temporada y luego medio le garantizaban a mi padre que pasaría al Atlético Madrileño, en Segunda –rememora en 'Panenka'-. Una noche estábamos en mi habitación y me preguntó: '¿Qué hacemos?' Y yo le dije: '¿Cómo que qué hacemos? ¡Si somos del Madrid!' '¡Pero el Madrid no te quiere!', me contestó. Lo que es la vida. Frente a mi colegio hay un bar que se llama El Tulipán (ya desaparecido). Y el dueño era el padre de Juanito, un defensa del Castilla en aquel momento que también había estudiado en el Calasancio. Cuando se enteró le dijo a mi padre: 'No lo puedo permitir. ¿Cómo va a jugar tu hijo en el Atlético de Madrid?' Y él fue quien llamó al club para hablar con el responsable de las divisiones inferiores. 'Mira, te pido un favor. Que vaya dos semanas. Este chico es un fenómeno, no lo habéis visto bien. Si no os gusta, pues ya está, me quedaré tranquilo, pero no me voy a perdonar en la vida que este chico vaya al Atlético'. El club no quería, pero él insistió. Entrené con el Juvenil B (del Real Madrid) y cambiaron de idea. Me dijeron que querían que me quedase y comencé en Tercera».
Como jugador del Real Madrid, Emilio Butragueño –actualmente director de Relaciones Institucionales de la entidad blanca- disputó un total de 463 partidos entre 1984 y 1995, y es el décimo máximo goleador de la historia del club con 171 tantos. En su palmarés figuran 2 Copas de la UEFA, 6 Ligas, 2 Copas del Rey, 1 Copa de la Liga y 4 Supercopas de España.
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